EL "GULAG" ARGENTINO Y LA INDIFERENCIA PERVERSA DE LOS ARGENTINOS
Hace unos 20 años, más o menos, había en San Isidro una familia de apellido Puccio que se dedicaba a secuestrar gente e inclusive, si no recuerdo mal, mataron a una o más de sus víctimas. El padre era el jefe de la banda, los hijos, unos rugbiers "cancheros". cómplices, y el sótano de su casa particular, situada en el centro mismo de San Isidro, también usada como local de un negocio, era la mazmorra en que retenían a sus desventuradas capturas. Cuando digo el centro de San Isidro, lo digo literalemte, porque era una casa grande, linda, en la esquina de 25 de Mayo y Martín y Omar, a tres cuadras de la Catedral, a media cuadra del Colegio del mismo nombre, a tres cuadras del Club Atlético San Isidro donde uno de los Puccio descollaba como un gran "rugbier" amigo de "todo el mundo" y a cuatro cuadras de la Estación de trenes.
Esa canallesca actividad duró mucho tiempo y sólo se descubrió porque uno de los secuestrados consiguió escaparse.
El caso fue horrible porque ocurrió en medio de un pueblo (mi pueblo natal) habitado por gente de familia generalmente honesta. Muchos de ellos compraban cosas en el negocio de los Puccio y caminaban por encima del sótano en el que, dos metros más abajo, yacían las víctimas de esos criminales. ¿Nunca oyeron un ruido sospechoso? ¿Nunca dudaron de esos Pucció llegados de no se sabe donde (porque no eran familia de San Isidro)? ¿Nunca se les ocurrió cómo habian hecho para capitalizarse, comprar esa casa y montar un negocio próspero?
Esa incuria, ese desinterés por la verdad, esa falta de vigilancia, esa pachorrienta convivencia con los criminales, es un pecado que San Isidro nunca reparó hasta ahora. No tengo duda de que eso habrá de pesar, y mucho, en el Juicio Final.
Valga este antecedente como prólogo de lo que voy a escribir ahora sobre un asunto infinitamente más grave y que afecta no sólo a San Isidro sino a toda la Nación Argentina.
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Ayer, 18 de Agosto, fuí a la cárcel de Marcos Paz a visitar al Padre Christian von Wernich y al Gral. Verplaetsen, conmovido por la situación de éste último que había revelado la carta de Carlos Bosch que publiqué en el nro, 919 de este periódico. Y, desde luego, por la del Padre von Wernich, sacerdote inocente de las viles acusaciones que le enrostran mediante testigos falsos, y también por la de los demás secuestrados pertenecientes a las FFAA y de Seguridad.
El lugar es siniestro. Uno llega arrastrándose por suburbios en los cuales están de alguna manera encarcelados compatriotas míos, gente de trabajo, que lucha desesperadamente por no hundirse en la miseria en esta Argentina tiranizada por ladrones al servicio del marxismo.
Me dolía enormemente imaginarme al padre de familia de alguna de esas casuchas iniciando su "via crucis" cotidiano rumbo al trabajo, con dos horas de colectivo y tren por delante, una jornada agotadora y otras dos horas de lo mismo en condiciones equivalentes al transporte de ganado. Y para colmo, por la noche, con el peligro constante de ser asaltado, robado, o de encontrarse, al volver a su casa, con la triste noticia de que su mujer o su hija habían sido violadas o sus hijos molidos a golpes o asesinados para robarles un par de zapatillas.
Y eso todos los días, días tras día, con el fantasma horrendo de la desocupación acechando. ¡Pobres compatriotas míos! ¡Y yo sin poder hacer nada por ellos, porque no tengo ningún poder (porque sin poder no se puede hacer NADA por ellos)!
Se llega a la cárcel por un camino infecto, supuestamente pavimentado, pero tan mal hecho (es una de las glorias de las gobernaciones peronistas de Duahlde, Solá, Scioli, etc.), que es mejor ir por la tierra de los costados que arriesgarse a caer en un pozo del "pavimento", de medio metro de profundidad.
Se ladea un reformatorio de jóvenes delincuentes, se atraviesa un basural hediondo y se llega a un descampado en el medio del cual hay una serie de edificios denominados irónicamete "residencias" 1, 2, 3 y 4 y que son precisamente las cárceles del penal de Marcos Paz (localidad autodenominada irónicamente, supongo, "ciudad del árbol").
Todo el personal de subordinados es de una amabilidad elogiable. Pero a pesar de ellos, no pueden ocultar el hecho de que son los decididos custodios de casi una centena de secuestrados de la tiranía, y que si uno de ellos intentara recuperar su libertad y no pudieran detenerlo, dispararían contra él hasta matarlo. Y estoy seguro de que lo harían, por más amables que parezcan en este encuentro soleado y pacífico. Las tiranías cuentan con innumerables servidores a sueldo que son "buenas personas" pero que pasan a ser criminales, aunque les pese, cuando su puesto está en juego.
Llegué acompañado por el heroico Ernesto Martín Rodriguez, antiguo compañero de luchas patrióticas. que me fué guiando, mapa en mano, por los intrincados vericuetos del itinerario.
En la guardia de la entrada me enteré con alegria que el Gral.Verplaetsen había sido trasladado a un Hospital, con lo cual el criminal tratamiento que le habían dado hasta ese momento, había cesado. Eso debe agradecerse a Carlos Bosch que tuvo la valentía de denunciar su situación mediante una "carta de lectores" en "La Nación" que reproduje en "La botella al mar".
Sólo nos quedaba ver al Padre von Wernich. Desde la guardia hasta la "residencia" nro. 4 en la cual estaba "alojado" había una gran distancia. Dijeron que nos mandarían un "móvil" para trasladarnos. Pero después de esperar 30 minutos inútilmente por ese "móvil" caminamos, hasta que a mitad del viaje nos recogió un omnibus destartalado que transporta a las visitas.
Atravesamos varias puertas enrejadas, nos anotamos en los registros, pasamos a una sala de espera y finalmente llegó el P. von Wernich con quien estuvimos un rato largo. Mucho menos largo que el tiempo que él lleva encerrado en esa jaula. Está entero, sin amargura, dejando todo en manos de Dios, pero de su conversación podía entenderse cual es la situación de los secuestrados. El almuerzo se entrega a las 15 hs., la comida "de la noche" a los 17,30hs., los "menús" son grasientos e insalubres, no los dejan hablar entre ellos, a no ser en los momentos en que pueden estar en el "gimnasio" (una especie de potrero alambrado), los guardias de inferior nivel son amables, pero los Superiores son crueles.
El Padre no puede hacer nada sin permiso del juez Rosanzky, presidente del Tribual que lo condenó a cadena perpetua sin pruebas, sin razón y sin Justicia. Y a todo lo que le pide él le dice que "¡NO!". Puede decir misa pero no se permite a los otros secuestrados asistir a ella. Los pasillos enormes retumban y todo el día se oyen las radios y el sonido de la TV. Un infierno, aunque el Padre estoicamente no se queja, a no ser de la TV que está justo arriba de su celda, que atruena día y noche, y de la falta de agua que padecieron durante tres días sin una gota, ni para tomar un remedio.
Se indigna cuando relata que entre los prisioneros de "lesa humanidad" (el cinismo de los tiranos es repugnante: ellos, los asesinos terroristas, se atreven a acusar de crímenes de "lesa humanidad" a quienes defiendieron el orden interior contra los inhumanos máximos que son ellos mismos), hay uno que está acusado de haber tenido una "pasantía" de un mes en una cárcel en la que estaban presos algunos de los "bonzos" del terrorismo (ahora poderosos integrantes del gobierno tiránico), cuando tenía 19 años. Se llama Pedro Guerrero. Por el sólo hecho de estar en la lista del personal de la cárcel (el joven pertenecía profesionalmente a la Fuerza de guarda-cárceles) fué secuestrado y hace tres años que está en esa mozmorra sin condena, o sea, excediendo todos los límites de la ley para la prisión preventiva, para no hablar de la monstruosidad que implica acusarlo de haber estado como aprendiz de su propia profesión en su lugar de trabajo.
Y todo eso que padece el Padre von Werrnich es para toda la vida, según la sentencia de los jueces inicuos presididos por Rosansky. Hay otros que ni siquiera tienen una parodia de "sentencia", sino que están secuestrados bajo capa de "prisión preventiva" excediendo todos los plazos legales. La Constitución no rige en ese "gulag". Tampoco rigen las leyes procesales. Ni hay jueces que digan el Derecho. Sólo hay verdugos disfrazados de jueces que obedecen las órdenes de los tiranos o que actúan con una parcialidad repugnante dictada por su odio al catolicismo, a las FFAA y a la Argentina tradicional.
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Eso está pasando en la Argentina hoy, 19 de Agosto del 2009 y desde hace por lo menos seis años. En la misma Argentina en que los camaradas y los compatriotas de esas víctimas miran para otro lado para no enterarse de que esta monstruosidad existe. Les resulta más cómodo olvidarse de esos sufrientes para poder gozar de la vida (los que no tienen que correr desesperadamente para no caer en la miseria, pero en libertad, al menos y por ahora).
Curiosamente, los camaradas de armas de estos secuestrados, aunque desarmados y humillados diariamente por la terrorista que funge de ministro de Defensa, tienen poder suficiente para hacer cesar esta ignominia. Pero prefieren hacerse los distraídos. Los retirados se limitan a dejar sentada su tímida protesta con más alguna marcha insignificante de vez en cuando. Y el resto de la ciudadanía, empezando por las clases cultas, ni se acuerdan de que esta brutalidad existe. Como los pasajeros del "Titanic", gozan cada minuto de los que les quedan para gozar. No saben cuantos, pero mientras dura, sigue el baile.
Esto es mucho peor que el caso de los Puccio en San Isidro. Pero si le horroriza el recuerdo de la crueldad de esos criminales y le escandaliza la indiferencia frívola de los sanisidrenses, debo decirle que nosotros somos mucho peores, porque lo que ocurre en Marcos Paz y en las demás mazmorras de la tiranía, es público -luego no puede alegarse ignorancia- y afecta no a un secuestrado sino a 500, más a todos los integrantes de sus familias que sufren con ellos Además, no han sido muertos uno o dos de los secuestrados, sino 58 (hasta ahora) y la perspectiva es de que mueran muchos más.
Todos se escandalizan -y hacen bien- ante el horror de los campos de concentración nazis (no se horrorizan, en cambio, con el "gulag" soviético, ni con los bombardeos de Hiroshima, Nagasaki y Dresden efectuados por americanos e ingleses), pero sabiendo que a poca distancia de sus respectivos hogares hay hombres que padecen estas injusticias atroces no se escandalizan en lo más mínimo. Dios nos pedirá cuenta de eso, no tengan la menor duda. Y tal vez la cuenta se adelante y debamos sufrir, cuando esta tiranía termine de consolidarse por causa de nuestra criminal indiferencia, lo que no queremos ni imaginarnos que pueda ocurrir en esta tierra del tango y del futbol.
Cosme Beccar Varela