Cristina, furiosa y a los gritos
La semana que comienza mañana llegará con una notables carga de
confusas contradicciones y enfrentamientos internos en la órbita de los
partidos políticos. Esto ocurrirá de manera muy especial dentro del
Frente para la Victoria, que ya transita por un tembladeral que explica
-y demuestra- el nacimiento del temor por parte del kirchnerismo. Esto
último afecta sensiblemente el ánimo presidencial, como quedó demostrado
en el incidente que produjo su discurso frente al gobernador de la
provincia de Buenos Aires, quien no disimuló en ningún momento su
malestar durante el acto realizado el viernes en Lomas de Zamora. Muchos
esperaban que Daniel Scioli contestara ayer en Tandil para saber a qué
atenerse, pero el gobernador apostó a la paciencia, a no darles el gusto
a quienes desean su alejamiento de cualquier candidatura con miras al
2015, y mantener su postura de lealtad irrestricta a la espera de que se
aclare el escenario que todavía admite cualquier clase de
especulaciones.
Scioli sabe que se encuentra en el filo de la navaja, aunque no son
pocos los que piensan que ya superó los límites aceptables, un tema que
en política se puede pagar demasiado caro. En resumen, lo que está en
juego es su prestigio personal, problema que fue analizado con sus
asesores más inmediatos que le recomendaron no modificar su estrategia y
proseguir en este curioso ejercicio de la paciencia.
Uno de los argumentos que dieron vuelta en las conversaciones es el
que señala que la salud mental de la viuda se encuentra en un momento
crítico y evidente, tesis que quedó reforzada ante la opinión pública a
raíz de lo sucedido. Sugestivo, el dato crece y se ramifica en el cuerpo
social y contribuye a desvalorizar progresivamente la imagen de una
Cristina decidida y resuelta a encarar toda clase de problemas. La
desvalorización se acentúa gracias al deterioro económico, a los cortes
de energía que confirman el deterioro del sistema energético -lo
comentamos anteriormente varias veces en coincidencia con otros
análisis-, a la inflación, a la inseguridad, la desocupación y otros
factores concurrentes y alarmantes.
Curiosamente, Cristina tiene una cierta y parcial percepción de estos
asuntos vitales, aunque ahora su preocupación está puesta en la
catarata de denuncias de corrupción que la afectan personalmente, tanto
en su papel de Presidente, como en sus aspiraciones políticas con miras
al futuro. No es tonta, es inteligente pero su enfermedad no cubre otros
aspectos, especialmente la incapacidad para reconocer la realidad que
la rodea. Esto es grave, pero si le sumamos un descontrol de la
conducta, el asunto puede pasar a convertirse en una cuestión de Estado
que requiere de controles y definiciones. Por el momento, las crisis se
han superado mediante medicaciones clásicas para estas manifestaciones,
lo que hasta el momento permite señalar que las dosis que se le
suministran deberían, eventualmente, aumentarse. De ser así, podría
llegarse a la saturación y con ello a un nivel crítico de la situación.
Nuestros lectores encontrarán en esta misma edición del IP un informe
al respecto y podemos agregar -o coincidir- en que ya se ha llegado a
ese punto. Huelgan los comentarios.
En las filas dirigentes del Frente para la Victoria e incluso en el
núcleo duro no existe, por el momento, la intención de avanzar en lo que
referimos ayer acerca de la idea de que este estado de cosas podría
derivar en una drástica decisión para apartarse de una caída vertiginosa
que abre el escenario hacia cualquier variante. Por ahora nadie se
anima a plantear el problema con toda su crudeza, aunque lo ocurrido en
Lomas de Zamora apuró y fundamentó las posibles decisiones aún en
letargo.
Sin embargo, las inquietudes se ahondan cuando Cristina no oculta
sentimientos y se desestabiliza. Horas antes de lo sucedido frente a
Daniel Scioli, luego de protagonizar hechos más o menos similares pero
circunscriptos a temas específicos y no prolongados, tuvo un verdadero
estallido revelador de las dudas e inquietudes que la carcomen. A los
gritos y frente a algunos pocos funcionarios de confianza, mientras
movía sus brazos como dos aspas locas y golpeaba el piso con su pie,
desgranó una serie de insultos “a quienes no me defienden ni rechazan
públicamente las cosas que se dicen de mi marido muerto y de mi
persona…” y cargó contra los funcionarios más cercanos que ocupan la
cúpula del oficialismo. A los gritos, se refirió a las denuncias sobre
corrupción en Santa Cruz y otros lugares y escándalos y anunció que “en
cualquier momento me voy a El Calafate y no vuelvo”. Esto último revela
una falta de realismo, habida cuenta que no puede tomar esta decisión
así como así, pero también que está seriamente afectada más allá de las
lealtades que exige a rajatabla. Las fuentes señalan que citó casos
específicos (“ni hasta mis hijos salen a defenderme”, habría dicho) lo
que de ser cierto revela otras honduras en este caso que afecta al
devenir político e incluso institucional.
En el ínterin todos quieren explicarse los motivos reales de los
cambios realizados antes del último fin de semana, y surgen
explicaciones que no podemos eludir. Por ejemplo, sobre la
defenestración de Nilda Garré, para instalarla en un destino tranquilo
pero interesante, apuntaría a romper o alterar su alianza con el Jefe
del Ejército, general Milani, con miras a una próxima movida
eventualmente más profunda y, por cierto, desconocida. Por el otro,
frenar la injerencia de Horacio Verbitsky (amigo de los dos) dentro de
su propia esfera de poder, un tema que puede generar derivaciones que
por el momento subyacen envueltas en misteriosos pliegues. Muchas cosas
se dicen al respecto y hasta en medios vinculados con el ex jefe de
Inteligencia de Montoneros se barajan teorías contradictorias y poco
reales.
Pero sin querer ser reiterativos, volvemos a la inestabilidad
emocional de la viuda, inestabilidad alimentada con el conocimiento de
los números en torno de probables resultados electorales. Acostumbrada
durante estos últimos diez años a no perder -debemos agregar los
períodos santacruceños- la viuda no admite la derrota pero lo más
importante es que tampoco los hombres más importantes del poder
inquietos por continuar ejerciéndolo a toda costa. Entonces será
inevitable mirar en detalle el sistema cibernético que se aplicará en
las elecciones… si es que se realizan y no se descubre una conspiración
salvadora al estilo de Nicolás Maduro, que la necesita para sobrevivir
en el agotado esquema venezolano.
Carlos Manuel Acuña