La aventura de la bandera de guerra del Regimiento de Infantería Mecanizada 7 “Coronel Conde” en Malvinas
Por Sergio Toyos
En la prolija Sala Histórica del Regimiento de Infantería Mecanizada 7 “Coronel Conde”, ubicada en los cuarteles de la localidad de Arana, próximos a la ciudad de La Plata, se encuentra expuesta en lugar privilegiado y encerrada en un lujoso cofre, la bandera de guerra que usara la unidad desde 1961 hasta 1985. Amarillenta y desflecada, su tela y semi deshechos sus bordados, los veinticuatro años en que fuera portada por sus abanderados al frente del Regimiento, muestran no solamente ese tiempo, sino particularmente los efectos que las circunstancias de la guerra de Malvinas le produjeran en el corto lapso en el que aún, como bandera de guerra, estuviera su asta plantada en proximidades del Puesto Comando de la Unidad, azotada por el viento y otras circunstancias que narraremos.
El 11 de junio de 1982, ante el previsible revés de nuestras tropas y la incertidumbre reinante, un grupo de oficiales y suboficiales de ese cuerpo, decidieron defender su insignia, la ocultaron envolviéndola en una bolsa de plástico y la enterraron en un lugar conocido sólo por ellos, para evitar que ante la derrota inevitable, la hiciera caer en poder el enemigo. Al día siguiente, ante la evidencia de la rendición, la desenterraron y la separaron pieza por pieza, para asegurarse de que no cayera en manos inglesas.
Sus partes componentes se distribuyeron de la siguiente forma: el entonces teniente Guido Bono envolvió en su cuerpo el paño, ya muy castigado por el viento; la corbata, despojada de sus condecoraciones, fue escondida dentro del abrigo del entonces teniente Miguel Cargnel. Las distinciones fueron descosidas y se repartieron también, de entre los siguientes oficiales y suboficiales: la Cruz Peruana la llevó el entonces mayor Carrizo Salvadores, cosida en el interior del cinturón; la cinta o Dístico de Curapaligüe la escondió el teniente Colom en una de sus botas de combate; la del asalto a la Fortaleza de El Callao, la ocultó en el dedo de uno de sus guantes de abrigo, el subteniente Alfredo Luque; la de la Campaña del Río Negro fue disimulada dentro del forro de abrigo de la parka del suboficial principal Juan Reyes y la de la Toma de Lima, fue escondida entre las dos partes del casco de acero del suboficial principal Humberto Spiletti. Los Históricos Escudos de Honor de Carampangue, Chacabuco y Maipú fueron ocultados por el entonces teniente primero Jorge Calvo, el subteniente Jesús Martín y el capitán Daneri.
Estos oficiales y suboficiales regresaron al continente en distintas tandas y oportunidades. Recién, el 14 de julio, lograron reencontrarse en el cuartel del Regimiento de Infantería Mecanizada 3, en La Tablada, que funcionaba como lugar de reunión y atención del personal que había combatido en nuestras islas.
Ese mismo día, el encuentro de aquel grupo de soldados, permitió reunir las partes componentes de la Bandera Nacional de Guerra del histórico y esforzado Regimiento 7 de Infantería Mecanizada.
La lectura de este episodio, prolijamente redactado y expuesto en un cuadro próximo al cofre que contiene este glorioso lábaro, emociona vivamente a quienes visitan la Sala Histórica de la Unidad, que también contiene otras muchas valiosas reliquias de su larga trayectoria, hacen reflexionar acerca del silencioso y casi ignorado gesto de este grupo de valientes, que ha quedado vivamente grabado en la rica historia de este antiguo regimiento de nuestra Infantería.
Por Sergio Toyos
En la prolija Sala Histórica del Regimiento de Infantería Mecanizada 7 “Coronel Conde”, ubicada en los cuarteles de la localidad de Arana, próximos a la ciudad de La Plata, se encuentra expuesta en lugar privilegiado y encerrada en un lujoso cofre, la bandera de guerra que usara la unidad desde 1961 hasta 1985. Amarillenta y desflecada, su tela y semi deshechos sus bordados, los veinticuatro años en que fuera portada por sus abanderados al frente del Regimiento, muestran no solamente ese tiempo, sino particularmente los efectos que las circunstancias de la guerra de Malvinas le produjeran en el corto lapso en el que aún, como bandera de guerra, estuviera su asta plantada en proximidades del Puesto Comando de la Unidad, azotada por el viento y otras circunstancias que narraremos.
El 11 de junio de 1982, ante el previsible revés de nuestras tropas y la incertidumbre reinante, un grupo de oficiales y suboficiales de ese cuerpo, decidieron defender su insignia, la ocultaron envolviéndola en una bolsa de plástico y la enterraron en un lugar conocido sólo por ellos, para evitar que ante la derrota inevitable, la hiciera caer en poder el enemigo. Al día siguiente, ante la evidencia de la rendición, la desenterraron y la separaron pieza por pieza, para asegurarse de que no cayera en manos inglesas.
Sus partes componentes se distribuyeron de la siguiente forma: el entonces teniente Guido Bono envolvió en su cuerpo el paño, ya muy castigado por el viento; la corbata, despojada de sus condecoraciones, fue escondida dentro del abrigo del entonces teniente Miguel Cargnel. Las distinciones fueron descosidas y se repartieron también, de entre los siguientes oficiales y suboficiales: la Cruz Peruana la llevó el entonces mayor Carrizo Salvadores, cosida en el interior del cinturón; la cinta o Dístico de Curapaligüe la escondió el teniente Colom en una de sus botas de combate; la del asalto a la Fortaleza de El Callao, la ocultó en el dedo de uno de sus guantes de abrigo, el subteniente Alfredo Luque; la de la Campaña del Río Negro fue disimulada dentro del forro de abrigo de la parka del suboficial principal Juan Reyes y la de la Toma de Lima, fue escondida entre las dos partes del casco de acero del suboficial principal Humberto Spiletti. Los Históricos Escudos de Honor de Carampangue, Chacabuco y Maipú fueron ocultados por el entonces teniente primero Jorge Calvo, el subteniente Jesús Martín y el capitán Daneri.
Estos oficiales y suboficiales regresaron al continente en distintas tandas y oportunidades. Recién, el 14 de julio, lograron reencontrarse en el cuartel del Regimiento de Infantería Mecanizada 3, en La Tablada, que funcionaba como lugar de reunión y atención del personal que había combatido en nuestras islas.
Ese mismo día, el encuentro de aquel grupo de soldados, permitió reunir las partes componentes de la Bandera Nacional de Guerra del histórico y esforzado Regimiento 7 de Infantería Mecanizada.
La lectura de este episodio, prolijamente redactado y expuesto en un cuadro próximo al cofre que contiene este glorioso lábaro, emociona vivamente a quienes visitan la Sala Histórica de la Unidad, que también contiene otras muchas valiosas reliquias de su larga trayectoria, hacen reflexionar acerca del silencioso y casi ignorado gesto de este grupo de valientes, que ha quedado vivamente grabado en la rica historia de este antiguo regimiento de nuestra Infantería.