¿Repensar?
Mario Caponnetto
Alguna vez alguien definió a la Argentina como “un país surrealista”. Por mi parte me atrevo a sostener que, al menos, es un país poblado de monstruos oníricos y de pesadillas recurrentes que explican las convulsiones de sus torturadas vigilias. Pruebas al canto. Acaba de ver la luz una revista que lleva por título Repensar. Visión y proyección de la experiencia montonera. Dos de sus columnistas son auténticos personajes de pesadilla: Mario Eduardo Firmenich y Roberto Cirilo Perdía. El resto, un módico staff de ilustres desconocidos que, a veces, ostenta algún apellido reconocible.
¿Qué se proponen, casi cuarenta años después, estos montoneros reaparecidos en letra de molde y papel satinado? Leamos la nota editorial. Allí se definen como “un conjunto de militantes que participan (así, con error de concordancia incluido) de las luchas populares desde 1970 a la actualidad”. Su reaparición se funda, continúan, “tanto en la necesidad de revalorizar y defender un patrimonio histórico de combates por la liberación nacional y social como así también de proyectar los ideales de los 70 hacia la realidad del país y del mundo” (lo “del mundo” suponemos será un exceso retórico). Por último, para tranquilidad de la burguesía progresista, terminan aclarando que no abrigan “intenciones de recrear ninguna organización o tendencia” (¡qué alivio!), antes bien, se proponen “expresar sin exclusiones ni sectarismos a muchos compañeros que aspiran al rescate de los valores y sacrificios de una generación heroica”.
Una demorada recorrida por las suaves páginas de Repensar nos va deparando más sorpresas. Así, en la nota “de fondo”, Mario Eduardo Firmenich, en inequívoco tono académico, realiza un extenso análisis de la actual crisis internacional. Entre otras sesudas consideraciones nos anoticia que la actual crisis es global y no la suma de crisis nacionales; desliza la hipótesis de un “ciclo Kondratieff telemático”; no sin cierta solemnidad, anuncia su “tesis” capital: la economía y la política no son sino dos subsistemas de un único sistema, el sistema político; y, finalmente, “en defensa de la paz mundial, la justicia social, la sostenibilidad del ecosistema y la calidad de vida de todos los habitantes de este único planeta”, aboga firmemente por la creación de “un Nuevo Orden Internacional Integralmente Sostenible”. Imposible reunir tantas naderías y lugares comunes, entresacados de los manuales elementales de economía, en un solo artículo.
A continuación, Roberto Cirilo Perdía recupera, en cierto modo, el tono revolucionario y en una nota titulada “Ficción y realidad en el sistema comunicacional” la emprende, en ocasión de unos artículos del filósofo peronista José Pablo Feinmann en Página 12, contra el poder de los medios de comunicación. Hay pasajes imperdibles. Un ejemplo: después de recordar que en “las democracias representativas”, la prensa se ha erigido a sí misma “en el cuarto poder”, escribe: “En realidad, toda esa noción se ha construido sobre las gruesas columnas de un concepto fuertemente sostenido en un mito político. Ese mito político es la democracia representativa asentada en la división de poderes […] Ese mito político, construido como un fenómeno asentado en la voluntad arraigada de otros pueblos que legítimamente aspiraban a una mayor democracia, nunca terminó de integrarse plenamente en la cultura local de Nuestra América. Pero si ese arraigo fue débil en otros tiempos, desde hace algunas décadas su formulación se está vaciando rápidamente del contenido que le otorgaba legitimidad”. No deja de ser interesante esta recusación de la democracia representativa. Personalmente, no me molesta en nada. Pero, ¿hemos oído mal o en los setenta los montoneros se levantaron en defensa de la Constitución que, precisamente, consagra la democracia representativa con su división de poderes?
A continuación, Carlos O. Suárez, Guillermo Robledo y Jorge Falcone se encargan de llenar muchas de las restantes de un total de 55 páginas con artículos de aburrida y pretenciosa prosa en la que no falta ninguno de los visajes y tics del viejo libreto montonero: antiimperialismo yanki, indigenismo, populismo, clasismo. En la sección Documentos, se trascriben unas cartas de Perón al General chileno Prats, asesinado en Buenos Aires. En una de ellas, el “General”, en septiembre de 1973, lamenta que ya no esté entre nosotros Salvador Alende. El filósofo Feinmann vuelve a ser, hacia las páginas finales, motivo de otra réplica, esta vez en defensa de Firmenich y “los inclaudicables”. Roberto Baschetti, por su parte, asegura que el peronismo nunca fue antisemita. Cierra, en retiración de tapa, un delirante “homenaje” al desaparecido Julio López a quien se atribuye haber “provocado el salto irreversible del derecho penal individual (lesa humanidad) al derecho penal colectivo (genocidio) con autonomía de la voluntad política de los países centrales”.
En la tapa, dos detalles significativos. Primero, aunque la revista salió a fines de julio, figura como fecha de salida el 29 de mayo, aniversario del asesinato de Aramburu y nacimiento de Montoneros. Segundo, una frase extraída del reportaje que Jorge Asís le hiciera en la cárcel a Firmenich en 1985 en el que éste sostiene: “nosotros no matamos a Rucci”. Para que el lector no tenga dudas: al terrorismo y a la mentira, no renunciamos.
A decir verdad, la lectura de esta revista nos ha decepcionado. Esperábamos algo de más garra “fierrera”. Pero al decidirse por la impostación ensayística e intelectual, estos montoneros reaparecidos se han deslizado hacia una mediocridad irremediable. El viejo Jauretche los tildaría de “mediopelo” y encontraría nuevos materiales para su manual de zonceras.
Por mi parte concluyo diciendo que la revista dobla el dicho gardeliano: no ya veinte sino cuarenta años son nada. Ah, por si alguno no se dio cuenta todavía, lo de repensar era solo un chiste.