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La «boda» de dos sacerdotes gay en Londres fue la gota que colmó el vasoE. J. B. LONDRES.
La «boda» de dos sacerdotes anglicanos homosexuales en una iglesia de Londres a mediados de junio puso en evidencia, por su carácter simbólico y extremo, la imposibilidLa «boda» de dos sacerdotes gay en Londres fue la gota que colmó el vaso
E. J. B. LONDRES.
La «boda» de dos sacerdotes anglicanos homosexuales en una iglesia de Londres a mediados de junio puso en evidencia, por su carácter simbólico y extremo, la imposibilidad de mantener unida a la Comunidad Anglicana.
La ordenación sacerdotal femenina, aprobada en 1992, provocó tensiones internas, como también las está causando la consecuencia lógica de ese paso: la consagración de mujeres obispos. Esto es algo que los anglicanos han conllevado, con algunos abandonos de fieles y traspasos a la Iglesia católica. Pero la cuestión de la homosexualidad, a diferencia del matrimonio de los sacerdotes o la ordenación de mujeres, afecta directamente al orden moral.
El conflicto sobre la homosexualidad estalló de modo abrupto en 2003 con la consagración como obispo de New Hampshire de Gene Robinson, el primer sacerdote en exhibir su condición de gay, activo sexualmente, y en ser premiado con la mitra de obispo.
Hasta entonces la homosexualidad se había ido abriendo camino incluso entre el clero, especialmente en la Iglesia episcopaliana de EE.UU. Sin embargo, era algo tolerado pero no defendido. En cambio, la consagración de Robinson fue proclamar la bondad moral de la homosexualidad, algo expresamente negado por las Sagradas Escrituras.
Desde entonces las tiranteces internas entre los anglicanos no han cesado de acentuarse. La provincias anglicanas de África pidieron una moratoria por parte de los episcopalianos, pero éstos lo negaron.
La relajación de los valores cristianos también se está extendiendo a otros países occidentales, donde se está implantando el matrimonio homosexual y donde las parroquias anglicanas están comenzando a bendecir esas uniones.
Para el arzobispo de Nigeria, la única manera de competir con el islam es ofrecer, como hace éste, una religión de claros perfiles y fuertes convicciones.