Un fundador de la banda, hoy funcionario, relata intimidades
MONTONEROS:AYER Y HOY
Por Carlos Manuel Acuña
Uno de los principales fundadores de la banda montoneros y activista destacado durante los años setenta, Ignacio Vélez Carreras Allende, escribió un pormenorizado artículo sobre los orígenes de la banda, los principales delitos cometidos por ésta, los viajes a Cuba y la admiración por el castrismo, el profundo desprecio que sentían por el peronismo y la importancia que tuvo el asesinato del ex presidente Pedro Eugenio Aramburu, pues además de lo que significó el hecho en si mismo, el articulista considera que fue una verdadera bisagra en el desarrollo de la Guerra Revolucionaria que lo tuvo como un importante protagonista.
El artículo fue publicado en la revista Lucha Armada (Año I, número 2, aparecido en el 2005) que se fundó apenas asumió Néstor Carlos Kirchner la presidencia de la República, dato que no parecería accidental por lo que vamos a ver enseguida.
Si bién el contenido de las catorce páginas de este trabajo se ajusta cronológicamente a lo que se sabe de esa época, los detalles que aporta son realmente significativos y muchos prácticamente desconocidos por la opinión pública atento la escasa divulgación de la Hoja que comentamos.
Vélez reconoce que la conexión con Cuba tuvo una influencia determinante y que produjo una concientización tan trascendente como que inculcó la idea y el impulso de matar y matar para alcanzar los fines revolucionarios. Esto - explica - se logró por encima del sentimiento cristiano de muchos de los guerrilleros que trabajaron para orientar al "cristianismo revolucionario y progresista" por el camino de la violencia extrema, un tema que tuvo como impulsores al conocido Juan García Elorrio, al sacerdote Carlos Mujica y otros que militaron para lograr "el enfrentamiento del hijo con el padre", un factor que aunque no lo reconozca expresamente, aparece en su relato como un objetivo fundamental para producir la rebelión, la lucha armada como finalidad máxima y virtualmente excluyente en la acción política. En síntesis, ese fenómeno pasaba por la necesidad revolucionara de quebrar el orden natural, desjerarquizar los valores de la sociedad, romper con el esquema de los valores sustantivos que la alimentan y tomar el poder por la fuerza.
Por cierto, la creación del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, la llamada CGT de los Argentinos, el cordobazo, las principales figuras que surgieron durante ese período trágico generado desde el exterior por razones geopolíticas y estratégicas, la personalidad de sus compañeros de andanzas, las muertes y selección de blancos a ser asesinados, las destrucción del sistema económico y de gobierno y la definición de las Fuerzas Armadas como el enemigo a destruir prioritariamente, constituyen factores elocuentes de la finalidad autoimpuesta por las bandas revolucionarias.
Pero existe un detalle que coloca al desempeño de Vélez en una altura que debe medirse en estos momentos de crisis peligrosa: hoy es nada más y nada menos que subsecretario de Salud Pública, el tercero de Graciela Ocaña que tiene como viceministro - es decir, su segundo - a Carlos Soratti quien manejaba el automóvil de color blanco en el cual fue traslalado el teniente general Aramburu durante su secuestro. Estos cargos en la función pública forman parte de una maraña urdida entre otros, por Eduardo Luis Duhalde, alias comandante Damián, secretario de Estado de Derechos Humanos, su subsecretario Rodolfo Matarollo, delegado en el exterior de la Junta Cordinadora Revolucionario (JCR) y el agente Horacio Verbitsky, ex jefe del aparato de inteligencia de montoneros, asesor político del kirchnerismo e ideólogo del proceso de destrucción del aparato militar y defensivo de la Argentina.
Si bién el contenido de las catorce páginas de este trabajo se ajusta cronológicamente a lo que se sabe de esa época, los detalles que aporta son realmente significativos y muchos prácticamente desconocidos por la opinión pública atento la escasa divulgación de la Hoja que comentamos.
Vélez reconoce que la conexión con Cuba tuvo una influencia determinante y que produjo una concientización tan trascendente como que inculcó la idea y el impulso de matar y matar para alcanzar los fines revolucionarios. Esto - explica - se logró por encima del sentimiento cristiano de muchos de los guerrilleros que trabajaron para orientar al "cristianismo revolucionario y progresista" por el camino de la violencia extrema, un tema que tuvo como impulsores al conocido Juan García Elorrio, al sacerdote Carlos Mujica y otros que militaron para lograr "el enfrentamiento del hijo con el padre", un factor que aunque no lo reconozca expresamente, aparece en su relato como un objetivo fundamental para producir la rebelión, la lucha armada como finalidad máxima y virtualmente excluyente en la acción política. En síntesis, ese fenómeno pasaba por la necesidad revolucionara de quebrar el orden natural, desjerarquizar los valores de la sociedad, romper con el esquema de los valores sustantivos que la alimentan y tomar el poder por la fuerza.
Por cierto, la creación del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, la llamada CGT de los Argentinos, el cordobazo, las principales figuras que surgieron durante ese período trágico generado desde el exterior por razones geopolíticas y estratégicas, la personalidad de sus compañeros de andanzas, las muertes y selección de blancos a ser asesinados, las destrucción del sistema económico y de gobierno y la definición de las Fuerzas Armadas como el enemigo a destruir prioritariamente, constituyen factores elocuentes de la finalidad autoimpuesta por las bandas revolucionarias.
Pero existe un detalle que coloca al desempeño de Vélez en una altura que debe medirse en estos momentos de crisis peligrosa: hoy es nada más y nada menos que subsecretario de Salud Pública, el tercero de Graciela Ocaña que tiene como viceministro - es decir, su segundo - a Carlos Soratti quien manejaba el automóvil de color blanco en el cual fue traslalado el teniente general Aramburu durante su secuestro. Estos cargos en la función pública forman parte de una maraña urdida entre otros, por Eduardo Luis Duhalde, alias comandante Damián, secretario de Estado de Derechos Humanos, su subsecretario Rodolfo Matarollo, delegado en el exterior de la Junta Cordinadora Revolucionario (JCR) y el agente Horacio Verbitsky, ex jefe del aparato de inteligencia de montoneros, asesor político del kirchnerismo e ideólogo del proceso de destrucción del aparato militar y defensivo de la Argentina.