María, Modelo de todo
catequista
La imagen de María que
presenta el evangelio es la de una mujer que con una coherencia extraordinaria
siguió siempre a su Hijo, consciente de que Él traía la Palabra de Dios y de que
su misión en la tierra era anunciarla. Fue la primera creyente y la primera
propagadora de esa Palabra. Fue la perfecta
catequista.
El acontecimiento de Aparecida quiere renovar en nosotros
nuestra vocación de ser discípulos misioneros de Jesucristo para que nuestros
pueblos tengan vida en Él. Ahora es bueno que nos preguntemos en qué consiste
ser discípulo.
Ahora dirigiremos nuestra mirada a la Virgen. La
palabra de Dios, la muestra en las actitudes propias del discípulo: escucha,
medita, comparte la vida, sigue al Maestro. La vida de María tiene sentido en la
medida que es seguimiento de
su Hijo: lo recibió en su corazón por la fe cuando el Ángel le transmitió
la Buena Noticia, lo concibió en su vientre purísimo por obra del Espíritu Santo
y lo dio a luz en el pesebre de Belén. La vida de Jesús transcurrió hasta el día
de su bautismo en su casa de Nazareth; alli aquel niño fue creciendo bajo la
mirada de su madre y la tutela de San José. En el episodio de la pérdida del
niño en el templo muestra María su aflicción: “te estabamos buscando
angustiados”, le dice al Niño que está entre los doctores de la ley. Es mujer
sencilla, de pocas palabras y firmes convicciones.
Cuando Jesús deja su casa, María lo sigue. El evangelio de
San Lucas muestra como la Madre está a dos pasos de su Hijo. Esa cercanía de la
Virgen es mucho más que cercanía física. El discípulo no sólo está llamado a
vivir “con” el maestro sino se
trata de “tener los mismos sentimientos de Cristo”(FLP 2,5). María es de la
escuela de Jesús: no de los prepotentes y autosuficientes. Es modelo de los
humildes servidores amados por Dios. Esta cercanía del cuerpo y del corazón la
llevará a la cruz: estará allí de pie con el alma atravesada por el dolor
confiado. Allí recibió el encargo de Jesús de cuidar de todos los discípulos
representados en la figura del Apóstol Juan: “He ahí a tu hijo”.
María es madre misionera, también ella recibió la noticia de
que había que quedarse en Jerusalén hasta que viniera la “fuerza de lo alto” y
por eso los Hechos de los Apóstoles la muestran perseverando en la oración con
los apóstoles y los otros discípulos.
Allí está la Iglesia, la comunidad de los que creen que Jesús
es el Hijo de Dios que murió y resucitó por nosotros y por nuestra salvación.
Allí está María. Desde el día de Pentecostés en adelante el evangelio no
descansará. Los apóstoles comprendieron que la Buena Noticia no era para unos
pocos.
Los cristianos hemos recibido la buena noticia del triunfo de
la vida sobre la muerte y que esa vida es vida plena, abundante.
María nos invita, todos los días, a anunciar a Jesucristo, a
afrontar las dificultades con una fe firme y audaz cuando más a prueba nos
encontramos. Nos invita a seguir a Cristo,a vivir con él, en una intimidad que
anuncia la del más allá. La adhesión más completa a Cristo implica la esperanza
más fuerte que empieza a realizarse en este mundo y se completará en el otro, en
la eternidad.
Ella, que ha cooperado al nacimiento de la Iglesia,
coopera también al nacimiento de cada comunidad en la Iglesia y luego sigue
promoviendo su crecimiento. Merece que se la reconozca en esta función discreta
pero importante de dar a conocer la Verdad. Por eso pide su intercesión en cada
uno de los encuentros con tus catequizandos para que la Verdad del Evangelio sea
cada vez más conocida y amada.
Ahora te invito a meditar con la Palabra de
Dios mirando a María
María Discípula: Lc 2, 51-52; Lc. 8, 19-21, Jn 19,
25-27
María Misionera: Lc. 1, 39-45; Documento de Aparecida
266-272.
¿Qué aspecto de la vida de la Virgen más me impacta como
discípula de Jesús?