Por extraño que parezca, la Semana Santa se celebró en muchas provincias de España durante la Guerra Civil, sobre todo en aquellas que iban cayendo en manos de Franco, frente al anticlericalismo propio de los repubicano
Actualizado Sábado , 27-03-10 a las 10 : 41
«¡Cosa grande va a ser la Semana Santa del Año de la Victoria!». Así rezaba el ABC de Sevilla a finales de marzo de 1939, justo en el momento en que Madrid caía ante el ejército franquista. Concluían así, en vísperas de la Semana Santa, tres años de Guerra Civil en los que habían muerto cerca de un millón de personas, víctimas del combate, bombardeos, ejecuciones y asesinatos, así como los fallecidos por el hambre y las enfermedades engendradas por la guerra.
«Mejor marco reclamaban el cimero acontecimiento sevillano –añadía el periódico en 1939–, el jubilo inmenso por la Patria totalmente recuperada, la presencia de tantos héroes, muchos entre ellos con huellas imborrables de la guerra que ganaron con su sangre, como han impreso en el cortejo, cumpliendo promesas a Jesús y a su Divina Madre ofrecidas, la especialísima nota emocional que su sola presencia significaba».
Sin embargo, y por extraño que parezca, la Semana Santa se celebró en muchas provincias de España durante los sangrientos enfrentamientos del 37, 38 y 39, sobre todo en aquellas que iban cayendo en manos del ejército franquista, que utilizaba la celebración de la pasión, muerte y resurrección de Cristo como un símbolo contra el anticlericalismo propio de la II República, una época en la que la celebración de la pascua se había limitado a los actos religiosos en el interior de los templos.
La Semana Santa de Sevilla, que pertenecía al bando nacional desde prácticamente el día del «Glorioso Alzamiento», fue todo ejemplo del sentimiento nacional-católico propio de os fascistas desde el 18 de julio de 1936. Mientras Madrid, en el bando republicano hasta abril de 1939, las celebraciones religiosas estuvieron marcadas por la destrucción de algunas imágenes y el vacío absoluto, algo que ocurría también, en mayor o menor medida, en las provincias que más resistieron el embate de Franco.
En Sevilla, en 1937, las fiestas se celebraron «con el mayor esplendor, revistiendo un acontecimiento grandioso con brillante solemnidad religiosa», contaba ABC, quien añadía: «La guerra ha descansado también en estos días, pero no así el afán de mentir de los marxistas».
A finales de febrero, en el Ayuntamiento de esta ciudad se reunían las diez hermandades cuyos templos habían sido asaltados, saqueados y quemados para tomar la decisión de que sus pasos debían salir en procesión, obteniendo, eso sí, el compromiso de recibir subvenciones para ello.
El ABC republicano, por su parte, hacía campaña hacia el lado opuesto, hablaba del «fracaso de la Semana Santa en Sevilla»: «Noticias procedentes de Londres dicen que con motivo de la Semana Santa, la junta facciosa de Burgos intentó atraer turistas a Sevilla, y con tal fin comisionó a la Agencia Fave […] No se efectuaron viajes a Sevilla, pues nadie quiso ir, a pesar de que se ofrecía el abono de los gastos».
Una cosa es cierta. Entre 1936 y 1939, las cofradías mantuvieron un estrecho lazo con el nuevo poder que invadía España desde el sur –como es el caso del general Queipo de Llano y le Hermandad de la Macarena–, mucho más acorde con su espíritu que el que habían fomentado los republicanos en años anteriores.
Casi 30 sacerdotes asesinados en SevillaUnos cofrades que aún recordaban en Sevilla el balance del 18 de julio del 36: 27 sacerdotes y tres seminaristas asesinados en el Arzobispado, 47 pueblos con templos destruidos o saqueados y 17 edificios religiosos de la capital destrozados.
En Málaga, el ejemplo era parecido. En febrero de 1937, las tropas de Franco tomaban la ciudad tras un intenso bombardeo. Un mes después, cerca de 50.000 malagueños presenciaron entonces la procesión de la Virgen de las Servitas, mientras nuevas publicaciones falangistas, como el diario «Boinas Rojas», abrían su primera página el domingo de Ramos haciendo gala de su sentimiento católico: «La primera línea de la Falange oyó misa a las 12 horas y luego desfiló por la principales calles siendo aplaudida a su paso».
El 1 de abril de 1939, caían las últimas plazas republicanas en España y se daba el último parte de la Guerra Civil. Era el mismo día en que el escritor valenciano Federico García Sanchís daba el pregón de la Semana Santa en Sevilla, toda una oda al triunfo de Franco, exaltando su figura con referencias a la Virgen de los Reyes y una petición de perdón para «el enemigo»… que nunca llegó, si tenemos en cuenta la dura represión política y económica del Caudillo contra los opositores, durante los años 40.