La Moral Cristiana
La moral cristiana es viril y templada        
La moral cristiana se ha desleído y  edulcorado en el ambiente común. El Liberalismo lo ha hecho. Las  virtudes se han amansado y aneciado. Incluso la palabra “virtud” suena  un poco ridícula y ya no significa “fuerza” y “virilidad” como entre los  romanos y griegos (“virtus”, “aretée” de vir y de anéer, varón) sino  más bien debilidad.
Por el Lic. en Psicología (Univ. de Paris - Sorbonne), Leonardo Castellani  
(agradecmos a nuestro corresponsal A.B.L. el envío.) 
La virtud actual es una cosa para  viejas; y en la mujer se reduce a la castidad externa, o sea a la  “defensa de su honra”, lo cual no diré que no sea importante. No es  todo. No olvidar que el Liberalismo es una herejía cristiana: pasa por  alto el pecado original, cree que el hombre es naturalmente bueno, y por  ende no necesita de Sacramentos, ni de la oficina de los Sacramentos,  la Iglesia , aunque la religión en sí puede tolerarse; pero todas las  religiones son buenas… lo cual equivale a decir, vive Cristo, que todas  las religiones son malas.
El Catolicismo Liberal emasculó y  ablandó las virtudes católicas: el liberal es muelle. Incluso las  falsificó introduciendo una falsa Prudencia – Justicia – Fortaleza –  Templanza. Le sigue hablando de… e incluso se sigue alabando al  Prudente, al Valiente , al Moderado; pero esas palabras ya no significan  lo mismo que en los grandes siglos cristianos, cuando Martín Fierro  distinguía tan bien entre la Prudencia y la Astucia, entre la valentía y  el matonismo –en que él cayó de joven.
A ningún hombre amenacen 
porque naides se acobarda… 
 puesto que la Fortaleza nunca agrede, nunca “empieza” como dicen los chicos:
El hombre no mate al hombre 
ni pelee por fantasía, 
tiene en la desgracia mía 
un espejo en que mirarse: 
saber un hombre guardarse 
es la gran sabiduría. 
En los “consejos” de Martín Fierro se encuentran las cuatro virtudes cardinales –con más acento la Justicia.
 La Prudencia  
Veámoslo brevemente: se introdujo una  Prudencia remirada, egoísta y cobardona: el “no te metas”, p.e. pero  esta Primera de las virtudes, sin la cual ninguna es virtud, es un  conocimiento, el conocimiento de lo hacedero y de lo faciendo, de lo  agendo, de lo que hay que hacer; y este conocimiento está cimentado en  el conocimiento de la Realidad; no es un mero timoratismo, es un  conocimiento.
Cuando hacemos una imprudencia,  malconocemos lo agendo; cuando malconocemos lo agendo, desconocemos la  realidad; cuando desconocemos la realidad, pecamos.
El que peca se pone delante como un  bien lo que en realidad es un mal; de modo que se puede decir que “el  Bien es lo real, el mal es una equivocación” acerca de lo real  realísimo, conforme al viejo apotegma de Sócrates de que todo pecado es  un error. Si uno dice: “es nada más que un error”, se equivoca; pero si  dice “es un error”, dice bien.
La Prudencia pues, siendo “el ojo que  encuentra el camino”, no tiene por qué ser ni astucia ni picardía ni  sobrecautela ni precaucionismo ni cálculo ni continuo desconfío y  avizoro, ni mucho menos cobardía; al contrario, la Prudencia no existe  sino junto con su hermana la Fortaleza o Valentía. Al contrario del  proverbio italiano de que “soldado que huye sirve para otra vuelta” y  del proverbio catalán “de los que dispararan, algunos se salvan”, la  Prudencia sabe que en muchos casos lo más imprudente de todo es  disparar; y lo más prudente, acometer. Y así Mussolini, que era  italiano, dijo una vez que la primera virtud del Gobernante era la  Prudencia; pero la segunda, sin la cual la primera no sirve, era la  imprudencia; queriendo decir que la prudencia no excluye, antes reclama  el brío, la osadía, la valentía, el golpe; en una palabra: la virtud de  la Fortaleza.
No olvidemos pues que la Prudencia es  la “recta ratio agibilium”, la recta apreciación de lo agendo y agible, o  sea, la guía para hacer el bien; y el bien a veces pide lucha,  esfuerzo, osadía; el bonum arduum que decían los antiguos, el bien  arduo, como lo son todos los bienes grandes, y en realidad de verdad  todos los bienes verdaderos.
Yo he recogido en mi vida religiosa  demasiada experiencia de la falsa prudencia, que San Pablo llama  prudencia según la carne2 : la prudencia catalana que consiste en  disparar siempre. Tres veces el original de un libro me ha sido devuelto  por un religioso editor con las palabras: “es una buena obra; nos  gustaría publicarla pero no podemos por prudencia: tenemos miedo”.  Palabras textuales de una tarjeta acerca del Evangelio de Jesucristo. La  primera vez me dio rabia y dije: “Los Padres del Verbo Divino tienen  miedo del Verbo Divino ”; pero la segunda vez me consolé diciendo:  “Puede ser señal de que es literatura viva y no literatura muerta. Como  es viva se mueve; y ellos al ver un „bulto que se menea ? creen que  puede ser un tigre o una víbora; y es un perro guardián, un manso y leal  mastín”.
La Prudencia del Liberalismo, la  “prudencia según la carne ” está aguada; la Justicia del liberalismo  está mutilada: es meramente negativa y se reduce a la llamada Justicia  Conmutativa; y ésa, no entera ni completa.
 La Justicia  
La Justicia burguesa se reduce al  contrato: do ut des, doyte para que me des: considera un cambio de  bienes al modo comercial; yo te doy 10.000 pesos, pero me debes devolver  15.000, o bien otro bien equivalente, o al menos una ilimitada  gratitud, alabanzas, favores, servicios o lo que sea. El Liberalismo ha  ido tan lejos en esto que ha llegado a definir el Estado y la Nación  como un CONTRATO, el Contrato Social. (Éste es un disparate fenomenal,  que no voy a refutar ahora. La Nación no surge de un contrato ni  explícito ni implícito entre todos los connacionales –como imaginan  Rousseau y también Suárez-, sino que surge de un movimiento natural del  hombre, “animal político” que dijo Aristóteles, el cual movimiento  requiere la Autoridad, causa eficiente de la sociedad, y por ende el  Mando y la Obediencia. Y en ese sentido solo decimos que “la Autoridad  viene de Dios”, no inmediatamente, sino a través de la Natura, creada  por Dios3).
De modo que el Liberalismo elimina la  Justicia Distributiva (del Jefe para los súbditos) y la Justicia Legal  (de los súbditos para con el Jefe): y una vez hecho el Contrato Social  (elegido el Presidente), los súbditos no tienen más deberes para con él,  y él puede hacer lo que se le antoja. Lo único que queda es el “ordo  partium ad partes”4, eliminando el “ordo partium ad totum”5 y el “ordo  totius ad partes”6, que son las más importantes partes de la Justicia,  la cual exige al gobernante que distribuya bien los castigos, premios,  trabajos, puestos y privilegios, según los méritos, y que busque y  alcance el Bien Común de todos, lo cual le es exigido acérrimamente, es  su deber más estricto, o sea, el orden del todo a las partes, o Justicia  Distributiva. Y a su vez los súbditos deben al gobernante legítimo  respeto, apoyo y obediencia, o sea el orden de las partes al todo, o  sea, Justicia Legal; y estos dos órdenes son mucho más transcendentes  que el orden de las partes a las partes o Justicia Conmutativa. 
Ni este orden siquiera guarda el  Liberalismo, pues este orden no se reduce a cumplir los contratos, pagar  las dudas y no emitir cheques en blanco , lo cual desde luego debe  hacerse. La Justicia cristiana tiene dos partes, negativa y positiva; y  la Justicia actual se contrae a una parte de la parte negativa: “no  dañes”. Es poco.
La Justicia cristiana está toda ella  encerrada en la norma conocida: “No hagas al otro lo que no quisieras te  hagan a ti”, que encontramos en boca de Jesucristo, y en la Ley de  Moisés, y en el antiquísimo libro chino “Las Analectas de Confucio”  traducido por A. Waley. Es negativo: dice “no hagas”, no dice: “Haz a  los otros lo que quisieras te hicieran a ti”, porque eso es falso: yo no  puedo querer para todos los otros lo que quiero para mí, p.e., que  escriban libros o que digan misa, porque cácual es cácual. Yo quiero que  se editen mis libros, pero no puedo querer, por ejemplo, que se editen  los libros del P.P. o del P.R.R., los cuales sin embargo se editan antes  que los míos. Pero eso no es justicia ni positiva ni negativa.
El famoso Proudhon, en su libro La  Justicia en la Revolución y en la Iglesia , reprocha a la Iglesia su  Justicia puramente negativa, según él, porque estaba rodeado el año 1858  de la Justicia del Capitalismo y el Catolicismo Liberal, y creía ésa  era toda la Justicia cristiana. Pedro José Proudhon , el famoso autor de  La Propiedad es un Robo (y debajo: “Este libro es propiedad del  autor”), fue un anarquista, pero un proletario honrado y de buena fibra;  de una ignorancia impresionante. A pesar de haber sido seminarista,  ignoraba la parte positiva de la Justicia cristiana, la más esencial.  Donoso Cortés lo tiene por un demoníaco. Puede ser. Pero más parece un  ignorante, sembrado de “virtudes cristianas que se han vuelto locas”.
Lo positivo de la Justicia cristiana  está contenido simplemente en el precepto: “Amarás al prójimo como a ti  mismo”7, lo cual es mucho más que decir “no dañarás al prójimo”. Decir  “como a ti mismo” es decir que yo soy uno y el prójimo es otro, y  después equipararlo conmigo, lo cual es el efecto propio del amor. Eso  significa que el prójimo tiene cosas suyas que son distintas de las  mías, y no se reducen solamente al dinero, y esas cosas positivamente yo  se las debo, no de limosna sino de Justicia: si tiene, hambre, yo le  debo una parte de mi pan; si está perseguido, yo le debo mi defensa; si  merece un puesto, yo debo dárselo y no excluirlo para ponerme yo; si es  ignorante, yo le debo mi saber. Deste modo, la definición pagana de la  Justicia: “dar a cada cual lo suyo” (unicuique suum) se amplía por obra  del amor maravillosamente. En la Justicia natural, el tener yo saber no  me crea ninguna obligación, lo imparto o comparto si quiero; pero en la  Justicia cristiana, que considera el saber un don de Dios, nace la  obligación de Caridad de trabajar para compartirlo. –Pero entonces es  Caridad y no Justicia. –La Justicia en el cristiano está envestida de la  Caridad, o sea el Amor , lo mismo que todas las otras virtudes, como  veremos. “Dad a los que no os pueden devolver nada”, dijo Jesucristo,  “ni siquiera gratitud”8. Nace el Buen Samaritano. El buen samaritano da  compasión, ayuda, dinero, tiempo y cuidado a un desconocido que topa y  que es, religiosamente, su enemigo. “Bien, ése es tu prójimo”, dice  Jesucristo9.
En suma, la Justicia cristiana  consiste en reconocer al otro como persona, no como algo mío, sino como  EL EN SÍ, munido de toda clase de derechos; y entonces volverme dese  modo “deudor de todo el mundo ”, como decía San Pablo de sí mismo10.  Lejísimos de la ruin Justicia burguesa, comercial y liberal, que tiene  como máxima alabanza: “Yo no debo nada a nadie: este hombre no debe nada  a nadie”. La alabanza verdadera es: “Yo me debo a todos”.
El efecto de la Justicia es conservar  el orden en las relaciones humanas; y ese orden después de Jesucristo no  se puede conservar sino por el amor , digamos por una exageración del  despego de sí mismo, para lo cual es necesaria la Fortaleza.
 La Fortaleza  
"Todo el mérito de la Fortaleza viene  de la Justicia" -dice Santo Tomás. Fortaleza significa simplemente  Valentía y se define: "la aptitud para acometer peligros y soportar  dolores". De Luis XVI de Francia escribió Hipólito Taine: "Tenía todas  las virtudes de un cristiano, pero no las de un Rey". Se equivocaba  grandemente: la Fortaleza, que le faltó a Luis XVI (aunque no en el  momento de su muerte santa), es estrictamente una virtud del cristiano,  aunque no del cristiano liberal. La cobardía puede ser pecado mortal y  Jesucristo tenía verdadera inquina a la cobardía. En el Apokalypsis San  Juan enumera una cantidad de condenados al fuego, y entre ellos pone  "los mentirosos y cobardes"11, que faltan a la Justicia y a la  Fortaleza.
La falsificación liberal de la  Fortaleza consiste en admirar el coraje en sí, con prescindencia de su  uso, o sea, prescindiendo de la Prudencia y la Justicia.
Pero el coraje aplicado al mal no es virtud, es una calamidad, es "la palanca del Diablo" dice Santo Tomás.
El coraje en sí puede ser una cualidad  natural, una especie de furor temperamental, una ceguera para ver el  peligro, o una estolidez en soportar males que no se deben soportar.  Entre nosotros, por ejemplo, es usual admirar y encarecer a Sarmiento  porque era corajudo. Está bien, pero falta ver todavía si aplicó ese  coraje, que le venía simplemente de haber nacido sanjuanino, a una buena  causa o a una mala causa, como por ejemplo, la exaltación soberbia de  sí mismo; si la aplicó a buenas causas lo nombraremos prócer. En un  discurso para la inauguración de un busto de Rosas en Sáenz Peña (Chaco)  Marianito Grondona dijo que estaba dispuesto a reconocer a Rosas como  un héroe si los rosistas reconocían a Sarmiento como un héroe, aunque no  con estas palabras. Dijo literalmente: “Debemos venerar y honrar a  todos nuestros próceres, porque somos una nación joven, que no tiene  muchos, prescindiendo de sus defectos, de sus fallas y hasta de sus  crímenes”, dijo el orador. Un momento: un héroe que hace crímenes no es  héroe; y nosotros no podemos prescindir de sus crímenes. Mejor es que  caigan Rosas y Sarmiento, antes que amontonarlos a los dos en una  coyunda común. Ninguno de los dos fue prócer, en todo caso, Marianito.
Lavalle era un prócer y mató a Dorrego  ; pero Dorrego también es un prócer y los dos tienen su estatua en la  misma calle a 300 metros de distancia. En la realidad estuvieron tan  distantes como la Muerte y la Vida; pero ahora están juntitos “en el  abrazo luminoso de la inmortalidad” que dice Marianito Grondona. Creo (y  corríjanme si me engaño) que Lavalle no tuvo más virtud de Fortaleza  que el coraje para pelear en la guerra , fue un “buen sable”, la virtud  del tigre y del toro, no la virtud del cristiano, incluso tomando  “cristiano” en el sentido criollo de humano, de hombre racional. Fue un  poco bobo.
La Fortaleza no excluye el miedo,  solamente lo domina; al contrario ella está fundamentada en un miedo, en  el miedo profundo del mal definitivo, de perder mi propia razón de ser.  La Fortaleza se basa en que el hombre es vulnerable, el ángel no puede  tener Fortaleza porque no puede recibir heridas. La Fortaleza consiste  en ser capaz de exponerse a las heridas y a la muerte (el martirio,  supremo acto de la virtud de Fortaleza) antes de soportar ciertas cosas,  de tragar ciertas cosas y de hacer ciertas cosas. No existiría la  Fortaleza o Valentía si no existiera el miedo:
“el miedo es natural en el prudente, 
y el saberlo vencer es ser valiente ”, 
y tampoco si no existiera la  vulnerabilidad. ¡Qué palabra más fea! (PARÉNTESIS acerca de nuestra  lengua. Hemos perdido el latín “vulnus”, que significa “herida”, y  tenemos “vulnerable” y “vulnerabilidad”, palabra sexquipedal. El  castellano perdió muchísimas de las palabras raíces, el sustantivo o el  verbo corto y simple, y conservó los derivados, a veces larguísimos y  para la mayoría incomprensibles; sobre todo en países donde no se  estudia el latín en las escuelas. ¿Países, dije? País hay uno solo, la  Argentina : hasta los rusos estudian ahora latín; así que nuestra lengua  en nuestras bocas se va derruyendo. La gente usa las palabras a bulto,  sin comprenderlas exactamente, incluso los periodistas , los locutores  ¡y los políticos! No digamos “totalitarismo”, por ejemplo: no es palabra  castellana, es un barbarismo. “Totalismo” sería, en todo caso;  “tota-lita-rismo” es casi impronunciable, y el vulgo cree que es el  nombre de dos bailarinas. Dicen “irrefragable” queriendo significar  “inevitable”: irrefragable significa “lo que no se puede votar en  contra”, viene de “suffragari”, votar a favor (sufragio), y “refragari”,  votar en contra (“refragio” deberíamos tener). Irrefragable es algo que  no se puede negar ni rechazar ni objetar ni siquiera discutir; y así  “opinión irrefragable” está bien, pero “acontecimiento irrefragable”,  como dice Bernardo Vogelman, está pésimo. Y así “indeleble” lo he visto  usado por “inolvidable”; “indeleble” es lo que no se puede borrar; pero  el colmo es “latente”: los cagatintas creen que viene del verbo latir y  lo usan en el sentido de palpitante; y viene del verbo later, que se  perdió, y significa “estar escondido”. No es lo mismo. –Y esto ¿qué  tiene que ver con la virtud de la Fortaleza? –La Fortaleza que se  necesita para escuchar “Radio” y leer los diarios).
La virtud de la Valentía no supone no  tener miedo; al revés, supone un supremo miedo al último y definitivo  mal, y el miedo menor a los males de esta vida captados en su realidad  real; de acuerdo a la palabra de Cristo: “No temáis tanto a los que  pueden quitar la vida del cuerpo; temed más al que puede cuerpo y alma  condenar para siempre”12. No dice: “No temáis nada”, porque eso es  imposible: el prudente naturalmente teme los males naturales captados en  su realidad real, no en imaginaciones… Dice Cristo: “temed menos”; y en  caso de conflicto que el temor mayor venza al menor, impidiéndonos  “perder el alma ”, aun a costa de perder la vida.
De ahí que los dos actos precipuos de  la Fortaleza son acometer y aguantar; y este último es el principal;  dice Santo Tomás inesperadamente. ¿Cómo? ¿No es mejor siempre la  ofensiva que la defensiva, la actividad que la pasividad? Santo Tomás  parece apocado, parece aconsejar agacharse y aguantar más bien que  atacar; y el mundo siempre ha tenido el ataque por más valeroso que el  simple aguante.
Santo Tomás tiene por más a la  Paciencia que al Arrojo; pero no excluye el Arrojo cuando es posible, al  contrario; con otra proposición paradojal dice que la Ira trabaja con  la Fortaleza y hace parte de ella.
¡Oh argentinos, que no sois capaces de  airaros y os refugiáis en la pasividad resentida! No sois fuertes, ni  sois tan siquiera pacientes.
 En la condición actual del mundo, en  que la estupidez y la maldad tienen mucha fuerza, hay muchos casos en  que no hay chance de lucha; y aun para luchar bien se necesita como  precondición la paciencia; y a veces el sacrificio. “He aquí que os  envío como corderos en medio de lobos”13. El acto supremo de la virtud  de la Fortaleza es el martirio, pero la Iglesia ha llamado siempre al  martirio “triunfo” y no derrota.
La Ira reta arroja al hombre recto al  ataque, o al menos lo mantiene en su puesto: “airaos sin pecar” dice San  Pablo14, de lo cual el dio grandes ejemplos, o sea, indignaos ante el  Mal sin frenesí ni desorden. El hombre que no puede indignarse no es  hombre, ni tampoco mujer: es un cuitadillo. La recta indignación es el  permanente motor del paladín: ella presta y aumenta las fuerzas. La Ira  desordenada es uno de los pecados capitales; pero la Ira de suyo es una  pasión natural, que como todas ellas puede ser o buena o mala según sea o  no gobernada por la razón. Me gustaría verlo a Illia iracundo algún  día.
Existe un concepto vulgar de que la  virtud consiste en la ausencia de pasiones y la santidad en la  eliminación de las pasiones: es erradísimo. Las pasiones son las fuerzas  naturales del hombre, sin las cuales no podemos hacer nada grande –ni  chico, no podemos caminar: “los afectos son los pies del alma”, dice San  Agustín. El burgués se disgusta ante cualquier apasionamiento, le  parece que se quiebra la corrección o la buena educación: “¡Vamos, paz,  paz, querido: no te atufes: despacio, despacio!”. Esta virtud pacata que  consistiría en la eliminación de las pasiones es el falso concepto de  los estoicos antiguos, de los modernos liberales, y de la religión y  cosmovisión budista: un Schopenhauer, por ejemplo; pero eso no es  virtud, será corrección a lo más, y a lo menos es debilidad,  insensibilidad y apatía. Para que triunfen los malos en el mundo , basta  que los buenos no hagan nada. Por eso en la Argentina los malos  gobiernos se ponen a gritar: “¡Paz, tranquilidad, reencuentro de todos  los argentinos buenos y malos!” Pero eso, la mescolanza del bien y del  mal en la falsa tranquilidad burguesa, ése es el reencuentro en la  ignominia –y no en la Paciencia.
“Ten cuidado con el hombre paciente:  es peligroso” –dijo uno. ¿Por qué? Porque espera su momento. La  paciencia consiste formalmente en no dejarse derrotar por las heridas, o  sea, no caer en tristeza desordenada que me abata el corazón y perturbe  el pensamiento; hasta hacerme abandonar la Prudencia, abandonar el bien  o adherir al mal; y en eso se ejerce una actividad enorme. “Soportar es  más fuerte que atacar”; y por eso las mujeres tienen muchas veces más  fortaleza que los varones: y por eso una buena mujer que ha soportado  toda la vida a un mal marido ha hecho quizá una hazaña mayor que si le  hubiera dado un garrotazo; aunque esto también puede servir a veces.
Otra vez volvemos los ojos al error  moderno y plebeyo; considerar la paciencia como la actitud lacrimosa y  pasiva del “corazón destrozado”, que dicen. Al contrario, la paciencia  consiste en no dejarse destrozar el corazón, no permitir al Mal invadir  mi interior. Por tanto en el fondo se basa en la convicción o en la fe  en mi última “invulnerablez”, en mi inmunidad definitiva. Pase lo que  pase, al fin yo voy a vencer, cree el cristiano; y hasta el fin nadie es  dichoso. Aunque sea a través de la muerte, si es inevitable; pero si no  es inevitable, no. Como dijo Don Pío Ducadelia al morir:
Oíd, mi Padre Confesor 
y parentela entera: 
si hay que morir, yo muero por… 
fuerza, no porque quiera. 
De donde se ve que la Paciencia pisa y  pende de la virtud de la Esperanza sobrenatural, lo mismo que la  Fortaleza, y no del apocamiento y la debilidad.
Sufra y aguante, 
tenga paciencia, 
que con paciencia 
se gana el cielo, 
dice el tango: pero la paciencia no  consiste en el sufrir sino en el vencer el sufrimiento: “eso no lo sufro  yo” –dijo el Valeroso. Sufrir y aguantar no es lo mismo: aguantar es  activo, y es pariente de “aguardar” y “aguaitar”.
Con razón dice el filósofo Pieper que  la Fortaleza o Valentía atraviesa los tres órdenes humanos, el  Pre-orden, el Orden, y el Super-orden, y está integrada en ellos. El  Pre-orden en este caso es el coraje natural, el instinto de agresión en  el varón sobre todo, y de resistencia en la mujer sobre todo, que lo  poseen lo mismo el ser humano que el león o el mastín, y depende mucho  del cuerpo, temperamento y temple; el Orden es el coraje ordenado por la  razón y devenido valentía o valor; y el Super-orden es la virtud moral  de la Fortaleza, pendiente de la virtud supernatural de la Esperanza, la  cual informa a los otros dos órdenes y los robustece o se los  incorpora; de tal modo que puede darse un hombre tímido, cansado,  entristecido y castrado de lo natural, que haga grandes fortalezas en  virtud de su virtud sobrenatural –como se ha visto en débiles mujeres y  enfermas, de llapa –como aquella santa que estaba embarazada y era una  esclava- en el tiempo de los triunfos de los mártires.
Una ilustración de todo esto puede ser  una novela policial del irlandés yanqui Day Keene (no sé si es varón o  mujer) llamada Naked Fury (Desnuda Furia), que leí poco ha en alemán,  donde ninguna mención se hace de la Virtud ni de la Religión, pero en sí  misma es de inspiración católica. No es una policíaca yanqui en  puridad, sino una tragedia shekspiriana y sofoclea a la vez. El héroe es  una Magnánimo, un caudillo político de una pequeña ciudad yanqui, que  hace bien a todos y por ende es seguido de todos; cuya suprema  aspiración de su vida, por la cual lucha y se sacrifica, es ver al  suburbio miserable, hediondo y malsano donde nació, saneado y convertido  en un barrio humano y decente por medio de elecciones y electoralismo  –democracia.
Es el Magnánimo de Aristóteles, que  tiene que enfrentar a la política corrompida y criminosa, es engañado  por ella, cae en una trampa, está a punto de claudicar; y de repente es  poseído de un sacro furor a una palabra de su mujer: “Pero él todavía  tiene corazón”; y con la fuerza de la ira recta, mata y muere, a la vez  fiscal y verdugo; pero vence al morir.
No es un santo, es un pecador, pero  tiene el magno ánimo o señorío, que es una gran virtud natural o mejor  dicho es la tierra de todas las virtudes. Está juntado con una pobre  mujer, que es tan magnánima como él o más, con la cual propone casarse y  retirarse a vivir tranquilo, una vez acabado su combate, al cual  sacrifica todo; y cae al final en un delito de adulterio, del cual  abomina al instante, pero cae con la atenuante de una tentación  tremenda. Por tanto, es un hombre humano y defectuoso, no es un estoico  ni un superhombre, pero es un hombre, como dice un periodista al final,  en presencia de su cadáver y de su mujer: “No fue un santo; ya ha sido  juzgado de sus yerros en otra parte; pero fue un hombre; y amaba a los  hombres”. Y a la mujer le dice: “No llores” –y ella contesta: “No  lloro”.
Es una obra de arte perfecta, como nos  dan de vez en cuando los yanquis, que constituye como una ilustración  pagana (digamos) de la virtud de la Fortaleza y las otras virtudes  cristianas.
 La Templanza  
A la Fortaleza sigue la más chica de  las virtudes cardinales, la Templanza o Temple (propongo se denomine a  las virtudes cardinales Discriminación, Ecuanimidad, Valentía y Temple),  la más pequeña pero la más urgente y cotidiana: la más pequeña porque  dice respecto a sí mismo y no en relación con los demás, es individual y  no comunitaria; pero su falta estropea o debilita todas las otras  virtudes, hasta hacerlas desaparecer a veces. La Lujuria, por ejemplo,  produce imprudencia, injusticia y cobardía –estropea las otras virtudes.
La Templanza, para el burgués,  consiste en no hacer excesos peligrosos, evitar el escándalo y, si  acaso, no ser casto pero ser cauto: usar el “preservativo”; en suma:  “ser moderados en todo”, como dicen, dando a “moderado” el sentido de  “mediocre”. O sea, la Templanza burguesa se vuelve puramente negativa,  como la Prudencia burguesa, la Justicia burguesa y la Fortaleza  burguesa. Pero la Templanza es una virtud positiva, consiste en el recto  uso de los placeres y también, por supuesto, en la recta exclusión de  algunos placeres; tanto es así que entre las ramas de la Templanza  existe una virtud poco conocida hoy día que los griegos llamaban  “eutrapelia”: la virtud de “saberse divertir”, el arte de divertirse  bien, es decir, mucho. Esto no es una broma o una ocurrencia, Santo  Tomás diserta muy sabiamente acerca de la eutrapelia, que creo que para  él consistía principalmente en leer libros y dar clases; y para mí  consiste en escribir novelas que es mucho más divertido que leerlas.  Leer novelas, aunque sean novelones, es un deleite lícito y humano;  contra la opinión del P. Luis Martín , General S.J., que las llama  “fábulas estúpidas y lascivas”.
“Yo he dado en Don Quijote pasatiempo 
al pecho melancólico y mohíno 
en cualquiera lugar y en todo tiempo…”, 
porque la Templanza, así como  comprende la abstinencia, la continencia y la renuencia, también  comprende la eutrapelia, la afabilidad, la sociabilidad, la gracia en el  hablar, el viajar, el cantar (pero cantar bien), el nadar, el domar  potros (aunque esto tiene algo de la Fortaleza), el gusto artístico, el  huir de los necios, el no comprar diarios y… la buena cocina. La mala  cocina es un pecado contra la Templanza.
-¡Cómo que m´hi divertío anoche! –dijo el salteño. -¿Y qué hiciste? –Comí arroz con leche. 
La Templanza es católica, la  moderación es protestante. Si la Templanza consistiese en la mera  corrección externa del burgués, entonces los puritanos serían prodigios  de virtud; y el Puritanismo, que rechaza todos los placeres o se  avergüenza de los inevitables o indispensables, condena el teatro , la  pintura y todas las bellas artes y se pasa la vida oprimiendo a sus  hijos y a sus prójimos, no es virtud sino vicio: es el fanatismo de la  negatividad. Esos dos grandes escritores ingleses, Chesterton y Belloc  se pasaron la vida alardeando de su afición a la cerveza y su afición al  vino respectivamente; y sus adversarios los tachaban de bohemios,  viciosos y borrachos; y en realidad era el gusto de reírsele en la cara  al Puritanismo inglés; y creo que hicieron más apología cristiana con  sus vidas alegres que con todos sus libros de Apologética. Belloc  escribió un largo poema al vino, “The Wine”, que es una de las cumbres  de la poesía inglesa, tan rica hoy día; donde junto con el vino anda el  viajar, el dirigir un velero, el hacer bromas, el hacer versos, el cenar  con los amigos, el corregir los deberes de los hijos, pelearse con la  mujer, polemizar con los protestantes –toda la eutrapelia, podía  llamarse en vez de “The Wine”, “The Eutrapely”- para acabar con la buena  muerte y el Santísimo Sacramento. Al pobre Belloc le vino por permisión  de Dios un diluvio de desgracias al fin de la vida y tuvo que ejercitar  la paciencia mucho más que la eutrapelia; pero sus cincuenta o sesenta  años de eutrapelia no se los quita nadie. San Hilario Belloc: Hilario  significa alegre, de donde viene “hilaridad”; y es otra de las palabras  latinas que hemos perdido, hílaro, alegre.
 Conclusión  
En suma, el Liberalismo corrompió las  virtudes cardinales naturalizándolas (puesto que el Liberalismo es  Naturalismo religioso) y mutilándolas (puesto que el Liberalismo es  falta de grandeza, es la idiosincrasia del comerciante); y en  consecuencia suprimió las virtudes teologales, la Fe, la Esperanza y la  Caridad.
La virtud es lo más allá que un hombre  puede ser; el ensanchamiento, la plenitud del ser humano en cuanto  humano; pero Cristo añadió otra plenitud, la plenitud del ser humano en  cuanto sobrehumano, o sea elevado al orden sobrenatural. Desto, más  adelante, si Dios quiere.
-------------------
1 Extraído de “Castellani por Castellani”, pp. 330-342.
2 Romanos 8, 6.
3 Sobre esto, ver La Autoridad y sus Funciones, p. 82. [sic en el original en papel]
4 El orden de las partes a las partes.
5 El orden de las partes al todo.
6 El orden del todo a las partes.
7 Mateo 22, 39; Lucas 10, 27.
8 Lucas 6, 35.
9 Lucas 10, 29-37.
10 Romanos 1, 14.
11 21, 8.
12 Lucas 12, 5.
13 Mateo 10, 16.
14 Efesios 4, 26.