Preocupación en el gobierno por Boudou después de los casos de Houston, De Grazia y Heyn
Corrupción y vida privada complicada: ¿comienza el derrumbe político del vice?
Cada vez se confirma más claramente que Amado Boudou, a través de la firma fantasma Old Fun, controla Ciccone Calcográfica y que la causa que empieza a tramitar el juez federal Daniel Rafecas no será fácil de extinguir. En la intimidad de Olivos, Máximo Kirchner y Wado de Pedro estarían operando sobre el Ministerio de Justicia para que el control de daños se realice día a día, previéndose cualquier derivación del caso. Una primera estimación que trascendió es que la situación estaría bajo control. Pero en el entorno presidencial no quieren que continúe este escándalo por goteo hecho por aficionados como el vice, José María Núñez Carmona y Alejandro Paul Vandenbroele, que dejaron sus huellas digitales en toda la operación de compra. Lo que resultaría inaceptable para Máximo no es que Boudou haga negociados sino que éstos se descubran por no pagarle su testaferro Vandenbroele los alimentos a su esposa Laura Muñoz, que no para de hablar en todos los medios, y que ésta tenga en su poder documentos comprometedores para todos. Además, el escándalo se destapó justo cuando la presidente había designado a su vice como vocero oficial en lugar de Aníbal Fernández, hoy recluido en el Senado. El sucesor de éste, Juan Manuel Abal Medina, optó por el perfil bajo, lo que es del agrado de Máximo y de Carlos Zannini, a los que no les agradan para nada los funcionarios caretas y de perfil altísimo, o sea, Boudou. El ruido mediático que durante la etapa electoral provocó el ministro rockero sirvió para sumar votos para el triunfo de CFK. Pero en su actual rol de vicepresidente, piensan en la Casa Rosada que debería mantener cierto recato. Da toda la impresión, por otra parte, de que esta historia negra de Ciccone recién empieza y que tiene potencialidad para convertir al vice en un nuevo Ricardo Jaime.
SEXO, COCAÍNA, ALCOHOL Y ROCK ‘N’ ROLL
Pero Boudou es una estrella de múltiples proyecciones y la preocupación por su rumbo tiene también otros ámbitos. Están de por medio sus contactos rockeros, su gusto por los mejores vinos, por ejemplo, en su resto Aldo’s, y también por sustancias prohibidas por las autoridades sanitarias, como diría el otro vocero del cristinismo, Horacio Verbitsky. Y después se habla de la ingesta de Rivotril, la píldora mágica para dormir que, a su vez, produce alucinaciones. Pese al seguimiento implacable de la vida privada de Boudou que realizaría un equipo de inteligencia, en el vértice del poder se temería por un desborde. La hipótesis más oscura que preocupa es que en el Madero Center se desencadene un episodio similar a las tragedias de Whitney Houston y Jazmín de Grazia, o bien la variante que le costó la vida a Iván Heyn, con sus juegos de asfixia erótica. Es que el estilo de vida y la condición de play boy del vicepresidente lo convierten en la oveja negra del kirchnerato. La nomenclatura K, imitando el estilo soviético que rigió en Europa del Este durante 70 años, impone como regla que la vida privada de los altos funcionarios no trascienda a la opinión pública. Hubo pocas excepciones desde el 2003. Por ejemplo, estuvo la ostentación permanente de riqueza que hacía Jaime, que era consentido por Néstor Kirchner por su anterior rol de compañero de juergas en Río Gallegos, pero que a la larga terminó afuera del gobierno. Lo cierto es que, de acuerdo a fuentes confiables, la preocupación de Máximo y Zannini coexiste con la satisfacción de Guillermo Moreno, que desprecia a Boudou y se deleita con el desmoronamiento de su imagen.