Agencia Informativa Católica Argentina
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Mons. Aguer advierte que los argentinos descuidan la verdad
La Plata (Buenos Aires)
AICA
“Existe una especie de descuido por la verdad, una indiferencia ante ella y, a veces, miedo a la verdad, cuando se trata de decidir las grandes cuestiones que tienen que ver con el origen o el destino del hombre, con aquellos valores objetivos y universales que fundan el orden moral”, advirtió el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, en su reflexión televisiva en el programa Claves para un Mundo Mejor.
Tras asegurar que esta contradicción se verifica en la cultura contemporánea, lamentó que “sobre esas cuestiones esenciales se afirma, corrientemente –y se ha difundido mucho esta mentalidad-, que no se puede pretender que haya una verdad, sino que hay opiniones diversas y que se deben respetar todas esas opiniones, porque todas serían igualmente válidas”.
“Y esto se proyecta al campo de la verdad religiosa: no existen en materia religiosa verdades objetivas a las cuales se puede llegar a través de un procedimiento honesto del uso de la razón y de apertura de la razón hacia la fe, sino que sólo habría opiniones sería preciso concordar con tolerancia para convivir humanamente”; explicó.
“El contraste se verifica con otra actitud completamente opuesta. ¿Qué pasa cuando se trata de resolver cuestiones contingentes, domésticas, familiares, sociales, económicas, políticas, cuando se trata de llevar adelante un proyecto social o, más aún, un proyecto de país? Después de todo se trata de una cuestión sobre la cual se puede discutir y más aún, habría que dialogar y discutir ampliamente”, consideró.
Monseñor Aguer estimó que “sin embargo, en estos casos pareciera que no es posible concordancia alguna. No es posible ponerse de acuerdo. Tampoco se dan las condiciones para llevar adelante un diálogo razonable. Se pretende, en todo caso, imponer modelos y proyectos, hacer prevalecer con poder una actitud hegemónica. Pareciera que hay una especie de alergia a la concordia y, más allá, a lo que está como base de la concordia que es el diálogo imprescindible sobre cuestiones que son opinables, que no se deben absolutizar como si fueran dogmáticas”.
“El drama se agrava cuando se desliza la ideología, o esas ambiciones de dominio que tienen que ver con intereses muy concretos y que ponen en peligro muy serio la convivencia pacífica en la sociedad”, aseveró.
El prelado platense pìdió meditar sobre este contraste: “¿Cómo es posible tanta liviandad para tratar sobre verdades eternas, que definen la esencia y el destino del hombre? ¿Y por qué tanta discordia y encono para resolver cuestiones temporales, en las que sería posible conseguir acuerdos para encaminarlas sensatamente?. En el primer caso todo vale, nada es mejor, ¡viva la tolerancia!. En el segundo, el que no piensa como yo es un enemigo”.
Monseñor Aguer subrayó que “éste es un problema de la cultura contemporánea, pero también y sobre todo un gran problema argentino. De esto dependen las sucesivas frustraciones argentinas y nuestra incapacidad para sacar el país adelante de una vez por todas”.
“Me parece oportuno plantear esta contradicción porque la situación debiera ser exactamente al revés, en todo caso. Debiéramos reconocer la verdad donde ella está y, luego, en aquel lugar y en aquellos ámbitos donde no se juega una verdad absoluta sino que son opiniones que pueden coordinarse habría que tener la buena voluntad de sentarse a dialogar, de escucharse, de no limitarse al monólogo y de fomentar aquella inclinación del corazón a la concordia sin la cual no puede haber paz”, concluyó.+
Texto completo de la alocución
Tras asegurar que esta contradicción se verifica en la cultura contemporánea, lamentó que “sobre esas cuestiones esenciales se afirma, corrientemente –y se ha difundido mucho esta mentalidad-, que no se puede pretender que haya una verdad, sino que hay opiniones diversas y que se deben respetar todas esas opiniones, porque todas serían igualmente válidas”.
“Y esto se proyecta al campo de la verdad religiosa: no existen en materia religiosa verdades objetivas a las cuales se puede llegar a través de un procedimiento honesto del uso de la razón y de apertura de la razón hacia la fe, sino que sólo habría opiniones sería preciso concordar con tolerancia para convivir humanamente”; explicó.
“El contraste se verifica con otra actitud completamente opuesta. ¿Qué pasa cuando se trata de resolver cuestiones contingentes, domésticas, familiares, sociales, económicas, políticas, cuando se trata de llevar adelante un proyecto social o, más aún, un proyecto de país? Después de todo se trata de una cuestión sobre la cual se puede discutir y más aún, habría que dialogar y discutir ampliamente”, consideró.
Monseñor Aguer estimó que “sin embargo, en estos casos pareciera que no es posible concordancia alguna. No es posible ponerse de acuerdo. Tampoco se dan las condiciones para llevar adelante un diálogo razonable. Se pretende, en todo caso, imponer modelos y proyectos, hacer prevalecer con poder una actitud hegemónica. Pareciera que hay una especie de alergia a la concordia y, más allá, a lo que está como base de la concordia que es el diálogo imprescindible sobre cuestiones que son opinables, que no se deben absolutizar como si fueran dogmáticas”.
“El drama se agrava cuando se desliza la ideología, o esas ambiciones de dominio que tienen que ver con intereses muy concretos y que ponen en peligro muy serio la convivencia pacífica en la sociedad”, aseveró.
El prelado platense pìdió meditar sobre este contraste: “¿Cómo es posible tanta liviandad para tratar sobre verdades eternas, que definen la esencia y el destino del hombre? ¿Y por qué tanta discordia y encono para resolver cuestiones temporales, en las que sería posible conseguir acuerdos para encaminarlas sensatamente?. En el primer caso todo vale, nada es mejor, ¡viva la tolerancia!. En el segundo, el que no piensa como yo es un enemigo”.
Monseñor Aguer subrayó que “éste es un problema de la cultura contemporánea, pero también y sobre todo un gran problema argentino. De esto dependen las sucesivas frustraciones argentinas y nuestra incapacidad para sacar el país adelante de una vez por todas”.
“Me parece oportuno plantear esta contradicción porque la situación debiera ser exactamente al revés, en todo caso. Debiéramos reconocer la verdad donde ella está y, luego, en aquel lugar y en aquellos ámbitos donde no se juega una verdad absoluta sino que son opiniones que pueden coordinarse habría que tener la buena voluntad de sentarse a dialogar, de escucharse, de no limitarse al monólogo y de fomentar aquella inclinación del corazón a la concordia sin la cual no puede haber paz”, concluyó.+
Texto completo de la alocución
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