martes, 19 de enero de 2010 |
Martes , 19-01-10 SEBASTIÁN Piñera escribió el pasado domingo una página de enorme trascendencia en la historia de Chile. La transición de la dictadura de Augusto Pinochet a la democracia se ha completado ahora con la victoria de la derecha chilena en las urnas. Un triunfo incontestable que el derrotado Eduardo Frei tuvo la generosidad de reconocer personalmente, acompañado por su familia, en la sede electoral del candidato ganador. El triunfo de Piñera es muy relevante también por las muchas consecuencias que tendrá en la vida partidista en Chile. Piñera no gana tanto por sus diferencias programáticas con el democristiano Frei, ni mucho menos porque se esté reivindicado la figura del difunto Pinochet en las primeras presidenciales celebradas tras su muerte. El triunfo de Piñera se debe mucho más al hartazgo de los chilenos con veinte años de Gobiernos de la Concertación que al deseo de dar un giro radical a la política chilena. La Concertación, coalición de la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, tuvo su razón de ser en las Presidenciales de 1990. En el referendo celebrado el 5 de octubre de 1988 sobre la continuidad de Pinochet en la Presidencia hasta diciembre de 1997 -y cuyos resultados nadie contestó- el dictador fue derrotado, pero obtuvo un notable respaldo del 44 por ciento. Ante el temor de la unidad del voto pinochetista la coalición de democristianos y socialistas se impuso en las presidenciales de diciembre de 1989. Pero veinte años después Chile es un país en el que el miedo está superado y el intento de Eduardo Frei por mirar atrás y recordar la posible implicación del dictador en la muerte de su padre, el también ex presidente Eduardo Frei Montalva, era apostar por la vía de una confrontación que los chilenos ya no quieren. El mapa político chileno se enfrenta ahora a una virtual refundación. Si la Democracia Cristiana mantiene su alianza con el Partido Socialista corre el riesgo de ser fagocitada. Y la figura emergente de la política chilena, Marco Enríquez-Ominami, que obtuvo el 20 por ciento de los votos en la primera vuelta tras abandonar las filas del Partido Socialista, es la mejor manifestación del deseo de diseñar un nuevo mapa político en Chile. Si se consuma el divorcio de la Concertación, y el nuevo Gobierno de la derecha que encabezará Piñera acierta en su gestión -con el enorme poder que tiene el presidente chileno-, la izquierda chilena puede estar apartada del poder muchos años. |