Hebe de Bonafini es una delincuente crónica que delinque todo el tiempo a vista y oídos del país y del mundo … amenazando públicamente, atentando contra el orden constitucional y la vida democrática, haciendo apología de la sedición, atentando contra la autoridad, apoyando actos terroristas con miles de muertos, coaccionando, incitando a la violencia, calumniando, injuriando y paseándose a gusto por la mayor parte de los tipos penales previstos en el Código Penal Argentino.
Y lo hace con la asquerosa impunidad de quien representa lo que para el kirchnerismo es políticamente correcto, ya que si así no fuese hubieran llovido fiscales promoviendo las acciones penales que -nadie puede dudar- corresponden. No hay que tener una imaginación muy frondosa para saber lo que ocurriría si los autores de semejantes acciones fuesen, por ejemplo, políticos opositores o representantes de la Iglesia o del campo.
Inmoral si las hay, esta invenerable anciana lucra -¡y cuánto!- con la parte más oscura de la historia nacional, que personajes nefastos como ella se encargaron de moldear con sangre, convirtiendo en terroristas criminales a muchos argentinos (hoy “jóvenes idealistas”) y arrastrando a la nación a una guerra interna cuyas consecuencias aún hoy padece.
Como delincuente que es, Bonafini debería ser juzgada y condenada.
Pero no debería ser encarcelada, sino beneficiada con la prisión domiciliaria. No sólo porque es vieja, sino también enferma … de odio y resentimiento.
Enrique Juncosa
D.N.I. 12.959.791