En el 2001, cuando se estableció el corralito la gente salió a la
calle a protestar y hacer un cacerolazo porque no podía retirar sus
depósitos de los bancos. Luego vino el corralón, la pesificación
asimétrica y los cacerolazos siguieron. La gente estaba enardecida, y
con todo derecho, a que le confiscaran sus ahorros. Más allá de las
zonas liberadas y saqueos correspondientes, la caída de De la Rúa fue
consecuencia de los serios problemas económicos que atravesaba la
economía argentina. Lo concreto es que los cacerolazos, el que se vayan
todos y demás manifestaciones tenían que ver con que el Estado se había
metido con los ahorros de la gente. Digamos que un gobierno que se mete
con el bolsillo de la gente, es boleto picado.
Paso ahora a otra situación. En los últimos días leemos en los
diarios que a un hombre joven le pegan un tiro en el corazón para
robarle el auto. A Baby Echecopar le entran en la casa un grupo de
delincuentes, se enfrentan a balazos y tanto Echecopar como su hijo
termina mal heridos. Aparentemente los delincuentes eran reincidentes.
Un policía fue muerto a balazos en San Telmo, todo esto ocurrió en una
semana y el listado podría ser gigantesco si tomamos los últimos años,
como el caso de la chica embarazada que fue baleada a la salida de un
banco y perdió a su hijo. Si mal no recuerdo es el caso de Carolina
Píparo en La Plata.
Enrique Llamas de Madariaga se fue del país harto de la inseguridad y otros temas más.
Un turista francés es asesinado en plena Plaza San Martín sobre la avenida Libertador sin que nadie se conmoviera.
La desidia del Estado, con su populismo, generó un estrago en Once con 51 muertos y 700 heridos.
Lo de siempre, delincuentes que tienen más derechos que los
ciudadanos honestos que todos los días salen a trabajar y un Estado que
nos exprime como limones cobrándonos impuestos que no llegan en la
función básica del Estado que es asegurar el derecho a la vida, la
libertad y la propiedad de las personas. Es como si en Argentina el
Estado hubiese tomado partido por los delincuentes y los considerara
“víctimas sociales”, por lo tanto, no hay que ser severos con ellos a la
hora de sancionarlos. Decir que la justicia y la seguridad tienen que
ser más estrictas es cosa de la derecha reaccionaria. De facho. Dejar
que los delincuentes anden matando gente honesta y trabajadora es tener
sensibilidad hasta que el famoso modelo de crecimiento con inclusión
social termine con la pobreza, algo que parece ser no se nota salvo en
las estadísticas del INDEC.
Ahora bien, como argentino me llama la atención lo siguiente:
cuando el Estado le metió la mano en el bolsillo a la gente y le quitó
sus ahorros vivimos una situación de anarquía durante varios días. Como
decía antes, los cacerolazos y el que se vayan todos era la consigna
porque no devolvían los dólares. Y más de uno, con su camiseta del Che
Guevara, aprovechando la confiscación de los ahorros, pedía que
devolvieran los dólares y que se vayan todos.
Sin embargo, no veo ningún cacerolazo por lo poco que vale la vida
en nuestro país. Salvo algunas concentraciones que se hicieron en algún
momento y que quedaron en la nada, la gente asiste casi indiferente a
los asesinatos a sangre fría de gente que sale a trabajar para ganarse
la vida mientras los delincuentes parecen estar amparados por el Estado.
Mi conclusión es que, aunque resulte políticamente incorrecta, para
los argentinos parece tener más valor los dólares que tenían en el
banco que la vida de las personas. Si en el 2001 y 2002 vivimos una
situación de crisis institucional porque se quedaron con el ahorro de la
gente, que, insisto, estuvo muy mal, hoy el país debería estar
hirviendo y en las calles reclamando por algo que vale más que los
billetes verdes: la vida de las personas.
¿Será que los argentinos valoramos más la plata y la fiesta de
consumo que la vida de la gente? ¿Por qué no hay reacción social ante la
fenomenal inseguridad que arrebata vidas de gente decente que se
esfuerza todos los días trabajando, y sí hay reacción social ante un
tarifazo o una confiscación de ahorros?
Lamentable, pero los argentinos parecemos darle más valor al bolsillo que a la vida.
Y por favor, que no me vengan con los problemas sociales que llevan
a la inseguridad, porque uno puede ser pobre pero no delincuente y
asesino. En la vida se puede ser pobre y digno. Al menos eso ocurría en
nuestro país. Había pobreza digna. Hasta que vino el progresismo y
consideró que los delincuentes eran las víctimas del sistema. Una frase
que demuestra un profundo desprecio por la vida de la gente honesta.
Y tampoco me vengan con que la inseguridad es causa de la exclusión
social porque después de 9 años de supuesto crecimiento a tasas chinas,
por lo menos debería haber más trabajo y menos delincuencia.
Con estas líneas no intento cambiar el país como si fuera Rambo,
solamente me llama la atención que la Argentina entre en anarquía cuando
le tocan el bolsillo a la gente y no ante la ola de robos y asesinatos
de gente honesta.
¿Tan tergiversados tenemos los argentinos los valores que la plata y la fiesta de consumo artificial vale más que la vida?
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