Belgrano y las Islas Malvinas Por Eduardo Astesano
Hacia 1815, el oficial de la Marina de los Estados Unidos, David Jewett, se
había convertido ya en un reconocido corsario, con patente otorgada por el
gobierno de las Provincias Unidas.
En 1820 fue convocado para hacerse cargo de la fragata mercante "Heroína",
adquirida en Francia por el armador Patricio Lynch, a fin de realizar una
delicada misión secreta para el directorio rioplatense: tomar posesión de
las islas Malvinas. Cuando la "Heroína" - ya bien provista de cañones de
guerra- llegó a Puerto Soledad, el 27 de octubre de 1820, las Malvinas eran
el embarcadero de buques norteamericanos e ingleses, depredadores de
ballenas y lobos marinos.
El 2 de noviembre, Jewett envió una carta a los capitanes de tales buques,
iniciada con la siguiente frase: "Señor, tengo el honor de informarle que he
llegado a este puerto comísionado por el Supremo Gobierno de las Provincias
Unidas de Sud América para tomar posesión de las islas en nombre del país a
que éstas pertenecen por la Ley Natural". Cuatro días más tarde, saludaba
desde la "Heroína", con una salva de veintiún cañonazos, la bandera celeste
y blanca.
Se trata de un episodio más o menos conocido. Lo que surge como un dato
realmente novedoso, en cambio, es la probable participación que habría
tenido Manuel Belgrano en dicha operación militar. Este aporte
historiográfico aparece en la nota publicada por Eduardo Astesano, en la
revista Amauta del 2 de diciembre de 1987, que reproducimos,
fragmentariamente, a continuación.
En medio de la anarquía del año XX, cuatro políticos, unidos por estrecho
lazo de parentesco, fueron hermanados por el juego oculto de la Providencia,
para planear y ejecutar la herencia española, ocupando las Malvinas.
El primero Don Patricio Lynch, concuñado de Juan José Castelli, empresario
de fortuna, importador, con negocio establecido al lado del templo de los
dominicanos, en la actual avenida Belgrano (de la ciudad de Buenos Aires).
Equipó con armas a los ejércitos de Belgrano y (José de) San Martín; fue
armador de barcos y garante de numerosas patentes de corso.
El segundo Juan Martín de Pueyrredón, elegido (como Director Supremo) a
instancias de Belgrano y San Martín, en el Congreso de las Provincias Unidas
de Sud América (...).
La intervención del General Belgrano
El primo de Belgrano, Juan José Castelli, había impulsado a su hijo a hacer
la carrera naval. Por esa época, ya como Subteniente de Marina, Luciano
Castelli, el sobrino de Belgrano, fue propuesto por Lynch para incorporarse
a la tripulación.
De todo esto existen documentos, pero no de la activa participación de
Manuel Belgrano en los hechos que habrían de sobrevenir, donde hay que
avanzar sobre presunciones fundadas. El General Manuel Belgrano, que en sus
años del Correo de Comercio había dedicado varios números al estudio de las
islas americanas del Atlántico y el Pacífico, como Secretario del Consulado
desempeñó una actividad poco conocida.
Corría a su cargo recibir a los buques corsarios y tratar con los capitanes,
otorgando premios y aplicando sanciones a la tripulación, como un ministro
de esta guerra de corso por entonces española. El, como funcionario real,
por entonces, y Lynch, como empresario, después.
En 1810, como miembro de la Primera Junta, resolvió sobre los sueldos y
gastos que presentó el último gobernador español de las Malvinas, que
apareció en Buenos Aires.
Con Belgrano empezó el segundo acto de esta historia patria. Todo se fue
armando en torno de la casa familiar de los Belgrano, hoy Avenida Belgrano
441 (de la ciudad de Buenos Aires), a media cuadra del templo de la Virgen
del Rosario, que está en el Altar de la Independencia, porque guarda en su
camarín las banderas inglesas de la Reconquista y las españolas de Tucumán
donadas por Belgrano.
En marzo de 1819 había llegado el general, carcomido ya por los intensos
dolores de su enfermedad, postrado en su coche, meditando en el fin. Por
pies ajenos pasó al dormitorio donde naciera (allí funciona hoy un café).
Por entonces, el hermano de Belgrano, Prior del Consulado había propuesto a
indicación del General la adopción de un nuevo escudo. El Director Supremo
aprobó el cambio, indicando que "en lugar del gorro frigio del diseño debía
colocarse el Sol, símbolo de la Patria", con la inscripción americanista
"Tribunal Consular de las Provincias Unidas de Sudamérica".
Tiempo de héroe para recordar. Su bandera azul y blanca apareció
simultáneamente en Caracas, México, Rosario, Mendoza, Guayaquil, San
Francisco o Centroamérica y, cruzada por el rojo federal, en el Paraguay,
Banda Oriental y Chile. América Azul. Lo es hoy todavía. Sobre 20 banderas
actuales hay 18 azules.
Las visitas seguidas al enfermo de Lynch, Castelli y Pueyrredón, fue
cuajando -y de un cambio de ideas, apareció- la ocupación de Malvinas. Para
Belgrano debe de haber sido de gran emoción haber planeado esa última
operación militar. Meditaría en la afirmación del venezolano (Francisco de)
Miranda: una Sudamérica del Cabo de Hornos a California a Malvinas, donde
debía flamear también el azul y blanco de las barrancas de Rosario.
Allí surgió la americanización de las islas y, quizás por su indicación, se
incorporó a su sobrino Luciano para que la enarbolase. No había, en ese
cuadro patriótico familiar, nadie que pudiera disentir con este general
moribundo...
La operación y el desembarco
En 1819 Patricio Lynch consigue de su pariente Pueyrredón patente de corso
para una fragata de su propiedad, "La Heroína", de 475 toneladas con una
capacidad de 34 bocas de fuego y gran poder de combate. En el nombramiento
del capitán, el papel de oficio con sellos va precedido de grandes letras:
"El DIRECTOR SUPREMO DE LAS PROVINCIAS UNIDAS DE SUD AMÉRICA, atento a los
servicios prestados, nombra a David Jewett como capitán del barco La
Heroína". Hasta allí la inscripción en el libro de corsarios, con el secreto
de la operación y el objetivo Malvinas. En enero de 1820, comunica Lynch
estar en condiciones de partir.
Cuando "La Heroína" navegaba por las aguas del Atlántico sur (...) el día 20
de junio de 1820 fallece Belgrano, entre el 25 de mayo de la Libertad y el 9
de julio de la Independencia.
La relación del capitán llegó a Buenos Aires el 2 de noviembre de 1820,
poniendo ya al descubierto el secreto al firmar abajo como "Capitán de la
Armada de las Provincias Unidas de Sudamérica". Allí se izó la bandera en un
improvisado mástil, ubicado en las ruinas del antiguo puerto, mientras la
fragata hacía oír por veintiuna vez el tronar de sus cañones.
El bergantín "Jane" de la Armada Británica presenció la escena y luego se
retiró de la isla. El espíritu de Belgrano estaba presente y las islas
Malvinas dejaron de ser, por hecho, de posesión españolas para ser de
Sudamérica.
(...) En este patriótico clima de corsarios, guerreros del mar, de acentuado
americanismo y de una heráldica belgraniana manifiesta, revivieron las Islas
Malvinas. Ellas volverán, si sabemos revivir esa tradición, poniéndolas bajo
el control de los países sudamericanos, como un tardío reconocimiento de la
explosiva adhesión que recibimos
Hacia 1815, el oficial de la Marina de los Estados Unidos, David Jewett, se
había convertido ya en un reconocido corsario, con patente otorgada por el
gobierno de las Provincias Unidas.
En 1820 fue convocado para hacerse cargo de la fragata mercante "Heroína",
adquirida en Francia por el armador Patricio Lynch, a fin de realizar una
delicada misión secreta para el directorio rioplatense: tomar posesión de
las islas Malvinas. Cuando la "Heroína" - ya bien provista de cañones de
guerra- llegó a Puerto Soledad, el 27 de octubre de 1820, las Malvinas eran
el embarcadero de buques norteamericanos e ingleses, depredadores de
ballenas y lobos marinos.
El 2 de noviembre, Jewett envió una carta a los capitanes de tales buques,
iniciada con la siguiente frase: "Señor, tengo el honor de informarle que he
llegado a este puerto comísionado por el Supremo Gobierno de las Provincias
Unidas de Sud América para tomar posesión de las islas en nombre del país a
que éstas pertenecen por la Ley Natural". Cuatro días más tarde, saludaba
desde la "Heroína", con una salva de veintiún cañonazos, la bandera celeste
y blanca.
Se trata de un episodio más o menos conocido. Lo que surge como un dato
realmente novedoso, en cambio, es la probable participación que habría
tenido Manuel Belgrano en dicha operación militar. Este aporte
historiográfico aparece en la nota publicada por Eduardo Astesano, en la
revista Amauta del 2 de diciembre de 1987, que reproducimos,
fragmentariamente, a continuación.
En medio de la anarquía del año XX, cuatro políticos, unidos por estrecho
lazo de parentesco, fueron hermanados por el juego oculto de la Providencia,
para planear y ejecutar la herencia española, ocupando las Malvinas.
El primero Don Patricio Lynch, concuñado de Juan José Castelli, empresario
de fortuna, importador, con negocio establecido al lado del templo de los
dominicanos, en la actual avenida Belgrano (de la ciudad de Buenos Aires).
Equipó con armas a los ejércitos de Belgrano y (José de) San Martín; fue
armador de barcos y garante de numerosas patentes de corso.
El segundo Juan Martín de Pueyrredón, elegido (como Director Supremo) a
instancias de Belgrano y San Martín, en el Congreso de las Provincias Unidas
de Sud América (...).
La intervención del General Belgrano
El primo de Belgrano, Juan José Castelli, había impulsado a su hijo a hacer
la carrera naval. Por esa época, ya como Subteniente de Marina, Luciano
Castelli, el sobrino de Belgrano, fue propuesto por Lynch para incorporarse
a la tripulación.
De todo esto existen documentos, pero no de la activa participación de
Manuel Belgrano en los hechos que habrían de sobrevenir, donde hay que
avanzar sobre presunciones fundadas. El General Manuel Belgrano, que en sus
años del Correo de Comercio había dedicado varios números al estudio de las
islas americanas del Atlántico y el Pacífico, como Secretario del Consulado
desempeñó una actividad poco conocida.
Corría a su cargo recibir a los buques corsarios y tratar con los capitanes,
otorgando premios y aplicando sanciones a la tripulación, como un ministro
de esta guerra de corso por entonces española. El, como funcionario real,
por entonces, y Lynch, como empresario, después.
En 1810, como miembro de la Primera Junta, resolvió sobre los sueldos y
gastos que presentó el último gobernador español de las Malvinas, que
apareció en Buenos Aires.
Con Belgrano empezó el segundo acto de esta historia patria. Todo se fue
armando en torno de la casa familiar de los Belgrano, hoy Avenida Belgrano
441 (de la ciudad de Buenos Aires), a media cuadra del templo de la Virgen
del Rosario, que está en el Altar de la Independencia, porque guarda en su
camarín las banderas inglesas de la Reconquista y las españolas de Tucumán
donadas por Belgrano.
En marzo de 1819 había llegado el general, carcomido ya por los intensos
dolores de su enfermedad, postrado en su coche, meditando en el fin. Por
pies ajenos pasó al dormitorio donde naciera (allí funciona hoy un café).
Por entonces, el hermano de Belgrano, Prior del Consulado había propuesto a
indicación del General la adopción de un nuevo escudo. El Director Supremo
aprobó el cambio, indicando que "en lugar del gorro frigio del diseño debía
colocarse el Sol, símbolo de la Patria", con la inscripción americanista
"Tribunal Consular de las Provincias Unidas de Sudamérica".
Tiempo de héroe para recordar. Su bandera azul y blanca apareció
simultáneamente en Caracas, México, Rosario, Mendoza, Guayaquil, San
Francisco o Centroamérica y, cruzada por el rojo federal, en el Paraguay,
Banda Oriental y Chile. América Azul. Lo es hoy todavía. Sobre 20 banderas
actuales hay 18 azules.
Las visitas seguidas al enfermo de Lynch, Castelli y Pueyrredón, fue
cuajando -y de un cambio de ideas, apareció- la ocupación de Malvinas. Para
Belgrano debe de haber sido de gran emoción haber planeado esa última
operación militar. Meditaría en la afirmación del venezolano (Francisco de)
Miranda: una Sudamérica del Cabo de Hornos a California a Malvinas, donde
debía flamear también el azul y blanco de las barrancas de Rosario.
Allí surgió la americanización de las islas y, quizás por su indicación, se
incorporó a su sobrino Luciano para que la enarbolase. No había, en ese
cuadro patriótico familiar, nadie que pudiera disentir con este general
moribundo...
La operación y el desembarco
En 1819 Patricio Lynch consigue de su pariente Pueyrredón patente de corso
para una fragata de su propiedad, "La Heroína", de 475 toneladas con una
capacidad de 34 bocas de fuego y gran poder de combate. En el nombramiento
del capitán, el papel de oficio con sellos va precedido de grandes letras:
"El DIRECTOR SUPREMO DE LAS PROVINCIAS UNIDAS DE SUD AMÉRICA, atento a los
servicios prestados, nombra a David Jewett como capitán del barco La
Heroína". Hasta allí la inscripción en el libro de corsarios, con el secreto
de la operación y el objetivo Malvinas. En enero de 1820, comunica Lynch
estar en condiciones de partir.
Cuando "La Heroína" navegaba por las aguas del Atlántico sur (...) el día 20
de junio de 1820 fallece Belgrano, entre el 25 de mayo de la Libertad y el 9
de julio de la Independencia.
La relación del capitán llegó a Buenos Aires el 2 de noviembre de 1820,
poniendo ya al descubierto el secreto al firmar abajo como "Capitán de la
Armada de las Provincias Unidas de Sudamérica". Allí se izó la bandera en un
improvisado mástil, ubicado en las ruinas del antiguo puerto, mientras la
fragata hacía oír por veintiuna vez el tronar de sus cañones.
El bergantín "Jane" de la Armada Británica presenció la escena y luego se
retiró de la isla. El espíritu de Belgrano estaba presente y las islas
Malvinas dejaron de ser, por hecho, de posesión españolas para ser de
Sudamérica.
(...) En este patriótico clima de corsarios, guerreros del mar, de acentuado
americanismo y de una heráldica belgraniana manifiesta, revivieron las Islas
Malvinas. Ellas volverán, si sabemos revivir esa tradición, poniéndolas bajo
el control de los países sudamericanos, como un tardío reconocimiento de la
explosiva adhesión que recibimos