Batalla sin cuartel entre Cristina Kirchner y el campo
por Carmen De Carlos desde Buenos Aires
En este contexto la presidenta de Argentina ordenó que el Ejército, propietario de una abultada cabaña de ganado, distribuya carne. Asimismo, el ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, Anibal Fernández, anunció que las Fuerzas de Seguridad disolverán las manifestaciones y liberaran las rutas colapsadas por agricultores y ganaderos desde hace quince días. Quien se resiste, advirtió, “irá preso”. En un clima de tensión, los gobernadores de Córdoba y Santa Fe, las dos grandes provincias después de Buenos Aires, se distanciaron de la política de incomunicación oficial y convocaron al diálogo a los sectores afectados. La propuesta fue secundada por más de 140 alcaldes y otros gobernadores así como por un grupo de diputados y senadores oficialistas y de la oposición. También la Iglesia abogó por una solución negociada. El origen de la disputa se explica en que el sector rural considera confiscatoria la subida de impuestos a la exportación, en torno al 44 por ciento, dictada por Cristina Kirchner el 11 de marzo. La presidenta y el ministro de Economía, Martín Lousteau, responsable de anunciar la medida fiscal, se han negado hasta ahora a recibir a los afectados. Ambas partes se resisten a dar su brazo a torcer y han optado por redoblar la apuesta. El Gobierno hizo oídos sordos a las multitudinarias manifestaciones y a los cacerolazos en su contra registrados el martes en la mayoría de las provincias y ayer confirmó que no revisará el aumento impositivo denominado “retenciones a las exportaciones del agro”. Por su parte, el campo mantiene más de setenta bloqueos sólo en Buenos Aires, organiza caravanas multitudinarias de tractores y vehículos en las provincias y continúa impidiendo el tránsito de camiones con productos cárnicos y hortofrutícolas. Los cacerolazos se produjeron después de que la Presidenta calificará de “paso de comedia” la huelga rural y de “extorsión” la actitud de los productores agropecuarios. La reacción de Cristina Kirchner a las movilizaciones posteriores a su discurso fue nula pese a tener anteanoche virtualmente cercada la Casa Rosada que abandonó por una puerta lateral en automóvil, en contra de su costumbre de recurrir al helicóptero, para evitar identificaciones con la caída del ex presidente Fernando de la Rúa. La concentración en Plaza de Mayo, donde está enclavada la sede del Ejecutivo, empezó de forma pacífica y terminó con incidentes con la llegada de los piqueteros a fines al Gobierno. Encabezados por el ex funcionario y leal kirchnerista, Luis D´Elía, un centenar de parados arremetió contra la manifestación, formada mayoritariamente por estudiantes y gente de clase media. En ese momento los efectivos de Seguridad que custodiaba la zona se replegaron dejando actuar a los provocadores. Los bocinazos y cacerolazos llegaron hasta las puertas de la Quinta de Olivos, residencia particular de los presidentes argentinos. La escena era similar a las registradas en diciembre del 2001 durante la caída de Fernando de la Rúa. Como las cacerolas, la gente rescató de la memoria la consigna del “!Que se vayan!”. “No es el campo, es el pueblo quien lo pide!”, “Estamos gobernados por una manga de chorros (ladrones)”, clamaban los manifestantes. “Cristina, la nueva plaga del campo”, rezaba un cartel a las puertas de la residencia presidencial. En este clima de incomprensión y desafío mutuo intervino el ex presidente Néstor Kirchner, considerado el verdadero poder en las sombras. El marido de la presidenta convocó un acto de desagravio a su mujer para el viernes con “invitación” a los gobernadores, que dependen de las arcas de Buenos Aires. Atentos a la evolución de los acontecimientos, los argentinos ayer no se sorprendían de las góndolas vacías de los supermercados. En la mayoría no había leche, carne, huevos, pollo, aceite, verduras, frutas y otros productos básicos de la canasta y en aquellos donde todavía se encontraban los precios estaban por las nubes.