UN PAIS SAQUEADO
Por Gabriela Pousa
Terminando el 2009 apostamos a un brindis por el “darse cuenta”. Pues es justamente ese deseo que parece haberse cumplido aún cuando no pueda aserverarse con absoluta certeza que así continúe sucediendo. Esta nueva avanzada del matrimonio presidencial no despierta asombro si tenemos en consideración la historia reciente de su “gestión”.
Los afamados “fondos de Santa Cruz” no son sino un antecedente de “manotazo” dado al erario provincial, y no muy diferente fue el saqueo a las AFJP aún cuando en ese caso hubo aval de un Congreso donde la mayoría respondía a las órdenes de Olivos y Balcarce 50. Pero quizás el hecho más significativo ha sido el pago al Fondo Monetario Internacional porque en ese caso, el gobierno se alzó con reservas del Banco Central sin ningún tipo de reparos, y obteniendo a cambio un silencio casi sepulcral.
El sainete desatado en estos días, aunque poco serio, puede leerse siquiera como una muestra de ese “darse cuenta” que hace tantos meses, y años, venimos reclamando. Los Kirchner ya no actuán sin feedback, el silencio se ha alborotado. Es un buen primer síntoma. Aunque desorientada como sucede cada vez que Néstor Kirchner se lanza a la estocada, la oposición parece mancomunar esfuerzos en pro de hallar un freno.
Teniendo en cuenta el amplio espectro de posturas ideologicas, y los intereses individuales de muchos de ellos es dificil asegurar, sin un margen de error considerable, que la unión sea perenne, pero el intento está. Lo cierto es que no todo queda en manos del Congreso. El Poder Judicial encuentra, aquí y ahora, el momento de demostrar hasta qué punto es capaz de liberarse del yugo que ha tenido sobre sí durante tanto, demasiado tiempo. Los aprietes estarán a la orden del día, así como la descalificación, las operaciones de inteligencia, etc.
Posiblemente, la historia rescate de esta pareja presidencial un proceso maniqueo como lo es haber logrado la escición social más siniestra de los últimos tiempos, y posteriormente, haber unificado derechas e izquierdas en una sola voz, aunque sea a efectos de resguardar – no figuras providenciales sino el orden institucional-, perdido hace más de seis años cuando la hegemonía K comenzó con el desguase de las instituciones fundacionales de la República. Basta recordar el caso de las Fuerzas Armadas, la avanzada contra la Iglesia o la injerencia en la Justicia a través del Consejo de la Magistratura dominado por la mayoría oficialista.
Cabe destacar que en esta “nueva” crisis institucional, la figura de Martín Redrado es apenas una anécdota. Surge en el escenario como un providencial más de los tantos que hemos tenido. Héroe furtivo al estilo del Obispo Piña o incluso de Alfredo De Angeli. Subido al pedestal de los protagonistas efímeros- despúes de haber avalado sus políticas de zarpazos varios- ha logrado hacer trastabillar a los Kirchner, y a esta altura de los desatinos ese hecho genera una euforia generalizada que sólo puede ser analizada por una sociología comprometida más que por la política en sí misma.
Lo cierto es que el gobierno aún ganando esta partida, pierde y no sale ileso. Su decadencia es, cada día, más fácil de observar a simple vista. Néstor Kirchner sabe de su imposibilidad por remontar una imagen negativa que socava toda aspiración presidencial con miras al próximo año electoral. Sus afanes dejaron de demostrar cuán mala es su gestión para pasar a poner en evidencia que la misma es, lisa y llanamente, perversa. La capacidad de daño, sin embargo, aún sigue siendo en exceso altísima. Nuevamente se confirma su concepción de la política como sinónimo de guerra.
Finalmente, es dable rescatar que la polémica por el pago de la deuda nada tiene que ver en la gravedad de lo que acontece si se tiene en cuenta que la partida para saldar la misma ya estab contemplada en el Presupuesto que le votara el Congreso Nacional. Estos fondos de reserva que el gobierno busca acaparar ahora son la demostración más cabal de su debilidad, y la comprobación fáctica de un Estado quebrado a pesar de las tasas chinas de crecimiento durante tantos años, la recaudación inusitada, las presiones tributarias. Un país saqueado es la conclusión última de estás líneas que, paradójicamente, pueden también ser principio o comienzo de un lamentable apresuramiento de tiempos donde vislumbrar una Argentina ingobernable en todos los aspectos.
GABRIELA POUSA