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Este fin de semana, con la colocación de la última de sus vigas, la torre de Shanghái ha llegado a los 632 metros,
lo que la sitúa a un paso de convertirse en el rascacielos más alto de
China y el segundo del mundo, una vez que esté finalizada, según las
previsiones, dentro de dos años.
Ahora falta acabar con la fachada y
los detalles de la torre, que se convertirá en un inigualable símbolo de
la panorámica de Shanghái. La emblemática estructura será superada tan
sólo por la torre de Burj Jalifa, en Dubai (Emiratos Árabes Unidos), de
824 metros de altura y 124 pisos, apenas tres plantas más que el futuro
rascacielos chino.