ZS08072505 - 25-07-2008
Permalink: http://www.zenit.org/article-28068?l=spanish
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40 años de la “Humanae Vitae”, “signo de contradicción”
El director de “L’Osservatore Romano” comenta la encíclica de Pablo VI
CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 25 julio 2008 (ZENIT.org).- "Signo de contradicción": así define Giovanni Maria Vian, director de "L'Osservatore Romano", la encíclica Humanae Vitae, firmada por Pablo VI el 25 de julio de 1968.
El texto, recuerda, "rechazaba la contracepción con métodos artificiales" e iba "contra el hedonismo y las políticas de planificación familiar, a menudo impuestas a los países pobres por los más ricos".
Apenas publicada, la encíclica suscitó "una oposición sin precedentes dentro de la misma Iglesia católica".
El cardenal Joseph Ratzinger escribió en 1995 que "raramente un texto de la historia reciente del Magisterio se convirtió tanto en signo de contradicción como esta encíclica, que Pablo VI escribió a partir de una decisión profundamente sufrida".
A pesar de todo, el Papa no cambió su postura. El 23 de junio de 1978 reafirmó al colegio cardenalicio, "tras las confirmaciones de la ciencia más seria", las decisiones tomadas entonces que buscaban afirmar el principio del respeto de las leyes de la naturaleza y el "de una paternidad consciente y éticamente responsabilizada".
En el discurso de la solemnidad de Pedro y Pablo, haciendo una especie de balance de su pontificado, el Papa Giovanni Battista Montini "citó las encíclicas Populorum Progressio y Humanae Vitae como expresiones de aquella defensa de la vida humana que definió elemento imprescindible en el servicio a la verdad de la fe".
La Humanae Vitae, recuerda Vian, "es coherente con las importantes novedades conciliares sobre el concepto de matrimonio", pero sobre todo fue una profecía para los tiempos actuales.
Frente a las "inquietantes evoluciones de la ingeniería genética", se demuestra "lúcida y anticipadora cuando declara que ‘si no se quiere exponer al arbitrio de los hombres la misión de engendrar la vida, se deben reconocer necesariamente límites infranqueables a la posibilidad de dominio del hombre sobre el propio cuerpo y sobre sus funciones; límites que a ningún hombre privado o revestido de autoridad, es lícito quebrantar'".
A pesar de los muchos ataques a la que fue definida la "encíclica de la píldora", se elevaron también voces a favor de lo escrito por el Papa.
En "L'Osservatore Romano" del 6 de septiembre de 1968, Jean Guitton definió la encíclica ferme mais non fermée (firme pero no cerrada), pues muestra que la "senda estrecha" del Evangelio es "la senda abierta hacia el futuro".
El cardenal jesuita Jean Daniélou, por su parte subrayaba que el documento "nos ha hecho sentir el carácter sacro del amor humano" expresando una "revuelta contra la tecnocracia".
El director de "L'Osservatore Romano" define la Humanae Vitae como un "auténtico signo de contradicción", subrayando que "no se recuerda con gusto" "por su enseñanza exigente y contra corriente" y porque "no es útil al juego corriente que pone a los papas el uno contra el otro, método quizá útil desde el punto de vista historiográfico para delinear obvias diversidades, pero que hay que rechazar cuando es usado instrumentalmente, como sucede continuamente sobre todo en el panorama mediático".
Apoyaron a Pablo VI el cardenal Karol Wojtyla, "el arzobispo de Cracovia que había tenido un papel importante en la comisión ampliada y que habría luego innovado mucho con su magisterio pontificio sobre el cuerpo y la sexualidad", y Joseph Ratzinger, "otro purpurado creado por él".
Este aspecto, concluye Vian, muestra "la vital continuidad de la propuesta cristiana también sobre el problema del control de nacimientos", que el 23 de junio el Papa definía "extremadamente grave" porque "toca los sentimientos y los intereses más cercanos a la experiencia del hombre y de la mujer".
Traducido del italiano por Nieves San Martín
El texto, recuerda, "rechazaba la contracepción con métodos artificiales" e iba "contra el hedonismo y las políticas de planificación familiar, a menudo impuestas a los países pobres por los más ricos".
Apenas publicada, la encíclica suscitó "una oposición sin precedentes dentro de la misma Iglesia católica".
El cardenal Joseph Ratzinger escribió en 1995 que "raramente un texto de la historia reciente del Magisterio se convirtió tanto en signo de contradicción como esta encíclica, que Pablo VI escribió a partir de una decisión profundamente sufrida".
A pesar de todo, el Papa no cambió su postura. El 23 de junio de 1978 reafirmó al colegio cardenalicio, "tras las confirmaciones de la ciencia más seria", las decisiones tomadas entonces que buscaban afirmar el principio del respeto de las leyes de la naturaleza y el "de una paternidad consciente y éticamente responsabilizada".
En el discurso de la solemnidad de Pedro y Pablo, haciendo una especie de balance de su pontificado, el Papa Giovanni Battista Montini "citó las encíclicas Populorum Progressio y Humanae Vitae como expresiones de aquella defensa de la vida humana que definió elemento imprescindible en el servicio a la verdad de la fe".
La Humanae Vitae, recuerda Vian, "es coherente con las importantes novedades conciliares sobre el concepto de matrimonio", pero sobre todo fue una profecía para los tiempos actuales.
Frente a las "inquietantes evoluciones de la ingeniería genética", se demuestra "lúcida y anticipadora cuando declara que ‘si no se quiere exponer al arbitrio de los hombres la misión de engendrar la vida, se deben reconocer necesariamente límites infranqueables a la posibilidad de dominio del hombre sobre el propio cuerpo y sobre sus funciones; límites que a ningún hombre privado o revestido de autoridad, es lícito quebrantar'".
A pesar de los muchos ataques a la que fue definida la "encíclica de la píldora", se elevaron también voces a favor de lo escrito por el Papa.
En "L'Osservatore Romano" del 6 de septiembre de 1968, Jean Guitton definió la encíclica ferme mais non fermée (firme pero no cerrada), pues muestra que la "senda estrecha" del Evangelio es "la senda abierta hacia el futuro".
El cardenal jesuita Jean Daniélou, por su parte subrayaba que el documento "nos ha hecho sentir el carácter sacro del amor humano" expresando una "revuelta contra la tecnocracia".
El director de "L'Osservatore Romano" define la Humanae Vitae como un "auténtico signo de contradicción", subrayando que "no se recuerda con gusto" "por su enseñanza exigente y contra corriente" y porque "no es útil al juego corriente que pone a los papas el uno contra el otro, método quizá útil desde el punto de vista historiográfico para delinear obvias diversidades, pero que hay que rechazar cuando es usado instrumentalmente, como sucede continuamente sobre todo en el panorama mediático".
Apoyaron a Pablo VI el cardenal Karol Wojtyla, "el arzobispo de Cracovia que había tenido un papel importante en la comisión ampliada y que habría luego innovado mucho con su magisterio pontificio sobre el cuerpo y la sexualidad", y Joseph Ratzinger, "otro purpurado creado por él".
Este aspecto, concluye Vian, muestra "la vital continuidad de la propuesta cristiana también sobre el problema del control de nacimientos", que el 23 de junio el Papa definía "extremadamente grave" porque "toca los sentimientos y los intereses más cercanos a la experiencia del hombre y de la mujer".
Traducido del italiano por Nieves San Martín
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