21                          de noviembre 
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San Héctor Valdivielso Sáez,                          
primer santo argentino 
Junto con otros                          siete hermanos de la Congregación de La Salle y un padre                          pasionista, San Héctor Valdivielso Sáez fue fusilado el                          9 de octubre de 1934 durante la Revolución de Asturias,                          previa a la Guerra Civil Española. El santo mártir fue                          víctima de la secta comunista por defender la educación                          religiosa y los principios de la Santa Iglesia Católica                          
Héctor Valdivielso nació el 31 de octubre de                          1910, en el barrio porteño de Boedo, sobre la calle                          Castro (hoy Treinta y Tres Orientales), en pleno corazón                          de Buenos Aires, en el seno de un hogar de inmigrantes                          españoles. Sus padres, Benigno Valdivielso Angulo y                          Aurora Sáez Ibáñez habían llegado a la Argentina                          procedentes de la provincia de Burgos, Castilla, con la                          idea de progresar económicamente. 
Hogar de                          inmigrante 
Héctor vino al mundo en un hogar en                          el que la felicidad, no exenta de dificultades, fue la                          tónica principal. Tenía un hermano, dos años mayor que                          él, llamado José Alfredo. Y pronto nació otra niña,                          Zulema, por la que Héctor sintió gran afecto.(1)                          
El futuro santo fue bautizado el 26 de mayo de                          1913 en la iglesia de San Nicolás de Bari, que por                          entonces se hallaba ubicada en en el mismo sitio donde                          hoy se alza el Obelisco. El tempo era célebre porque en                          su torre flameó por primera vez la Bandera Argentina.                          
La familia Valdivielso vivió en Buenos Aires                          hasta 1914. En esa fecha, cuando Héctor solo tenía tres                          años, regresó a España, estableciéndose en la ciudad                          burgalesa de Briviesca, en cuyo templo parroquial de                          Santa María recibió el sacramento de la confirmación (9                          de julio de 1915), de manos del Arzobispo de Burgos, D.                          José Cadena y Eleta. 
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Pila bautismal de San Nicolás de Bari. En ella                          fue bautizado San Héctor cuando la iglesia se hallaba en                          la intersección de Corrientes y 9 de Julio 
Su                          vocación religiosa 
Tenía seis años cuado                          ingresó en el Colegio de las Hijas de la Caridad, muy                          cerca de su casa, donde aprendió las primeras letras,                          pasando a los nueve años la edad en la que tomó la                          Primera Comunión bajo la atenta preparación de su madre                          a la Escuela Municipal. 
Por entonces, hacía un                          año que su padre, por razones laborales, se hallaba                          radicado en México, desde donde enviaba a su hijo cartas                          con máximas y enseñanzas de gran ayuda para su formación                          moral y religiosa. 
Un religioso lasallano, el                          hermano Celestino Pedro, solía visitar cada tanto a la                          familia, ocasión en que relataba, entre otras cosas, sus                          experiencias como educador en Bujedo, las cuales Héctor                          escuchaba con avidez. Y así fue que comenzó a aflorar en                          su ánimo el anhelo de abrazar aquella vida, deseoso de                          seguir los pasos de San Juan Bautista de La Salle.                          
Después de manifestar esa noble aspiración a su                          madre, el 31 de agosto de 1922 viajó a Bujedo, con solo                          12 años de edad, para iniciar sus estudios con los                          Hermanos de las Escuelas Cristianas. En 1924 pasó al                          centro de formación de misioneros de Lembecq-Lez-Hall,                          Bélgica, y al año siguiente ingresó al Noviciado para                          recibir su hábito y un nuevo nombre: Benito de Jesús.                          
De regreso en España, después de emitir sus                          primeros votos en 1927 y ya como alumno del profesorado                          de la Comunidad del Escolasticado de Bujedo, comenzó a                          crecer en su interior el deseo de ser misionero en                          Brasil o la Argentina. 
Al servicio de la                          educación 
En 1929, finalizados sus estudios, fue                          enviado a Astorga (León), su primer destino, donde                          enseña, organiza y anima grupos juveniles, escribe en                          periódicos locales y promueve publicaciones católicas                          con la intención de acercar lecturas sanas y formativas                          a familias y jóvenes. Fue entonces que se hizo                          columnista de La Luz de Astorga y Los Hijos del Pueblo,                          en los que publicó incontables artículos, así como                          también en el madrileño La Voz del Pueblo. 
Por                          esa época estaba decidido a dedicar su vida al Señor. Si                          Dios me lo permite, estoy dispuesto a sufrir prisión, el                          destierro y la misma muerte. Estoy muy contento                          esperando la recompensa que Dios me tiene reservada en                          el Paraíso, le escribió a su madre, dando señales de                          estar templando su alma para el martirio.                          
Después de tres años en Astorga, Héctor fue                          destinado a Turón. Allí se trasladó después de un retiro                          de veinte días en la Casa de Arcas Reales de Valladolid                          y renovó sus votos trienales el 15 de agosto de 1932.                          
El pueblo de Astorga lo despidió con emoción.                          (2) 
La revolución de Asturias 
Previa estadía                          en casa de su madre, Héctor llegó a Turón, donde comenzó                          a enseñar y defender los principios de la familia, de la                          moral cristiana y de la doctrina católica en general. El                          5 de octubre de 1934 lo sorprende allí la revolución de                          Asturias, movimiento insurreccional ateo y comunista,                          encabezado por los mineros y campesinos de aquella                          región, suerte de prólogo a la terrible guerra civil que                          estallaría menos de dos años después. 
Altar                          de Los Mártires en el Monasterio de Santa María de                          Bujedo, que contiene las ocho urnas con las reliquias de                          los santos mártires de Turón bajo la leyenda: Hic sunt                          sacræ reliquiæ martyrum. 
El radio del brazo derecho                          de nuestro santo se encuentra depositado en la Basílica                          de San Nicolás de Bari de Buenos Aires (Av. Santa Fe                          1364) y su cráneo completo en la capilla del Colegio de                          La Salle de la 
misma ciudad 
El martirio 
Una                          detonación marcó el inicio del levantamiento, señal                          acordada por los rebeldes para lanzarse armados a las                          calles. 
Si bien el clima político era propicio a                          este tipo de alzamiento, en la zona de Turón, la gran                          presencia de comunistas conquistó para la comunidad el                          apelativo de Turón rojo.(3) 
Ese mismo día,                          milicianos revolucionarios tomaron por asalto el colegio                          cuando los hermanos se hallaban en el ofertorio del                          Santo Sacrificio de la Misa. Revolvieron todo en busca                          de armas y, al no encontrarlas, se llevaron a los                          religiosos a los golpes hasta la Casa del Pueblo. El                          hermano Cirilo, director del establecimiento, preguntó a                          que se debía aquello pero una andanada de insultos lo                          hizo callar. 
Los religiosos fueron alojados en                          lóbregas y obscuras prisiones, junto a otros catorce                          detenidos. Dormían en el suelo. No les vi quejarse en                          ningún momento y estuvieron todo el tiempo rezando y muy                          recogidos...Eran magníficos, eran unos santos... diría                          años después uno de sus captores.(4) 
Tres días                          permanecieron allí, privados de agua y comida,                          severamente vigilados, sin dejar de orar un solo                          instante, soportando todos los insultos y humillaciones                          a que fueron sometidos. 
Hasta que llegó el                          terrible momento. 
En la madrugada de 9 de                          octubre la puerta de la prisión se abrió de golpe. Los                          hermanos fueron sacados a la calle y obligados a caminar                          de dos en dos rumbo al cementerio, siempre apuntados por                          sus captores. Iban resignados y silenciosos pero                          decididos y animados. Al llegar, vieron ocho siniestras                          fosas que los comunistas habían abierto la noche                          anterior. Colocados junto a ellas, aguardaron unos                          instantes a que el enterrador llegase con las llaves, y                          a la orden de su jefe los verdugos apuntaron e hicieron                          fuego. 
Uno a uno fueron cayendo, el padre                          pasionista Inocencio de la Concepción y los hermanos                          lasallanos Aniceto Adolfo, Augusto Andrés, Victoriano                          Pío, Julián Alfredo, Marciano José, Cirilo Beltrán,                          Benjamín Julián y Benito de Jesús (San Héctor                          Valdivielso), todos ellos beatificados por su S.S. Juan                          Pablo II el 29 de abril de 1990 y canonizados el 21 de                          noviembre de 1999 en una gran ceremonia que tuvo lugar                          en la Plaza de San Pedro. 
Primer santo argentino                          
Para entonces, los santos mártires ya habían obrado                          milagros, uno de ellos la inexplicable cura de Rafaela                          Bravo Jirón, joven nicaragüense de 24 años, que,                          afectada por un tumor tenía los días contados. Sin                          embargo, siguiendo consejo del Hermano Alejandro Zepeda,                          su esposo, ex-alumno de La Salle, rezó -entre el 11 y el                          29 de abril de 1990, día de la beatificación- dos                          novenas diarias pidiendo su intercesión. El 29 por la                          noche, Rafaela sintió unos terribles dolores y creyendo                          que su hora había llegado, comenzó a rezar. Una masa                          visceral extraña salió de su cuerpo y al día siguiente                          estaba totalmente curada. Los médicos, perplejos, no                          encontraron explicaciones para el caso.                          
Desconocido para toda la feligresía argentina,                          el santo mártir, víctima de la secta comunista por                          defender la educación religiosa y los principios de la                          Iglesia, alcanzó la gloria de los altares.                          
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Notas 
1- Telmo Meirone y colaboradores.                          Héctor Valdivielso Sáez. El primer Santo Argentino,                          Editorial Stella (Ediciones Paulistas), Buenos aires,                          1999, p.19. 
2- Cfr. Texto en M. Valdizán, p. 717, en                          Telmo Meirone y colaboradores, ob. cit., p.40. 
3- El                          Primer Santo Argentino. San Héctor Valdivielso,                          Editorial Magenta S.A., Buenos Aires, 1999, p. 14.                          
4- Positio super martirio, p. 74, en Telmo Meirone y                          colaboradores, ob. cit., p. 61. 
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