|   Dios no ha cesado              de entregar revelaciones a quienes El elige como sus instrumentos,              lo hace en todo tiempo y en todo continente. Hace pocos años eligió              a Monseñor Octavio Michelini, en Italia, para derramar advertencias              sobre la importancia del trabajo de los sacerdotes, y las              debilidades de muchos de ellos frente a su santa misión. Pero              particularmente Jesús nos enseña a través de los escritos de              Monseñor Michelini un profundo amor por la Iglesia, los Sacramentos.              Se puede decir que la obra es un catecismo dictado por Jesús, en Sus              firmes e incomparables palabras.  
 Como ejemplo,              reproducimos este breve segmento del libro “Tu sabes que Yo te              amo”: 
 
 
 
 
 Salvar el              alma 
 El reino de la mentira              parece prevalecer sobre el reino de la verdad y de la              justicia;  pero será ya              por poco tiempo.               Proveerá la Divina Justicia a limpiar a la tierra, a la              humanidad contagiada e infestada por el              Maligno. Se ocupará mi Madre Santísima en aplastar de nuevo la cabeza              de satanás; pero no creáis que él con sus legiones, con los              innumerables aliados encontrados en el mundo, renuncie a su reino              sin reacciones y convulsiones              tremendas. Todo esto os lo digo con el fin de que os convirtáis, os              preparéis y consigáis predisponer vuestro ánimo a la oración y a la              penitencia. Las cosas de la tierra pasan; no pasan mis Palabras. Una              sola cosa es importante: salvar el              alma. Te Bendigo hijo mío y contigo bendigo a las personas por las              que oras.               
 
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 Esto dice Don Octavio sobre el              motivo por el que él es instrumento de esta              obra:
 
 ¿Por qué me ha escogido              Dios?
 ¿Quién soy yo?  Soy menos que un granito de              polvo frente al               universo, soy menos que una gotita invisible frente al              océano, soy menos que un repugnante gusanillo que se arrastra en el              fango de la tierra.
 Soy              un pobre sacerdote, entre tantos, el menos culto, el menos docto, el              más desprovisto, un pobre sacerdote rico sólo en innumerables              miserias de toda naturaleza.
 ¿Por              qué me ha escogido Dios? Para que se entienda que yo no soy más que              un pobre instrumento en Sus Manos, para que se entienda por todos              que no soy más que una miserable pluma despuntada, mi misma              caligrafía es símbolo de mi inconmensurable pobreza y              nulidad.
 
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