LA MENTIRA Y LA GUERRA
“A mentir, como a rascar, todo es empezar”, podría parafrasearse el refrán. Se lo comprueba a diario al escuchar al gobierno; pero sería menos que ingenuidad, apenas ignorancia, suponer que vivimos una situación singular, aislada de lo que pasa en el resto del mundo.
Es cierto que aquí lo sufrimos condimentado a la criolla. Aún así resultaría miope y contraproducente no entender que este proceso hacia la mentira ha sido desencadenado desde muy atrás y abarca a toda la civilización occidental. Cabe sí, domésticamente, aclarar que se trata de un verdadero proceso; no como aquel autodenominado “Proceso” que no pasó de ser un episodio. Y aclarar también que aquel “Proceso” es parte indivisible de esto que hoy sucede: venía de una mentira anterior y fue seguido sin solución de continuidad –apenas un falso paréntesis inventado por la “cultura” democrática para adormecer a la patria- por los tumbos actuales que nos empujan a la decadencia.
Acordemos también que el gobierno de los Kirchner es un universo de falsedad. Cifras, citas, una nueva “historia oficial” a la manera de la de los unitarios, la justicia amañada…, todo es culto a la mentira. Que tiene sus sacerdotes especializados –como Aníbal Fernández, un “monsignorino” que se levanta el hábito los fines de semana para vestirse como un “boy” más-, sabios en respuestas arrevesadas, diplomados en tergiversación
Esta mentira sistemática en que se ha transformado la política, de la cual participa casi uniformemente la falsa oposición, es un modo específico de debilitar a la patria que se va infiltrando por todos sus resquicios para carcomer lo que hasta ayer era sano. Y, para sólo nombrar a los prominentes de las últimas décadas, allí confluyen a plena conciencia los Martínez de Hoz, los Alfonsín, los Cavallo, los Kirchner, en un afán por minar a la nación que no puede ser casual. Pero que, también es preciso aceptar, viene de mucho más lejos. Porque fueron cimentadas en falsedades la Independencia, la Organización Nacional, el sufragio universal del siglo XX. Porque fue falso el eufemismo de la “Revolución Libertadora”, falso lo de “la hora de los pueblos”, falso lo de “la juventud maravillosa”
Nada estuvo ni está aislado. Lo que cae es el conjunto de la civilización moderna, que una vez fue civilización cristiana. Se derrumba en medio de una escandalosa persecución apóstata de la Iglesia fundadora, y anuncia la misma despiadada crueldad que esa Iglesia vino a combatir cuando Cristo se hizo hombre.
Hoy gana “lo viejo”. El viejo materialismo contra el que no se pudo durante el siglo XX pero que, por su misma naturaleza asentada en la mentira, tiene destino de muerte.
No se vea en esto último signo alguno de pasivo optimismo. No hay excusa para la inactividad. Porque el dueño de la mentira, reina de este mundo, tiene ya preparado el sucesor. Y los herederos buscan siempre venganza, porque para ellos nunca es suficiente la justicia.
Descúbralos a diario el lector entre los insaciables que van por más enfrentamiento, por más conflicto, por más muerte. Allí están, hoy junto al gobierno, clamando por más y más revolución. Hasta la revolución contra su propia naturaleza, que los hace enemigos de la vida, promotores del aborto, la eutanasia, la homosexualidad. Y, cuidado, porque ante la inoperancia de los políticos, los herederos pueden traer más de lo mismo pero esta vez de la mano de los “eficientes”, diplomados o diplomadas, del mundo económico.
Sin embargo la mentira –que enerva a quien la tiene que sufrir- tiene una consecuencia capaz de arrastrar a sus propios cultores. Porque engendra la guerra. Y la guerra, que siempre se desmadra, es capaz de terminar con todo.
Lo saben los gobernantes, que no dejan de ver cómo cae la civilización ante sus ojos. Pero, dado que no tienen más remedio que percibir su limitación intelectual y, a la vez, se sienten eternos, tiran indefectiblemente los problemas –sean deuda o educación, salud, seguridad, justicia o defensa- hacia delante, lo más lejos posible.
Pero adelante, en la medida en que sigamos gobernados por la hipocresía, está la guerra: guerra social, guerra civil; hasta la guerra externa. Como se quiera, la violencia de la mentira trae la guerra.