"Vale la pena ver la pelìcula , la " Cristiada ",
sobre todo leer el libro del Padre Alfredo Sàenz ·" La gesta de los Cristeros
".Editorial Gladius, que estoy terminando y me ha cautivado.Creo que todo
catòlico debe conocerlo comprender a Mèxico en los siglos XIX y
XXX- No se se arrepentirà .
EL DIRECTOR.
Un adolescente mártir (Beato José Luis Sánchez del Río)
Persecución
religiosa en México
En
la primera mitad del siglo XX se produjo en México la llamada Guerra de
los Cristeros, motivada por legislación en contra de la Iglesia. La
persecución contra los católicos tuvo lugar con mayor virulencia con la el
mandato del Presidente Plutarco Elías Calles, pero ya antes hubo una serie de
disposiciones gravemente atentatorias contra la Iglesia Católica.
En
1914 Venustiano Carranza fue elegido Presidente México, y bajo su mandato, el 5
de febrero de 1917, se promulgó una nueva Constitución para el país, la llamada
Constitución de Querétaro, que contenía varios artículos vejatorios para la
Iglesia. Entre otros, le prohibía fundar o dirigir escuelas primarias (art. 3),
el establecimiento de órdenes religiosas (art. 5), los actos de culto fuera de
los templos o casas particulares (art. 24), y poseer, adquirir y administrar
directa o indirectamente bienes inmuebles (art. 27). Tampoco le reconocía
personalidad jurídica (art. 130). A partir de entonces, la Iglesia se encontró
en un estado de persecución jurídica, y la sangre se derramaba por México cada
vez que se aplicaba a la letra la Constitución.
Durante
la Presidencia de Plutarco Elías Calles se desencadenó la más larga y dura
persecución, en la que abundaron los mártires. En 1926 el Presidente sacó una
ley, conocida como la Ley Calles, que era un código penal
anticatólicos: establecía la expulsión de los sacerdotes extranjeros, preveía la
prisión por celebrar cultos fuera de los templos o dar enseñanza católica,
prohibía el uso del traje sacerdotal o hábito religioso, y castigaba a los
sacerdotes que no dijeran que la Constitución obligaba en conciencia. En su
desvarío, Calles intentó crear una Iglesia cismática, pretensión que resultó
verdaderamente cómica.
Como
reacción a su política sectaria surgió el movimiento de
los Cristeros, así llamados por su grito habitual: ¡Viva
Cristo Rey! Eran en buena parte campesinos, que tomaron las armas en
defensa de la Iglesia y protagonizaron tres años de lucha, que arrojó un balance
de entre 25.000 y 30.000 cristeros muertos, y unos 60.000 soldados
federales.
Un
chico piadoso
El
28 de marzo de 1913 nació José Luis Sánchez del Río, en Sahuayo (Michoacán). Era
hijo de Macario Sánchez y de María del Río. En el hogar familiar aprendió a
llevar una vida de piedad. Asistía al catecismo. Iba a Misa los domingos, así
como los días 21 de cada mes, y rezaba diariamente el Rosario.
Alistado
en el ejército cristero
El
31 de julio de 1926 se decretó la suspensión del culto público, y al año
siguiente José Luis quiso alistarse en el ejército cristero, pese a su corta
edad, para defender a Cristo y a su Iglesia. Prudencio Mendoza, General de los
cristeros de Michoacán, lo aceptó tan sólo como asistente. En el campamento se
ganó el aprecio de sus compañeros. Por la noche dirigía el Rosario y animaba a
la tropa.
El
6 de febrero de 1928 participó en un combate, cerca de Cotija. En un momento de
la batalla, el caballo del general Mendoza fue alcanzado por un proyectil
cayendo muerto. El joven José Luis ofreció a su superior su caballo, y tomando
un fusil se puso a combatir. Al acabársele la munición, fue capturado por los
federales.
El
general federal, al ver su valentía y arrojo, le propuso unirse a ellos. El
chico rechazó con energía la propuesta: ¡Jamás! ¡Primero muerto! Yo no
me uno a los enemigos de Cristo Rey. Yo soy su enemigo. ¡Fusíleme! Ante
la negativa, el general lo mandó encerrar en un calabozo.
Carta
a su madre
El
mismo día en que fue capturado, desde la prisión, escribió a su
madre: Cotija, 6 de febrero de 1928. Mi querida mamá: Fui hecho
prisionero en combate en este día. Creo que voy a morir, pero no importa, mamá.
Resígnate a la voluntad de Dios. No te preocupes por mi muerte, que es lo que
más me mortifica; antes diles a mis dos hermanos que sigan el ejemplo que les
dejó su hermano más chico. Y tú haz la voluntad de Dios, ten valor y mándame la
bendición juntamente con la de mi padre. Salúdame a todos por última vez. Y tú
recibe el corazón de tu hijo que tanto te quiere y verte antes de morir
deseaba.
Cuatro
días después, en la tarde del viernes 10, fue trasladado a su ciudad natal,
Sahuayo. Al saber la cercanía de su muerte, consiguió escribir a una tía suya
pidiéndole la Comunión, que recibió dos horas después.
El
martirio
Ya
en la noche de aquel mismo día, le desollaron los pies y lo empujaron a golpes
hasta el cementerio. Querían que apostatara, pero José Luis mantuvo su entereza.
Él mismo se encaminó al borde de su tumba y los verdugos comenzaron a
apuñalarlo. En medio del tormento, el capitán que mandaba en la ejecución
preguntó al joven mártir qué mensaje quería enviar a sus padres, a lo que
respondió: Que nos veremos en el Cielo. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la
Virgen de Guadalupe!
Dichas
estas palabras, se le disparó en la cabeza y José Luis cayo muerto en la fosa.
Sin ataúd ni mortaja, su cuerpo recibió directamente las paletadas de tierra. Su
muerte produjo tanta conmoción en Sahuayo que los soldados federales custodiaron
el cementerio el día entero, pues todos querían recoger sangre del
mártir.
La
semilla da fruto
El
martirio del joven cristero fue presenciado por dos niños, uno de nueve años y
otro de siete años. Años después, ambos se ordenarían de sacerdotes y se
convertirían en fundadores. La muerte de José Luis tuvo un papel decisivo en la
vida de ambos.
Uno
de estos dos dio el siguiente testimonio del martirio de quien fue su amigo en
el libro entrevista Mi vida es Cristo: Fue capturado por las
fuerzas del gobierno, que quisieron dar a la población civil que apoyaba a los
cristeros un castigo ejemplar. Le pidieron (a José Luis) que
renegara de su fe en Cristo, so pena de muerte. José no aceptó la apostasía. Su
madre estaba traspasada por la pena y la angustia, pero animaba a su hijo.
Entonces le cortaron la piel de las plantas de los pies y le obligaron a caminar
por el pueblo, rumbo al cementerio. Él lloraba y gemía de dolor, pero no cedía.
De vez en cuando se detenían y decían: “Si gritas ‘Muera Cristo Rey’ te
perdonamos la vida”. “Di ‘Muera Cristo Rey’”. Pero él respondía: “Viva Cristo
Rey”. Ya en el cementerio, antes de disparar sobre él, le pidieron por última
vez si quería renegar de su fe. No lo hizo y lo mataron ahí mismo. Murió
gritando como muchos otros mexicanos: “¡Viva Cristo Rey!”
Concluyendo
su testimonio con las siguientes palabras: Éstas (las del
martirio)son imágenes imborrables de mi memoria y de la memoria del pueblo
mexicano, aunque no se hable muchas veces de ellas en la historia
oficial.
El
otro niño testigo, en unos escritos suyos, narra que siempre consideró
providencial su encuentro con José Luis Sánchez. Haberse cruzado con el joven
mártir de Sahuayo -a quien le pidió seguirlo en su camino, pero que viéndolo tan
pequeño le dijo: Tú harás cosas que yo no podré llegar a hacer-
determinó su decisión de hacerse sacerdote.
Beatificación
El
20 de noviembre de 2005, en Guadalajara (México), el cardenal José Saraiva
Martins, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, por
disposición del papa Benedicto XVI beatificó a José Luis Sánchez del Río y a
otros doce más mártires cristeros.