La inmensa mayoría de los argentinos rechaza el autoritarismo y las pretensiones reeleccionarias del matrimonio Kirchner. Así lo expresó la ciudadanía al auto convocarse en rutas, plazas y calles para manifestar su repudio a las medidas adoptadas por el Gobierno contra el campo en el 2008 y así también se ha pronunciado el electorado el 28 de junio de 2009.
Ante la ausencia de representantes políticos opositores capaces de enfrentar con eficacia tan evidentes pretensiones y con el propósito de preservar nuestro histórico sistema de gobierno, oponernos a la arbitrariedad y corrupción actuales e impedir que el ejercicio del poder por parte de los Kirchner se convierta en vitalicio, los ciudadanos no contamos hoy con otro recurso que nuestra voluntad de acción. Y para que ésta dé los frutos necesarios, debemos en primer término comprometernos a gestar un movimiento de tal magnitud que fuerce a la clase política a una nueva e inmediata reforma de la Constitución Nacional. Hay que impedir que en la Argentina, cuya forma tradicional y legal de gobierno es la república representativa y federal, se consolide el sistema autocrático y unitario pergeñado por el matrimonio presidencial, el que, valiéndose de las omisiones de sucesivos constituyentes, les permite alternarse en el poder a la manera de los monarcas absolutos.
Ante tal amenaza nuestra consigna de hoy debe ser: POR UNA NUEVA REPUBLICA FEDERAL CONTRA EL AUTORITARISMO KIRCHNERISTA.
La consigna es clara y no exige mayores explicaciones. Las intenciones, miserias y maniobras de los Kirchner están tan a la vista que es imposible desconocerlas. Nada les importa a ellos más que retener el poder y para lograrlo no van a reparar en ningún medio, por más ilícito que resulte.
La legitimidad del gobierno de Cristina Fernández no es la que pintan sus voceros, los periodistas adictos al oficialismo ni la intrascendente oposición. Más del 70 % de los argentinos no la votaron en el 2007 para gobernar la Nación y hoy, como ha quedado demostrado con los resultados del 28 de junio de 2009, muchos más desaprueban rotundamente su gestión y la de su marido. Pero de nada sirve limitarse a registrar esos datos descalificantes de la pretendida legitimidad de origen del actual gobierno. Para recuperar la armonía y concordia perdidas, hay que destruir las bases del sistema autocrático y faccioso que se pretende consolidar, impidiendo la sucesión presidencial entre familiares, el abuso de los decretos de necesidad y urgencia, el inconstitucional otorgamiento de facultades extraordinarias al Poder Ejecutivo y el unitarismo impositivo que esclaviza a nuestras provincias. De todos estos males, la sucesión presidencial indefinida del matrimonio Kirchner debe conjurarse ya, antes de que la acumulación de riquezas y poder de la que hacen ostentación los torne omnímodos e invulnerables, incluso hasta para refugiarse en el exterior cuando la justicia vuelva a imperar en nuestro país y los llame a rendir cuentas.
Por ello la convocatoria que proponemos es amplia. No se trata de formular definiciones ideológicas que nos dividan artificialmente ni de enredarnos en disquisiciones políticas que obstaculicen el objetivo. Basta coincidir en que la democracia tendrá sentido entre nosotros si los gobernantes se hacen esclavos de las instituciones de la República. En cualquier otro caso será, como hasta hoy, una mentira disfrazada de virtud, que sólo consiste en obligarnos a votar un domingo cualquiera por candidatos ineptos y, las más de las veces, corruptos.
El impedimento de reelección y sucesión recíproca por más de un período consecutivo está previsto en el artículo 90 de la Constitución Nacional sólo respecto del presidente y vicepresidente de la Nación. Nada se dice acerca de sus respectivos familiares. Por consiguiente, es necesario reformar esa norma de manera que su texto prohíba también cualquier forma de reelección o sucesión presidencial entre cónyuges y parientes próximos de aquellos. Sólo así se podrá evitar que el matrimonio Kirchner prosiga su autocrática maniobra política. Servirá también para que nunca más un binomio conyugal o una familia aspiren a perpetuarse personalmente en el poder. Ello es groseramente antirrepublicano e implica, en una sociedad desarticulada como la nuestra, una ventaja de recursos que no debe concederse a nadie.
La Constitución de la República Federativa de Brasil contiene una norma similar a la que propugnamos y declara “inelegibles” al cónyuge y familiares en segundo grado (padres, hijos, hermanos, nietos y abuelos) del presidente y vicepresidente. Otro tanto ocurre en Paraguay, Ecuador y El Salvador, mientras que en la mayoría de las restantes repúblicas americanas la prohibición resulta más genérica ya que se inhibe a “los parientes” del presidente y vice (Guatemala, Panamá, Bolivia, Honduras y Nicaragua). Por lo tanto, la reforma que propiciamos está en línea con el más moderno y sano constitucionalismo iberoamericano.
Es hora de poner a prueba el declamado y mendaz espíritu democrático del gobierno; de defender el sistema republicano que nos es propio y de obligar a los Kirchner y sus subordinados políticos a renunciar al proyecto totalitario que han puesto en práctica. Están en juego nuestra honra, nuestra dignidad y el futuro de las próximas generaciones de argentinos. Se está traficando con las reglas de nuestra convivencia y sería imperdonable que lo consintiéramos.
Se nos podrá decir que los graves problemas que aquejan a la Nación no se solucionarán con la sola reforma constitucional que propugnamos. Es cierto, pero tampoco la armonía a la que aspiramos los argentinos surgirá de nuestra indiferencia ni de puntuales reclamos sectoriales, por más legítimos que éstos sean. En todo caso se trata de la primera etapa de un largo camino que debemos comenzar a recorrer antes de que sea tarde.
La propuesta inmediata es difundir, por todos los medios a nuestro alcance, un llamado a los ciudadanos de todo el país con el objeto de auto convocarnos y expresar pública y periódicamente nuestra voluntad de reformar la Constitución Nacional en el sentido indicado. En cada acto deberá explicitarse la propuesta y citarse para una nueva reunión.
Dificultades aparecerán muchas. Las más graves no serán ni la falta de recursos ni las eventuales amenazas de Moreno, de D’Elía o de Moyano, para cuyas respectivas dialécticas estaremos preparados. El verdadero peligro es no actuar, no superar nuestra actual parálisis. Las circunstancias apremian y el tiempo corre a favor de los falsarios. Hay que derrotar la miseria, la injusticia, la inseguridad y la corrupción que los últimos gobiernos han promovido en beneficio de sus propios integrantes, pero para ello primero hay que honrar nuestras instituciones. Fundada así una NUEVA REPÚBLICA, lo demás se nos dará por añadidura.
Debemos hacerlo. POR NOSOTROS, POR LOS QUE HAN MUERTO Y POR LOS QUE NO HAN NACIDO TODAVÍA.