viernes, julio 23, 2010

HOMOSEXUALIDAD Y HOMOSEXUALISMO

No se  debe discriminar a los homosexuales, es cierto, pero de ninguna manera aceptar las presiones del homosexualismo.

El núcleo duro de estas presiones es el llamado “orgullo gay”.

Un homosexual es una persona y como tal se le debe respeto. Distinto es que le rindamos honores por ser homosexual, en primer lugar porque le haríamos un mal a él mismo y qué decir a los jóvenes y a la sociedad en general.Hay homosexuales u homófílos que lamentan su condición de tales y que, incluso, luchan contra su inclinación. No se ha comprobado que en el origen de la homosexualidad haya factores genéticos. Sí se conoce con bastante evidencia empírica que su causalidad es eminentemente social, que se halla en la biografía del sujeto.

Generalmente no se tiene en cuenta que es posible actuar contra esta inclinación. En algunos casos hay esperanza de superarla o, al menos, de controlarla. La dificultad mayor es que el deseo de superación no aparece fácilmente en las personas con  tendencia homosexual. Probablemente se deba a que la homosexualidad está ligada al narcisismo y éste a una gran inseguridad del sujeto respecto de su identidad personal. Ahora bien, el narcisismo es difícilmente removible. A esta dificultad se agrega actualmente la aceptación social de la homosexualidad y  las  presiones de la llamada comunidad homosexual, que se mueve activamente en favor del homosexualismo.

Pero no todo es “gay” (alegre) en el mundo gay. En lo profundo hay un drama. El homosexual es una persona sufriente. No sabemos el porcentaje, pero hay homosexuales que no se sienten bien con esa inclinación y no quisieran tenerla. Sabemos también que muchos se consideran como “un caso perdido”, lo cual debilita sus eventuales deseos de cambiar.

Existe una cierta ignorancia, aún en medios médicos o psicológicos, respecto de que podrían  aliviarse las compulsiones homosexuales si los sujetos son ayudados psicológicamente. Por eso resulta doblemente escandaloso que se les haga creer que ser homosexual “es una opción más, tan aceptable como cualquier otra”[1]. Insistamos: hay  dolor en estas vidas dobles e inevitablemente marginales. No es conmiseración, por cierto, lo que ellos necesitan, sino un  trato respetuoso pero sincero. Los primeros dañados con el falso homosexualismo actual son los propios homosexuales, víctimas de tantos hipócritas que los alientan en público y se burlan o los reprueban en privado.

La ola de propaganda homosexualista (una de sus falacias es afirmar que el 10% de la población es homosexual) hace perentorio que padres y educadores profundicen en estas cuestiones, sin dejarse llevar de la ilusión de que tales cosas suceden lejos del propio entorno familiar o social.

No existe otra vía de resistencia al sofisma homosexualista que exigir a los medios de comunicación que no oculten la verdad sobre el tema, al que han dado estatus de tabú. No se atreven a enfrentarlo porque temen quedar como pacatos y temen las reacciones del poderoso lobby  homosexualista. Decir la verdad al respecto no es discriminar al homosexual. Es un deber moral y pedagógico.      


[1] Me remito al especialista holandés Gerard J.M. van den Aardweg, Homosexualidad y esperanza. Terapia y curación en la experiencia de su psicólogo (1997). Madrid: Rialp.