Opinión -Una presidenta atemorizada Por Carlos Berro Madero
| “El pánico representa hasta el día de hoy la prueba más convincente del impacto devastador que un trastorno emocional tiene sobre la claridad mental.” - Daniel Goleman |
Si algo ha quedado al desnudo en este viaje a España de nuestra Presidenta, es una verdadera sobreactuación parlante y algunos términos utilizados “hasta la saciedad” -como han apuntado los diarios españoles-, para poder disimular la inseguridad que le causa haber perdido pie en el ejercicio de sus funciones.
Amén de no haber encontrado un solo argumento razonable que pueda sostener la expropiación de Aerolíneas Argentinas, motorizada por díscolos gremios aeronáuticos y algunos políticos que viven detenidos en los “patria sí, colonia no” de hace cincuenta años.
Muy probablemente por ello, ha vestido dicha sobreactuación con la poca claridad con que ha tratado de “darle una vuelta” a nuestras relaciones con la madre patria. Sus distintas intervenciones la han mostrado inquieta, verborrágica y emperifollada como si de la gala de alguna academia de actores se hubiera tratado el viaje.
Lamentablemente para ella, quienes la asesoran o le escriben el libreto básico -los sermones los redondea ella misma con su vocabulario “exquisito”-, olvidaron recordarle que existe un dicho que asegura que “ver con quien andas, me dirá quien eres”. Haberse presentado con Moyano y Viviani, verdaderos patoteros profesionales de la política, particularmente encarnizados con las compañías españolas con sede en nuestro país, ha puesto en evidencia que el gobierno de los Kirchner ha perdido la brújula y el sentido común.
Sin dejar de mencionar la sorpresa que causó que el robusto Moyano haya esquivado olímpicamente vestirse de acuerdo con la etiqueta protocolar para la ocasión.
Cristina Kirchner sufre emociones que seguramente entorpecen su concentración y le impiden retener en su mente los conocimientos que corresponden a su función, lo cual le hace pronunciar discursos muy eufónicos, pero con poca sustancia. Amén de presentarse en forma petulante como experta en temas que evidencia ignorar en forma supina.
Un gobierno en crisis, como el de ella y su esposo, que sigue arrojando pobres a la calle por cientos, detestado por una mayoría –aún inorgánica es cierto-, del 70% de la población, no tiene ningún derecho que le asista para abalanzarse sobre una tarima y darle lecciones al mundo entero, usando comparaciones ridículas y haciendo suponer que somos todos infradotados que respaldamos su discurso obsoleto.
Cuando el cerebro emocional se apodera de la mente de una persona, llega a paralizar generalmente su capacidad “pensante”. Es lo que evidencia la Presidenta, que muy probablemente está recogiendo la sorpresa y el disgusto de todos aquellos que la reciben, con excepción, claro está, del orangután bolivariano y sus cínicos aliados cubanos.
Cada paso que da el kirchnerismo puro en estas semanas parecería consistir en extraer una palada adicional de tierra de un hoyo en el que se va hundiendo lentamente.
Por otra parte, sería bueno recordar que la ansiedad mina siempre el intelecto e impide discernir claramente cualquier cuestión de rango académico. En esa situación el pánico se apodera del actor (actora en este caso), y lo lleva por los caminos más inverosímiles.
Las pequeñas arengas de Cristina (las llamamos así, porque se asemejan lejanamente a un discurso ortodoxo), permiten comprobar que luego de un inicio donde parece poner en su sitio una cierta porción de presupuestos intelectuales, comienzan a sufrir poco a poco una transformación que pulveriza la unidad con que esta señora pretende capturar la atención de sus oyentes.
Sus gestos, mohines y referencias a cuestiones que mezclan tópicos comerciales y reflexiones sobre la “buena voluntad” que según ella debería alimentar a los actores económicos del mundo, componen un cuadro patético, que se parece a una queja de una alumna adolescente que pretende cuestionar sus calificaciones ante la dirección de su colegio.
Que Cristina Kirchner nos represente hoy, vestida como un paquete de Navidad, pintada como una puerta y haciéndose besar la mano con el guante puesto, rebasa los límites del protocolo y nos reduce a una imagen de ciudadanos de un país exótico, que es capaz de creer que con algunos disfraces y una comparsa puede lograrse algo que no parezca una murga de carnaval.
Dicen los psicólogos experimentados que cuando una persona está demasiado absorta en la preocupación de un eventual fracaso en cualquier tarea que realice, puede prestar mucha menos atención a dilucidar las respuestas que ésta necesita. Las preocupaciones se convierten así en profecías auto cumplidas, que empujan finalmente al sujeto al desastre que predicen.
Como ya hemos dicho, y deseamos insistir nuevamente, estamos en la fase “psico-traumática” del período kirchnerista. Sus funcionarios se visten muy probablemente por las mañanas para “aguantar la cachetada” de una ciudadanía que los desprecia y les ataca aún por aquellas pocas cosas que intentan resolver con cierta coherencia.
Observando atentamente la cara del Rey Juan Carlos de Borbón durante este viaje, estamos convencidos que muy probablemente estuvo tentado de propinarle a Cristina otro “¿por qué no te callas?”.
Más aún después de haberlo tenido “de plantón” en al menos dos ocasiones por más de media hora, sin motivo ni excusa alguna.
Gentileza en exclusiva para NOTIAR