LA REVISTA DEL FORO |
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COLUMNISTA
DR. JORGE H. SARMIENTO GARCÍA |
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LAS MALVINAS Y LA ANTÁRTIDA
Ha escrito Fernando Paolella que “Por más que algunos medios y políticos no traten a este tema con la debida importancia que se merece,… desde el instante mismo de la inconsulta rendición de Mario Benjamín Menéndez, aquel lunes 14 de junio de 1982, que coincidió con el secreto militar británico impuesto por Margaret Thatcher hasta esa misma fecha en 2082, se evidenció que luego de la recaptura de Malvinas seguidamente le tocaría el turno a la Antártida. El continente blanco, con sus ingentes recursos de krill, uranio y petróleo, se yergue ante la voracidad de las compañías explotadoras trasnacionales como la última gran reserva disponible de un ya saqueado planeta. ´Circunstancias políticas –tales como la inestabilidad del Medio Oriente, o de Sudáfrica– pueden volver crítica la existencia de determinados elementos y nuevamente los ojos se dirigirán hacia la Antártida o los minerales de los fondos marinos. Lo mismo puede decirse del desarrollo de nuevas técnicas que abaraten los costos. En suma, la batalla por la región ya ha comenzado con el krill y puede intensificarse, en un plazo mediano, incluso inesperadamente para quien no se haya dispuesto a participar activamente en ella`. Esto escribió Oscar Marioni, en su libro ´El Atlántico Sur y la crisis militar`, en abril de 1989. Es decir, casi 20 años atrás. Por lo visto, hace dos décadas atrás se preveía lo que está pasando ahora pero no se hizo nada al respecto, y el devenir de los acontecimientos prosigue devorando a los incautos”.
Hoy, cuando la República Argentina parece ha pasado a ser un país cuyo litoral marítimo de aproximadamente dos mil (2.000) kilómetros cuadrados y su espacio aéreo respectivo quedan sometidos al control permanente de la Royal Navy y de la Royal Air Force, nos parece oportuno recordar que, poco antes de las celebraciones del primer Centenario argentino se oyó la voz de un hombre lúcido y singular que se sentía alarmado por la larga claudicación del espíritu nacional, Estanislao Zeballos, quien en 1878 ya había escrito una obra destinada a convencer a los miembros del Congreso de la necesidad de solucionar económicamente la Campaña al Desierto.
Director de la espléndida “Revista de Derecho, Historia y Letras”, censurando el pacifismo de cartagineses que caracterizaba la política internacional del país, el 25 de Mayo de 1909 escribió, por ejemplo, una de las proposiciones que le hacía a la Patria buscando despertarla de su entonces fatal ensoñación, que suele repetirse: “Defensa del prestigio exterior de la Nación Argentina y confirmación de su soberanía […] como una reivindicación solemne contra el sibaritismo y la ignorancia que han proclamado la fórmula inepta: -la República, rodeada de países fuertes y rivales, no debe tener, sin embargo, política internacional- abandonando así su suerte y sus derechos al azar de los sucesos, cortejados por la política externa de sus vecinos [próximos y no tan próximos], que quieren, al contrario, tenerla y se arman para cultivarla”.
Mas pareciera no deben preocuparse –al menos por ahora– los pacifistas pues, según se lee en un Editorial del diario El País, “No llegará la sangre –ni el petróleo– al río. La presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner ha obrado con responsabilidad al asegurar que su país recurrirá exclusivamente al derecho internacional para defender sus derechos sobre las Malvinas, que los británicos llaman Falklands, y que se cree que sobrenadan un océano –el Atlántico sur– de crudo… La bien fundada reivindicación argentina carece hoy de medios para hacerse efectiva… comenzó la exploración de un subsuelo marino que, según algunas estimaciones, podría contener hasta 60.000 millones de barriles. Más allá de controlar el tráfico con las islas, Buenos Aires nada puede contra la unilateral acción británica. El apoyo del Grupo de Río, reunido en México, aunque políticamente meritorio, es un brindis al sol. Londres ha actuado con la desenvoltura habitual en el país de la señora Thatcher, la líder tory que gobernaba cuando Argentina invadió las islas. Alguien que deseara una solución del incipiente conflicto miraría de asociar a Buenos Aires en la exploración de unas aguas que están en disputa, máxime cuando es evidente que si hay crudo en abundancia las relaciones entre ambos países virarán a peor. Pero bien está que los Kirchner comprendan que ni toda la razón del mundo justificaría un comportamiento que ignorara el derecho internacional. Ni las Malvinas ni el petróleo deben ser reducibles, so pena de catástrofe, a intemperantes accesos de demagogia”.
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