info Rafaela - 02-Sep-11 - Opinión
Editorial
Balidos de corderos
El rebaño inquieto sólo puede balar de miedo frente a la jauría de lobos (aunque supone que lo hace por indignación y rabia). Cuando uno de los corderos cae, los otros suspiran aliviados porque esta vez no les tocó y continúan sus indignados lamentos para ocultar esa mezcla de impotencia y cobardía.
Los gritos de la gente pidiendo Justicia frente a la casa de Candela Rodríguez eran eso: miedo, aunque intentasen mostrar rabia e indignación, porque en el fondo, aunque no tengan pendiente ningún ajuste de cuentas, saben que ellos o sus hijos pueden, si el azar o una voluntad ajena lo decide, correr la misma suerte que esta niña de 11 años. La Justicia no les importa tanto, lo que quieren es protección. Y protección no hay desde hace mucho tiempo, aunque algún ministro nos haya querido convencer que eso, la inseguridad, es sólo una sensación.
Que una persona, una menor en este caso, pueda desaparecer once días cuando una fuerza de seguridad aplica más de dos mil efectivos en su búsqueda, significa que el control más profundo no pasa por el gobierno que dice tenerlo, sino por las maffias. Es decir que ese gobierno algo ha hecho mal o que no ha hecho nada bien.
Para secuestrar y tener a Candela Sol Rodríguez cautiva todo ese tiempo sin ser siquiera rozados por la policía es menester una organización poderosa, y en el gran Buenos Aires abundan. Son organizaciones de narcotráfico, piratas del asfalto, tratantes de personas, proxenetismo y otros rubros criminales.
No se sabe bien cómo se disparó el tema para cobrar tanta trascendencia. Tal vez fue el momento preciso, pero a partir de allí comenzó a crecer. Es posible que haya provocado un sentimiento general de adhesión, ya que la hija de otros hace poner a la gente a pensar que eso podría haberle pasado a la propia y, supone, sumándose al reclamo, pagar que no le haya tocado tan mala suerte.
Muchas cosas llamaron la atención, en especial que quienes tenían que hacer algo dieran la impresión de no saber qué hacer. Pero si algo sorprendió en la crisis, fue la ausencia de la Ministro de Seguridad, Nilda Garré. Es que no es lo mismo desarticular una fuerza de seguridad que ponerla a trabajar. O proteger los ocupas del Indoamericano que enfrentar una banda especializada en secuestros. Si ella es la cúspide de la pirámide de las fuerzas del orden, ¿qué se puede esperar de las bases?
Un gobierno que no puede ni sabe defender a los ciudadanos y encima se precia de desarmarlos para que haya “más seguridad”, lo único que logrará será una sociedad inerme que no sabe defenderse; mansos corderos que pondrán el cuello a las fauces de los lobos.
Esta situación que pone en evidencia las faltas de garantías por parte del estado, ha tenido un aspecto positivo, ha mostrado que este caso triste y terrible, no es único. Ha mostrado que en la Argentina se pueden contar por cientos y que hay otra categoría de desaparecidos, los desaparecidos de segunda, los que no cobran indemnizaciones. Ha mostrado que los desaparecidos en democracia son ignorados y que a la investigación de sus paraderos no llegan los fondos que son destinados a mansiones, cruceros y Ferraris.
Ahora hay gente que ha tomado conciencia de que hay cientos de Candela, algunos ya – desgraciadamente – tan muertos como ella.
La gente se indigna, llora, maldice, exige justicia y resultados. De lo que aún no se ha dado cuenta la gente es que lo que tiene es lo que votó.