lunes, noviembre 22, 2010

EDITORIAL LNP

EDITORIAL DE LA NUEVA PROVINCIA
 
¡Puaj!



     Lo más triste del bochornoso espectáculo brindado en las últimas horas por nuestros parlamentarios es que, al fin de cuentas, casi todos sus protagonistas son dignos de él. El espectáculo y ellos se merecen uno al otro. El escándalo artero, los balbuceos intrascendentes, el aire distraído de la mendacidad, la incoherencia hipócrita de toda una vida de engañar a sus votantes, son cosas que les sientan como un traje a medida.
     Habría sido menos triste, aunque sorprendente hasta el pasmo, que semejantes esperpentos públicos emparentados cada día más con la desfachatez y el cinismo pudiesen regalarnos algo distinto: una actuación, digamos, decorosa y de cierto nivel intelectual.
     Son lo que son. Son eso: son nuestra dirigencia política y a su costado cientos de miles de ciudadanos que deberían indignarse, desconocerles y echarles en la próxima elección del Congreso, pero prefieren sonreír y decir para sus adentros: "¿Qué querés con este país?".
     La vergüenza del asunto vuelve anecdótico por contraste cualquiera de sus detalles: un agravio, un cachetazo, un ir y venir de declaraciones proferidas por pusilánimes que en media hora se contradicen cinco o seis veces, un aire viciado a componenda y a oscuras instrucciones, sin siquiera el soplo refrescante del maquiavelismo genuino, ¿qué importan a esta altura? Corruptos pero previsibles, mediocres hasta el papelón.