Los responsables de la pobreza
MAURICIO ORTIN (Profesor de Filosofía (UNSa).
miércoles 31 de agosto de 2011Opinión
En la época de los televisores plasma, nadie, que cuide su dinero, lo invertiría en una fábrica de televisores para ver en blanco y negro. Menos aún, lo haría un grupo de empresarios capitalistas competentes. Estos, se diferencian de los ciudadanos comunes, no en el hecho de que amen más el dinero que los otros, sino en el talento que tienen para obtenerlo.
Su acción egoísta, allí donde han podido desarrollarla en plenitud, ha redundado en beneficios sociales, inimaginables hace apenas dos siglos atrás. El mismo, Carlos Marx, escribía por el año 1848: “La burguesía, con su dominio de clase, que cuenta apenas con un siglo de existencia, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas”. Atinada y justa observación, sin embargo, paradójica en la pluma de uno de los grandes enemigos del capitalismo.
En este sentido, en el mismo texto (El Manifiesto Comunista) Marx, declara: “...la existencia de la burguesía es, en lo sucesivo, incompatible con la de la sociedad”. Lo que se puede traducir, como: “Los capitalistas deben ser eliminados”; o, si se quiere, también: “Cuando la revolución proletaria se haga realidad, el genocidio de los empresarios será una necesidad” (Al respecto, los hechos han confirmado, largamente, que los comunistas son: “hombres de palabra”). Pero, salvando esta profesión de fe genocida, lo cierto es que, Marx, enseña que el capitalismo, en potencia y acto, es el mayor creador de riqueza que la humanidad haya conocido jamás.
También (esta vez, “errando el viscachazo”), señala que el sistema capitalista tiene una contradicción fundamental, a saber: que los que producen la riqueza (los obreros), no son los que se la apropian, sino que, otros, son los que se la enajenan. Los burgueses, dice Marx, que se quedan con la parte del león, son los que provocan esta situación de injusticia social. Agrega, además, que fatalmente y en cumplimiento de las leyes inexorables del materialismo dialéctico de la Historia, esta situación se invertirá cuando la revolución aniquile de una vez y para siempre al capitalismo (con los capitalistas y todo aquel que se resista, adentro).
Esta es, en esencia, la idea-axioma básica del pensamiento de izquierda; la cual, apelando al supuesto estatus científico y moral del que presume, seduce a tantos y tantas en el mundo capitalista. Idea- axioma, que lejos, es la que más crímenes ha justificado en la historia (alrededor de 100 millones de homicidios). Es que, la idea en cuestión, no solo es falsa sino también, genocida. Su falsedad, ha quedado demostrada en ese gran laboratorio experimental que fueron y son los países socialistas. En todos ellos y sin excepción, los trabajadores de las industrias y del campo revelaron su incompetencia para crear riqueza, en magnitud y calidad, a la que producían en el sistema capitalista. La dirección de la economía por comisarios del Estado llevó a que la producción y consumo de bienes se derrumbara a niveles africanos. Sin los capitalistas como chivo expiatorio, el Estado socialista se dejó ver en toda su desnudez (el más poderoso fabricante de pobres del que se tenga memoria). El mismo e insaciable Estado que, con otras máscaras, las de faraón, rey, zar, f hrer, comandante, camarada, etc., viene haciendo de las suyas desde que el mundo es mundo. No es extraño, entonces, que la prosperidad llegara a la sociedad con el capitalismo (como bien lo reconoce, Marx). Es decir, con la limitación, división y recorte de los poderes del Estado (léase, con la aplicación del pensamiento liberal.
No es esto, justamente, lo que piensan y dicen, con las excepciones de rigor, el colectivo político; pues, están convencidos de que, el Estado, es la locomotora del progreso y, ellos, sus más competentes conductores.
Ni lo uno ni lo otro. Más bien, todo lo contrario. O, es que, por ventura, alguien cree que es barato el haberle entregado a la Fundación de Madres de Plaza de Mayo, 700 millones de pesos para que se erija en la mayor constructora de casas del país. Fundación devenida en constructora por obra y gracia de Kirchner. Su presidente, Hebe de Bonafini, de 83 años de edad, es enemiga confesa del capitalismo (la tesorera, en cambio, Juanita Pargament, tiene 96 recién cumplidos). Respecto a los conocimientos teórico-prácticos acreditados para calificar en semejante función, ambas coinciden en señalar que, mientras la amenaza del capitalismo yanqui exista, el hormigón debe permanecer armado y al servicio del pueblo.
Lo anterior, es un vivo ejemplo de la “atención y pulcritud” con que el Estado “administra” la riqueza (esa que enajena a los que la crean con su trabajo). De allí que (aquí y en cualquier parte del mundo), el estado populista y/ o socialista, lejos de ser la solución de los pobres, es el que la engendra.
Su acción egoísta, allí donde han podido desarrollarla en plenitud, ha redundado en beneficios sociales, inimaginables hace apenas dos siglos atrás. El mismo, Carlos Marx, escribía por el año 1848: “La burguesía, con su dominio de clase, que cuenta apenas con un siglo de existencia, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas”. Atinada y justa observación, sin embargo, paradójica en la pluma de uno de los grandes enemigos del capitalismo.
En este sentido, en el mismo texto (El Manifiesto Comunista) Marx, declara: “...la existencia de la burguesía es, en lo sucesivo, incompatible con la de la sociedad”. Lo que se puede traducir, como: “Los capitalistas deben ser eliminados”; o, si se quiere, también: “Cuando la revolución proletaria se haga realidad, el genocidio de los empresarios será una necesidad” (Al respecto, los hechos han confirmado, largamente, que los comunistas son: “hombres de palabra”). Pero, salvando esta profesión de fe genocida, lo cierto es que, Marx, enseña que el capitalismo, en potencia y acto, es el mayor creador de riqueza que la humanidad haya conocido jamás.
También (esta vez, “errando el viscachazo”), señala que el sistema capitalista tiene una contradicción fundamental, a saber: que los que producen la riqueza (los obreros), no son los que se la apropian, sino que, otros, son los que se la enajenan. Los burgueses, dice Marx, que se quedan con la parte del león, son los que provocan esta situación de injusticia social. Agrega, además, que fatalmente y en cumplimiento de las leyes inexorables del materialismo dialéctico de la Historia, esta situación se invertirá cuando la revolución aniquile de una vez y para siempre al capitalismo (con los capitalistas y todo aquel que se resista, adentro).
Esta es, en esencia, la idea-axioma básica del pensamiento de izquierda; la cual, apelando al supuesto estatus científico y moral del que presume, seduce a tantos y tantas en el mundo capitalista. Idea- axioma, que lejos, es la que más crímenes ha justificado en la historia (alrededor de 100 millones de homicidios). Es que, la idea en cuestión, no solo es falsa sino también, genocida. Su falsedad, ha quedado demostrada en ese gran laboratorio experimental que fueron y son los países socialistas. En todos ellos y sin excepción, los trabajadores de las industrias y del campo revelaron su incompetencia para crear riqueza, en magnitud y calidad, a la que producían en el sistema capitalista. La dirección de la economía por comisarios del Estado llevó a que la producción y consumo de bienes se derrumbara a niveles africanos. Sin los capitalistas como chivo expiatorio, el Estado socialista se dejó ver en toda su desnudez (el más poderoso fabricante de pobres del que se tenga memoria). El mismo e insaciable Estado que, con otras máscaras, las de faraón, rey, zar, f hrer, comandante, camarada, etc., viene haciendo de las suyas desde que el mundo es mundo. No es extraño, entonces, que la prosperidad llegara a la sociedad con el capitalismo (como bien lo reconoce, Marx). Es decir, con la limitación, división y recorte de los poderes del Estado (léase, con la aplicación del pensamiento liberal.
No es esto, justamente, lo que piensan y dicen, con las excepciones de rigor, el colectivo político; pues, están convencidos de que, el Estado, es la locomotora del progreso y, ellos, sus más competentes conductores.
Ni lo uno ni lo otro. Más bien, todo lo contrario. O, es que, por ventura, alguien cree que es barato el haberle entregado a la Fundación de Madres de Plaza de Mayo, 700 millones de pesos para que se erija en la mayor constructora de casas del país. Fundación devenida en constructora por obra y gracia de Kirchner. Su presidente, Hebe de Bonafini, de 83 años de edad, es enemiga confesa del capitalismo (la tesorera, en cambio, Juanita Pargament, tiene 96 recién cumplidos). Respecto a los conocimientos teórico-prácticos acreditados para calificar en semejante función, ambas coinciden en señalar que, mientras la amenaza del capitalismo yanqui exista, el hormigón debe permanecer armado y al servicio del pueblo.
Lo anterior, es un vivo ejemplo de la “atención y pulcritud” con que el Estado “administra” la riqueza (esa que enajena a los que la crean con su trabajo). De allí que (aquí y en cualquier parte del mundo), el estado populista y/ o socialista, lejos de ser la solución de los pobres, es el que la engendra.