Vaticinios difíciles de precisar
septiembre 9, 2013
By Carlos Manuel Acuña
Al concluir la última semana, mientras Cristina volvía de San Petersburgo, el ministro más veterano de la Corte Suprema de Justicia, doctor Fayt, comentó abiertamente que la corrupción estaba activa en el país pero, sobre todo, en los primeros niveles de responsabilidad pública. Sus palabras fueron tan significativas como la confirmación de un tema que se anticipó oportunamente en esta Hoja : el dictamen correspondiente a la Ley de Medios sólo se conocería después de los comicios de octubre, con el objeto de no convertirlo en una tema electoral que manosearía el criterio de los jueces sobre este asunto de particular importancia. Las encuestas más profesionales y creíbles coinciden en que el gobierno sufrirá una derrota contundente y superior a la ocurrida con las PASO y con ello se producirán grandes y profundos cambios en el escenario político e institucional. Dicho así, puede interpretarse que el oficialismo mantendrá y ampliará los cambios de estilo y parcialmente ideológicos que ensaya para tratar de quitarle a la oposición argumentos en la campaña. Esto lo habíamos adelantado en estas mismas columnas , pero ahora se agrega otro tema que se evalúa en los círculos (rojos o no rojos) que mejor conocen las intimidades políticas. El añadido se sintetiza en una pregunta que expresa la gravedad de una situación que fue provocada por la misma Cristina y que ahora se le cae encima de muchas maneras incontrolables. Entre ellas, se destaca su estado de salud que la lleva a tener conductas que afectan su expectativa política y revelan la pérdida de su capacidad por entender y actuar según la realidad. El interrogante, con todo su contenido médico, inquiere -nada más y nada menos- si la actual Presidente de la Nación se alejaría del cargo antes o después de las elecciones de fines de octubre.
Los analistas que expusieron hace muy pocos días en un ámbito cerrado pero representativo de la sociedad y que intercambiaron con sus oyentes buena información acerca de este posible paso, coincidieron en que el tema abre dos escenarios distintos, pero lo más importante es que también estuvieron de acuerdo en que la presencia de Cristina en Olivos y en la Casa Rosada tenía sus días contados. La imprecisión no permitió definir cómo sería este proceso que también representa la debilidad de nuestro sistema político, pero la coincidencia en que una derrota electoral de la magnitud que se espera obligará al gobierno y a la oposición a encontrar definiciones superadoras, inició el intercambio de especulaciones que no dejaron resquicio por evaluar. Quienes sostenían que la renuncia, que tendría argumentos para encarar o justificar cualquiera de los dos casos de referencia a presuntos complots o acuerdos destituyentes, podría convertirse en una etapa que evite sacrificios por la derrota abra el camino para una unidad futura que abarque a todas las corrientes del peronismo y acuerdos con nuevos aliados que faciliten la formación de un frente de centro derecha. Lo curioso es que -coincidieron- si la renuncia de Cristina ocurriera después, es decir, antes de fin de año, tampoco impediría sentar las bases de este eventual proceso tantas veces comentado. Por cierto, estas afirmaciones se enriquecieron con novedades producidas por versiones acerca de encuentros reservados entre las dirigencias partidarias que habrían incluido al gran perjudicado por la polarización electoral en la provincia de Buenos Aires: Francisco de Narváez. Asimismo, los analistas y sus oyentes, que representaban sectores de poder específico, estuvieron de acuerdo en que el radicalismo saldría fortalecido de la compulsa y podría ser el eje de otro acuerdo partidario surgido de un verdadero estado de emergencia. Lo más interesante es que los pocos presentes expusieron su preferencia en el sentido de que Cristina debería quedarse para afrontar las consecuencias de su desgobierno y realizar los ajustes salvajes que requiere la situación, con el agregado de la posibilidad de que pierda el control de la Cámara de Diputados y que “el Senado manifieste el rechazo de los gobernadores a las iniciativas cristinistas en el caso de que la señora no se diera por enterada de la catástrofe y haga esfuerzos por mantenerse en el cargo”. Sin embargo, la reunión concluyó con un axioma: “el peronismo no perdona la pérdida del poder y se encargará de sacarla del sillón de Rivadavia”. Lógicamente, se habló de quien podría ser el posible sucesor. Aquí no hubo acuerdo pero sí primó la idea de que la Asamblea Legislativa nombraría a un gobernador para concluir el período.
Carlos Manuel Acuña