PIDO PERMISO
Por Malú Kikuchi (17/6/2012)
A lo largo de la vida le he tenido que pedir permiso a mis
padres, a mis maestros, a veces a mi familia y a mis amigos. Pedir
permiso es solicitar un consentimiento para hacer o decir algo. Se
pide permiso por ser menor y no tener edad para decidir, por respeto,
o por amor. También por temor.
Soy mayor de edad, cumplo mis obligaciones ciudadanas,
pero por alguna razón que no logro discernir, tengo que pedirle
permiso a un funcionario, al que le pago el sueldo, para poder viajar,
dejar que decida cuanto dinero necesito para el viaje, aclararle
hacia donde voy y cuanto tiempo pienso estar, para que el individuo
decida cuanto puedo gastar. ¡Y la plata es mía!
Además, el funcionario, al que le pago el sueldo, que
forma parte de un grupo de funcionarios, a los que también les pago el
sueldo, eso incluye a la presidente, que es mi mandataria y yo soy su
mandante, o sea que es mi, (nuestra) empleada, ha decidido que no
puedo ahorrar en US$. Debo ahorrar en pesos que se devalúan todos los
días, cuestión de obligarme a gastar, para que la economía no “se
enfríe”.
Alguien debería aclararle al, o a los funcionarios,
incluyendo a la presidente, que la economía está entrando en un gélido
invierno, y no es porque “el mundo se nos cayó encima”, salvo que
Europa hay tenido la inverosímil puntería de caer sólo sobre
Argentina, respetando las fronteras del Uruguay, Brasil, Chile y hasta
de Paraguay.
Tengo que pedir permiso para importar, desde remedios,
hasta libros; tengo que pedir permiso para exportar. Tienen que decir
qué se exporta, cuanto y a cuánto, y a partir de ahí, pagar
retenciones sobre los dólares que gracias al esfuerzo y al trabajo de
otros, que no son funcionarios, entran al país. Argentina necesita
dólares, y por desgracia, como nos aclaró Pagliero, “¡no los
fabricamos!”… todavía.
Cuidado con la ex Ciccone, ésa que nadie sabe quiénes son
los dueños y porqué, en un país que estatiza todo lo que puede, sigue
siendo privada y no una subsidiaria de la Casa de la Moneda.
¡Tengo que pedir permiso para vivir! Con el disparatado
sistema abolicionista del código penal (al que harán desaparecer si no
hacemos algo al respecto), hay que pedirle permiso a los chorros para
que sean gentiles y sólo nos roben, o asalten, o secuestren, pero que
no nos maten o violen. Los malvivientes, “víctimas de la injusta
sociedad”, salen en libertad, mientras nosotros acumulamos rejas,
alarmas, puertas blindadas y pagamos seguridad privada.
Tengo que pedir permiso para saber qué hacen con mis
impuestos. ¿Y la ley de transparencia de los actos de gobierno? ¿Por
qué tengo que mantener la millonaria pérdida diaria de Aerolíneas
Argentinas para que los chicos de la Cámpora jueguen con los
avioncitos y cobren sueldos siderales?
A mi no me pidieron permiso para el disparate de “fútbol
para todos”, que nos cuesta $1.200 millones por año, ni para
“automovilismo para todos”, que nos cuesta $450 millones por año; ni
para lanzar el 5° (quinto) plan de construcción de viviendas desde
2003, incluyendo “Pesadillas compartidas”, que se llevaron de nuestra
plata, la friolera de $750 millones, y todo sale de los aportes de los
jubilados. Nuestros aportes. Nadie contesta.
Tengo que pedir permiso para saber por qué se confiscó (es
el verbo adecuado) YPF y no se hizo como lo indica la ley de
expropiaciones. Tengo que pedir permiso para saber por qué los actos
de este gobierno a nivel internacional, hacen que mi país, Argentina,
sea cada día menos creíble.
Pido permiso para saber, pero nadie contesta. Mis
preguntas no importan. Y deberían importar. Soy ciudadana argentina,
pago impuestos, voto, dependen de mi, aunque sea minoría. ¿Cómo hemos
llegado al punto en que el gobierno ignore estas verdades?
¿Tengo que pedir permiso para ejercer mis derechos
constitucionales? ¿Tengo que pedir permiso para asumir mi ciudadanía
argentina en plenitud?
Por Malú Kikuchi (17/6/2012)
A lo largo de la vida le he tenido que pedir permiso a mis
padres, a mis maestros, a veces a mi familia y a mis amigos. Pedir
permiso es solicitar un consentimiento para hacer o decir algo. Se
pide permiso por ser menor y no tener edad para decidir, por respeto,
o por amor. También por temor.
Soy mayor de edad, cumplo mis obligaciones ciudadanas,
pero por alguna razón que no logro discernir, tengo que pedirle
permiso a un funcionario, al que le pago el sueldo, para poder viajar,
dejar que decida cuanto dinero necesito para el viaje, aclararle
hacia donde voy y cuanto tiempo pienso estar, para que el individuo
decida cuanto puedo gastar. ¡Y la plata es mía!
Además, el funcionario, al que le pago el sueldo, que
forma parte de un grupo de funcionarios, a los que también les pago el
sueldo, eso incluye a la presidente, que es mi mandataria y yo soy su
mandante, o sea que es mi, (nuestra) empleada, ha decidido que no
puedo ahorrar en US$. Debo ahorrar en pesos que se devalúan todos los
días, cuestión de obligarme a gastar, para que la economía no “se
enfríe”.
Alguien debería aclararle al, o a los funcionarios,
incluyendo a la presidente, que la economía está entrando en un gélido
invierno, y no es porque “el mundo se nos cayó encima”, salvo que
Europa hay tenido la inverosímil puntería de caer sólo sobre
Argentina, respetando las fronteras del Uruguay, Brasil, Chile y hasta
de Paraguay.
Tengo que pedir permiso para importar, desde remedios,
hasta libros; tengo que pedir permiso para exportar. Tienen que decir
qué se exporta, cuanto y a cuánto, y a partir de ahí, pagar
retenciones sobre los dólares que gracias al esfuerzo y al trabajo de
otros, que no son funcionarios, entran al país. Argentina necesita
dólares, y por desgracia, como nos aclaró Pagliero, “¡no los
fabricamos!”… todavía.
Cuidado con la ex Ciccone, ésa que nadie sabe quiénes son
los dueños y porqué, en un país que estatiza todo lo que puede, sigue
siendo privada y no una subsidiaria de la Casa de la Moneda.
¡Tengo que pedir permiso para vivir! Con el disparatado
sistema abolicionista del código penal (al que harán desaparecer si no
hacemos algo al respecto), hay que pedirle permiso a los chorros para
que sean gentiles y sólo nos roben, o asalten, o secuestren, pero que
no nos maten o violen. Los malvivientes, “víctimas de la injusta
sociedad”, salen en libertad, mientras nosotros acumulamos rejas,
alarmas, puertas blindadas y pagamos seguridad privada.
Tengo que pedir permiso para saber qué hacen con mis
impuestos. ¿Y la ley de transparencia de los actos de gobierno? ¿Por
qué tengo que mantener la millonaria pérdida diaria de Aerolíneas
Argentinas para que los chicos de la Cámpora jueguen con los
avioncitos y cobren sueldos siderales?
A mi no me pidieron permiso para el disparate de “fútbol
para todos”, que nos cuesta $1.200 millones por año, ni para
“automovilismo para todos”, que nos cuesta $450 millones por año; ni
para lanzar el 5° (quinto) plan de construcción de viviendas desde
2003, incluyendo “Pesadillas compartidas”, que se llevaron de nuestra
plata, la friolera de $750 millones, y todo sale de los aportes de los
jubilados. Nuestros aportes. Nadie contesta.
Tengo que pedir permiso para saber por qué se confiscó (es
el verbo adecuado) YPF y no se hizo como lo indica la ley de
expropiaciones. Tengo que pedir permiso para saber por qué los actos
de este gobierno a nivel internacional, hacen que mi país, Argentina,
sea cada día menos creíble.
Pido permiso para saber, pero nadie contesta. Mis
preguntas no importan. Y deberían importar. Soy ciudadana argentina,
pago impuestos, voto, dependen de mi, aunque sea minoría. ¿Cómo hemos
llegado al punto en que el gobierno ignore estas verdades?
¿Tengo que pedir permiso para ejercer mis derechos
constitucionales? ¿Tengo que pedir permiso para asumir mi ciudadanía
argentina en plenitud?
Algo está mal. Algo está profundamente
equivocado en Argentina. Y no son sólo mis derechos, es más bien el
hecho de permitir que coarten mis derechos y no exigir que me los
respeten.
Soy una ciudadana argentina; Argentina es (o debería ser)
una república, y aunque forme parte de la minoría que no votó a este
gobierno (46%), tengo inalienables derechos que hacer respetar. Y los
opositores, casi todos ellos en sintonía con el pensamiento
gubernamental, más honestos y más institucionales (lo que no es
difícil,) nos deben una alternativa posible. Mis libertades
individuales están en juego, no debo, ni puedo permitir que las
avasallen.
El gobierno, todos los que lo conforman, los tres poderes
y en particular el ejecutivo, deben escuchar. Este no es el camino. Ya
lo anduvimos demasiadas veces, ya sabemos de la euforia de los
comienzos populistas y de los demoledores finales que inexorablemente
llegan.
De nosotros, de nuestros reclamos, de la reiteración de
los mismos, de nuestra prédica constante sobre el respeto a la CN, y
el respeto que nos debe el gobierno, de nuestro clamor por libertad y
justicia, depende que cambien el rumbo. Y deben cambiarlo. De no
hacerlo, una vez más, Argentina se hundirá y será más difícil salir de
una nueva recaída. ¡Basta de pedir permiso!