LA CLAVE ESTA EN ALEMANIA
Una vez más, Alemania carga sobre sus espaldas el final de la fiesta europea. Su PBI cayó el 6,9 en el último año y arrastra el de los demás países. La razón es evidente: la producción ha volado del continente europeo, que se ha transformado en una endeble área de servicios (exactamente lo que hasta hace poco decían con orgullo muchos inconscientes gastadores españoles), pero ahora cada vez menos servidores. Al mismo tiempo, la poca actividad agropecuaria que resta está jaqueada y, por ejemplo, los productores españoles de leche “piquetean” al mejor modo argentino protestando contra el avance de las empresas francesas que les tiran los precios por el suelo. Se ve ya que la Unión Europea pierde sus lazos en la medida en que la crisis avanza. Si se tienen en cuenta los 4 millones de trabajadores parados en España, la de por sí alarmante cifra de 8,5 millones de empleos a perder en 2009 en toda Europa (El País, 16/V/09, pág. 18) tiene todas las posibilidades de quedar corta.
Como advertimos desde un comienzo, las únicas medidas que se toman en todas partes para manejar la crisis son financieras y se destinan a sostener a los Bancos. Dicho de otro modo, que es decirlo como verdaderamente es, los Bancos están haciendo un negocio más de la crisis que afecta a millones. Porque el parate es general y la gente lo sufre atemorizada a través del único miedo a que la ha llevado la educación desde hace más de medio siglo: el santo temor del dios dinero.
Hay que ver, por otra parte, la indignación de los que se quedan sin casa, de los que no pueden vender la suya, de los que no llegan a pagar el alquiler o de los que, en EEUU o en Europa, como tantas veces nosotros aquí, reciben un pozo o un cascajo por vivienda una vez que la han pagado.
Entretanto, señores como Dominique Struss-Kahn advierten sabihondos desde el FMI que el mayor riesgo que tendremos en los próximos meses será limpiar a las entidades bancarias porque “sin unos balances limpios no va a ser posible una recuperación financiera”. ¿Qué otra cosa se podía esperar de él? A lo que Obama, paladín universal de las libertades virtuales, responde con su plan de rescate que, por otro lado, exige a la industria (y pongo el ejemplo de General Motors aunque conozco su origen y no soy su accionista) lo que jamás exigiría a la usura. Así es como la fabricante de autos reducirá en 40% el número de sus concesionarias, amputando específicamente a las más chicas, a pesar de lo cual promete ser absorbida en breve por el estado del líder Demócrata recién inaugurado (The Wall Street Journal / La Nación, 29/V/09).
En síntesis, está claro que la crisis terminará con mayor concentración del poder económico. Y, por supuesto, la pregunta que nadie quiere responder es ¿dónde está la plata desaparecida en el interín?
Mientras, los socialistas españoles tienen muy buenas posibilidades de imponer el aborto libre hasta las 14 semanas a partir de los 16 años, edad desde la cual los jóvenes no tendrán por qué avisar a sus padres de la matanza de sus nietos no nacidos. Es que, como dice Leire Patín, la secretaria de organización del PSOE, “España ha apostado por parecerse a Europa” y, con cartesiana lógica, argumenta que si a los dieciséis años “se pueden donar órganos o decidir someterse a operaciones quirúrgicas que pongan en riesgo la vida”, bien se puede decidir abortar por cuenta propia (El País, 16/V/09, pág 34). Paralelamente (contado por el mismo diario, con lo que se ve que basta leer un día al enemigo para conocerlo y saber adónde va), hasta los directores de ópera clásica desnudan en Europa a sus protagonistas para hacer “visualmente” más atractivos sus espectáculos. Y allí andan divos y divas a dieta con tal de poder mostrar sus encarnaduras…
Sólo el Papa alemán expresa la clave cultural de la recuperación del mundo desorientado. Porque son pocos los que, con él, entienden hacia dónde va este mundo que, a ciegas en el verdadero sentido, busca hacer pie en la crueldad de muerte de la era pre-cristiana. Pero he aquí que hasta el Pontífice tiene que soportar todo el poder de sus enemigos íntimos: los de dentro del Vaticano y los barones de la derrota de su país de origen, como la insolente Merkel.
Mientras, el peor islamismo saca provecho de la imbécil “democracia” atándose en Europa a la cola de la no discriminación, cuando en los países que domina no deja aparecer ni la sombra de una cruz. Y, con todo el desparpajo de los números, exige para los niños islámicos nacidos en suelo europeo la enseñanza de su religión a cargo del estado en las escuelas públicas.
Así, vale la pena que los liberales se enteren de que todo verdor (o todo “brote verde”, como con afán ecologista han dado en llamar a ciertos signos de recuperación económica que sólo ellos ven) perecerá. Lo va a quemar la “helada” voraz de los Bancos, que ya se puso de manifiesto en los EEUU para paralizar la producción. Que sepan, demócratas libreempresistas descreídos, que van a desaparecer como los brotes tempranos. Porque, pasada la nueva ola de concentración del dinero virtual, esta batalla apuntan a ganarla los más crueles de los musulmanes; los que han aprendido a usar de la sofística leguleya de Occidente para afirmar aquí su quintacolumna de agresiva infantería de carne y hueso. Esa que promete ocupar nuestro vacío.