La política oficial intenta tergiversar la historia, torcer nuestra memoria y homenajear a aquellos que con armas, atacaron a la sociedad argentina durante la década del 70.
Recientemente nos enteramos de que el brutal asesinato del coronel Larrabure a manos de terroristas del ERP se tipificó por la Justicia como un delito de lesa humanidad, por lo tanto imprescriptible. El mismo día, Arturo Larrabure, hijo del militar muerto, denunció públicamente que el gobierno habría homenajeado a los verdugos de su padre en el “Parque de la Memoria”, próximo a la costanera porteña, colocando sus nombres en placas homenaje.
Lo cierto es que en aquel monumento no sólo figuran los nombres de quienes acabaron con la vida del coronel Larrabure, sino que también están las placas de decenas de terroristas que perpetraron los más inhumanos atentados contra nuestra nación en la década del 70. En una de ellas por ejemplo, puede leerse el nombre de Fernando Abal Medina, jerarca Montonero y actor material del asesinato del ex presidente Aramburu. Al respecto, contaban Mario Firmenich y Norma Arrostito en la revista “La causa peronista” (3/9/74) que “Fernando (Abal Medina) disparó la pistola 9mm al pecho. Después hubo dos tiros de gracia, con la misma arma y uno con una 45. Fernando (Abal Medina) lo tapó con una manta”. Los secuestradores de Aramburu, la citada Norma Arrostito y Carlos Capuano Martínez, también tienen su lugar en el monumento.
El terrorista de marras no es el único jerarca de Montoneros que es homenajeado por el gobierno; también hay placas para Horacio Alberto Mendizábal, José Sabino Navarro, Marcos Osatinsky, Héctor Pardo y Carlos Alberto Hobert, este último confesando años antes de su muerte que “la primera acción que hacemos es muy graciosa…asaltamos un hotel alojamiento…del cual sacamos la hermosa suma de 120.000 pesos” (1). Al parecer el gobierno considera que secuestrar a un ex presidente para luego asesinarlo constituye un acto de heroísmo, y que robar grandes sumas de dinero de un hotel es un ejemplo de valentía y justicia que merece ser homenajeado.
Los jefes del trotskista ERP (organización terrorista que secuestró, torturó y asesinó a Larrabure) también tienen su lugar en el Parque de la Memoria. El nombre del Comandante en Jefe erpiano, responsable de decenas de asesinatos, veintenas de secuestros e innumerables atentados, Mario Roberto Santucho, figura entre las placas, al igual que los jerarcas Benito Urteaga, Antonio del Carmen Fernández, Martín Salvador Falcón y Manuel Negrín, caídos en Tucumán cuando pretendían hacer de esa provincia una “zona liberada” y separarla de la República Argentina.
Entre las placas-homenaje encontramos también casos tragicómicos, como el del terrorista Fernando Rubén Haymal, que figura como víctima de las FF.AA, cuando en realidad fue fusilado por sus propios compañeros guerrilleros, tal como informó el ERP en su Parte de Guerra del 3 de septiembre de 1975 donde se puso de manifiesto lo siguiente: “En el día de la fecha a las 18.45 horas fue ubicado Fernando Haymal, alias Valdés, el cual fue introducido a un coche y ejecutado en el acto en cumplimiento de la sentencia dictada por el tribunal Revolucionario con fecha 26 de agosto de 1975”.(2) Caso idéntico es el de Roberto Quieto, cabecilla de las terroristas FAP y luego de Montoneros, que, según deja claro Pablo Giussani, “la conducción montonera anunció la condena a muerte de Roberto Quieto”.(3)
Los terroristas que eligieron suicidarse también tienen un lugar en el homenaje, figurando sus nombres entre las placas recordatorias, tal el caso del montonero Francisco “Paco” Urondo, que, como es bien sabido, eligió el camino de la pastilla de cianuro al verse rodeado por la policía.
La generosidad del gobierno para con quienes atacaron a nuestra nación en la década del 70 es tan desmesurada, que abarca también a los terroristas de organizaciones extranjeras que vinieron a nuestro país para sembrar el terror operando en conjunto con la guerrilla local. En efecto, el nombre de Domingo Villalobos, “Chileno, perteneciente al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)”(4), se encuentra grabado en una de las placas. Indispensable es destacar que Villalobos no murió por pensar distinto, ni tampoco por “disentir con el régimen”; murió en 1975 por atacar una escuelita humilde de Tucumán que “dos suboficiales y nueve soldados estaban pintando”.(5) Del mismo modo, el terrorista italiano Domingo Menna, responsable de atentados varios en nuestro país, ocupa un lugar en el monumento del Parque de la Memoria.
Los responsables del más alevoso atentado terrorista perpetrado en la década del 70 (y segundo de más gravedad en la historia Argentina luego del de la AMIA) también recibieron el homenaje del gobierno. Nos estamos refiriendo a la bomba que voló en mil pedazos la Superintendencia de Seguridad Federal, dejando 18 muertos y 66 mutilados. Lo cierto es que no sólo los colaboradores del operativo terrorista, Marcelo Daniel Kurlat (Jefe de la Secretaría Militar de Montoneros) y Sergio Tarnopolsky, tienen grabados sus nombres en el monumento, sino que también figura el de quien colocó el explosivo, el montonero José María Salgado (6).
Un caso similar por la alevosía del atentado fue el del Comedor de Seguridad Federal, donde la organización Montoneros colocó bajo una mesa un explosivo que terminó con la vida de 16 personas y dejó 65 heridos y mutilados. El responsable del acto terrorista fue José Luis de Dios (7), homenajeado también por el gobierno en el Parque de la Memoria.
Resulta indispensable aclarar que según datos de la Causa 13, las organizaciones terroristas que operaron en nuestro país cometieron la suma de 21.665 atentados entre 1969 y 1979, perpetrando el 52% de ellos en períodos democráticos. Las mismas dejaron un total de 1501 muertos, de los cuales el 40% fueron civiles completamente ajenos al conflicto armado que caracterizó ese nefasto período.
Los casos citados en este trabajo de investigación no son producto de un descuido del gobierno. Tampoco son producto de un error. Es tan sólo consecuencia de una política oficial que intenta tergiversar la historia, torcer nuestra memoria y homenajear a aquellos que con armas, atacaron a la sociedad argentina durante la década del 70.