FUERTEMENTE
Hugo Esteva
A partir de la era Menem la Argentina perdió el artículo y se transformó en “Argentina” a secas. Por una parte, como si con eso se quisiera alejar todo lo posible la idea de “República” implícita en nuestro modo habitual (y oficial) de nombrar a la patria. Pero, mucho más sencillamente, porque el caudillo riojano decidió adoptar el modo en que muchos extranjeros, y los norteamericanos en particular, nombran a nuestro país: “Argentina”, a secas.
Para entonces los liberales que imponen la moda habían empezado a mal usar el gerundio. Y no ya a la “démodée” manera francesa, como sería decir “un cajón conteniendo manzanas”. Comenzaron a emplearlo al mal traducido estilo de las compañías aéreas también norteamericanas para decir, con toda la boca abierta de la tilinguería, cosas como “estoy saliendo mañana” o “estoy llegando pasado”, en lugar de “saldré mañana” o “voy a llegar pasado”. Con cara de gente “in”.
La etapa Kirchner ha impuesto el desagradable término “fuertemente”. Se dice que se trabaja fuertemente, se cosecha fuertemente, se piensa fuertemente. Falta poco para que se susurre fuertemente. Versión local de “strongly” en vulgar traducción de un idioma deficitario, el uso falto de imaginación de “fuertemente” es una confesión de hasta dónde nos contamina la mentalidad de entrega física y espiritual. Se piensa como se habla –hemos aprendido de los especialistas-, y así hablan los Kirchner y los kirchneristas. A esto han venido a parar los “liberacionistas” de los años setenta. En suma, dime cómo hablas y te diré quién eres.
Prueba reciente es el canje de deuda. El gobierno sigue los exactos pasos que hemos venido conociendo desde los tiempos de Martínez de Hoz: más deuda para tapar la deuda. Y, como es lógico, pagando intereses cada vez más altos. Pero además, como en el Proceso, como con Alfonsín, como en tiempos de Menem, como con de la Rúa y Cavallo, proclamando como triunfo cada nueva derrota, disfrazando de salvación cada nuevo eslabón de la cadena que han coincidido en poner a la patria.
Esta coincidencia tiene un agravante para el continuismo del gobierno actual. La crisis global ha demostrado sin dudas la mentira financiera, que va a seguir tropezando a pesar de que sus eternos beneficiarios se esforzarán por crearle una nueva versión. Pero en este tembladeral, la Argentina hubiera podido encontrar el piso de su firmeza, que es la producción. Tanto en el campo, es obvio, como en la industria ya que –para dar un ejemplo esclarecedor- la única sucursal de la fundida General Motors que generó ganancias en el mundo el año pasado fue la argentina. Pero ahí sí, Kirchner y sus alcahuetes han coincidido en el resentimiento para obstruir la única fuente genuina de sostén económico en un mundo enrarecido: el valor de lo que se sabe hacer bien.
No obstante, todo pasa. Mientras los Andes, la pampa y el mar van a seguir estando aquí. Como la roca de Pedro, capaz de reflexionar y volver a admitir a sus hijos fieles. En el mero transcurso de una vida vimos con dolor la separación de Monseñor Lefebvre y vemos con alegría la reunión de sus sucesores. En la Iglesia habían quedado, aunque parecieran aplastados por el fugaz progresismo, los que entendían los valores eternos. Y la verdad se recompuso antes de lo que hubiéramos podido imaginar.
Antes de lo que imaginamos se van a descomponer también estos gobernantes. Porque lo único que saben hacer fuertemente es entregarnos.