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Quienquiera se declare sorprendido de que los familiares de guerrilleros caídos durante los años 70 reciban un subsidio suculento y puntual de parte del mismo Estado que aquellos revolucionarios dispuestos a matar y morir buscaron afanosamente descalabrar, vive en la luna. También es un distraído o un hipócrita culposo quien se escandalice ante el hecho --escandaloso en sí-- de que los familiares de las víctimas asesinadas por aquellos revolucionarios cobren estipendios mucho menos generosos, o no cobren ninguno; o que un etarra que según las autoridades españolas es un terrorista de la ETA, haya estado dando clases en nuestro país hasta hace pocos días. Hace casi 30 años que esta lastimera comedia mediática y social que hace de aquellos guerrilleros unos héroes y de quienes les combatieron unos demonios, se ha instalado en la sociedad y ha echado raíces. El kirchnerismo heredó esa ponzoña cultural y política que nos corroe y la llevó a límites insospechados. Con la particular coincidencia de que, diferenciándose de otras administraciones anteriores, reivindicó, al menos discursivamente, la acción de los terroristas de los años 70. Por eso, a esta altura, sorprenderse carece de sentido. |
La Caridad sin Verdad sería ciega, La Verdad sin Caridad sería como , “un címbalo que tintinea.” San Pablo 1 Cor.13.1