Carlos Marcelo Shäferstein
La última ofensiva de los Khazares
Que Dios ilumine su corazón…
A principios de febrero del corriente año, el Papa Benedicto XVI pidió en una misa celebrada en latín hace dos días que “Dios ilumine el corazón (de los hebreos) y que reconozcan a Jesucristo como su Salvador”.
En efecto, su Santidad Benedicto XVI ha modificado la oración del Viernes Santo del Misal de 1962, para la celebración de la Eucaristía en latín, en la que se pide por los judíos, según publicó ayer el diario L'Osservatore Romano haciéndose eco de una nota del Vaticano.
Según esta nota, el Santo Padre ha dispuesto que el “Oremus et pro Iudaeis” de la Liturgia del Viernes Santo contenido en dicho Misal Romano sea sustituido por el siguiente texto:
“Oremus et pro Iudaeis. Ut Deus et Dominus noster illuminet corda eorum, ut agnoscant Iesum Christum salvatorem omnium hominum. Oremus. Flectamus genua. Levate. Omnipotens sempiterne Deus, qui vis ut omnes homines salvi fiant et ad agnitionem veritatis veniant, concede propitius, ut plenitudine gentium in Ecclesiam Tuam intrante omnis Israel salvus fiat. Per Christum Dominum nostrum. Amen”.
Su traducción al español sería la siguiente: “Oremos también por los judíos Para que nuestro Dios y Señor ilumine sus corazones, para que reconozcan a Jesucristo salvador de todos los hombres. Oremos. Nos ponemos de rodillas. De pie. Dios omnipotente y eterno, que quieres que todos los hombres se salven y alcancen el conocimiento de la verdad que procede de Ti, concede por tu bondad que la plenitud de los pueblos entre en tu Iglesia todo Israel sea salvado. Por Cristo nuestro Señor, Amén”.
La noticia también precisa que este “texto deberá ser utilizado, a partir de este año, en todas las celebraciones de la liturgia del Viernes Santo con el citado Misal Romano”.
Con esta nueva oración, “la fórmula que será leída el Viernes Santo es una simple invitación a rezar por los judíos. Juan XXIII ya había retirado el adjetivo «pérfidos» para describir a los judíos, pero todavía quedaba la frase sobre la necesidad de su conversión. En la versión actualizada para el Misal, publicada hoy por L'Osservatore Romano desaparece también la referencia a la «ceguera» del pueblo judío".
Asimismo, en la oración antigua se pedía “liberar a este pueblo de las tinieblas”, referencia que también ha sido descartada, con lo que queda ahora una sencilla oración que pide por el pueblo judío para que descubra a Jesús como salvador.
Devoción por el agravio
La llamada “plegaria por los judíos” sustituye una oración preparada en 1962 por Juan XXIII poco antes de que comenzara el Concilio Vaticano II, «que absolvió al pueblo de Israel» de la acusación de deicidio, es decir, de ser los responsables del asesinato de Jesucristo.
Las palabras de Benedicto XVI despertaron protestas inmediatas desde Jerusalén, los Estados Unidos y la propia Italia.
La asamblea de los rabinos italianos emitió una declaración en la que considera que la nueva plegaria es “una derrota del diálogo” y que se impone “una pausa de reflexión” antes de reanudarlo.
“Los dichos de Benedicto XVI constituyen una marcha hacia atrás de 43 años, porque reclama la finalidad de convertir a los judíos por parte de la Iglesia Católica”, explicó el rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni.[1]
A pesar de tanto escándalo mediático, el Santo Padre no ha hecho otra cosa que rezar por los judíos, lo que no amerita una protesta en modo alguno.
Que los hebreos terminarán convirtiéndose al Cristianismo es parte de nuestro dogma. Los Católicos creemos a fe puntillas las revelaciones de la Virgen de Fátima, las que ya se han cumplido en su mayoría.
Cuando la Profecía dijo que Rusia tendría una revolución que la cambiaría y la volvería irreconocible —pero que al final el Cordero triunfaría y volvería al camino del Cristianismo— el milagro se cumplió.
Pero también la Virgen reveló en Fátima “que los judíos «volverían a Sión» y que finalmente se convertirían en forma masiva al Catolicismo”.[2]
Siempre interfectos de eternas persecuciones —presuntas, pretéritas, futuras, latentes o imaginarias—, los judíos volvieron a rememorar el famoso “holocausto”, aquella dudosa “shoáh” donde los 6 millones suenan semejantes a la exageración de los 30.000 desaparecidos. “Somos mártires, por eso nos tienen que dar resarcimiento”, es la muletilla. Y la indemnización es nada menos que el manejo del dinero mundial y la posesión de Palestina.
Realmente lamentable, ya que Benedicto XVI en su oración en ningún momento agredió o menoscabó a la religión hebrea, y estuvo muy lejos de su intención crear una controversia.
Siendo Cardenal, Monseñor Joseph Ratzinger fue el más eminente teólogo que asesoraba a Juan Pablo II desde la “Congregación para la Doctrina y la Fe”. Su segundo era el Cardenal Jean Cottier, quien, a su vez, ejerció durante décadas la titularidad de Filosofía en la Universidad de Ginebra; cuyo origen —bien sabido es— fue la enseñanza de Teología desde la época de su fundación por Théodore de Bèze —condiscípulo de Calvino— lo que exime de toda duda sobre la investidura intelectual de nuestro Santo Padre.
Nadie mejor que el Papa conoce que el origen el Catolicismo fue el resultado de la conversión por la fe de la mayoría de los creyentes judíos. Por esa causa en la Misa aun se leen las Epístolas, y los pasajes del “viejo Testamento”. Estas fueron las formas primitivas de divulgación de la venida de Jesucristo entre las comunidades judías de Roma, Grecia, Turquía y Egipto. La mayoría pertenecen a San Pablo, quien precisamente era un Doctor de la Fe en el Templo de Jerusalén cuando su nombre era Shaul —poco antes que Jesús se le revelara camino a Damasco tras participar en la lapidación de San Esteban.
En rigor, el Judaísmo actual es el remanente muy minoritario del existente en la época pre cristiana. Pero pocos saben que ni siquiera una ínfima minoría de quienes hoy se reconocen judíos son individuos cuyos orígenes se remontarían a los tiempos bíblicos.
Los esquenazis provienen de la conversión masiva de tribus nómades turcomanas en el Siglo VII en épocas del “Cohen” (Khan) Bulán. Este astuto político y guerrero fundó el Imperio Khazar, a orillas del mar Caspio. La diseminación del esquenazismo en Polonia y Rusia deriva de la emigración forzada de los Khazares en épocas de la fundación de los “Zaratos” de Varsovia y Moscú, en el Siglo XI. Esto fue consecuencia de las victorias de Oleg y Sviatoslav, en la batalla de Kiev y, especialmente del Zar Vladimir.[3]
El historiador español (judeo-árabe) Ibn Saprut relata los hechos de las invasiones contra los khazares en su correspondencia con el Khan Josué. En esas cartas se pide ayuda al Califato para protegerse de los “bárbaros” del Norte y del Este que degollaban a las poblaciones cristianas masivamente —sin distinción de sexo, género o edad— en sus monstruosas arremetidas expansivas.
Además, —por las descripciones de los geógrafos árabes medievales se sabe que el Imperio Khazar— tenía dos clases de población: una pelirroja y de ojos azules (integraban la nobleza y la oficialidad) y otra de rasgos más oscuros y toscos (gente común).
Para evitar debates estériles: estos datos están expuestos con toda claridad en mucha bibliografía, entre la que destaco “History of the Khazar Empire” del eminente judaísta húngaro-británico Arthur Koestler (1905–83). [4]
Los judíos no semitas
En efecto, en la baja Edad Media, en la antigua Khazaria, el reino entero se convirtió al judaísmo por decreto real del Khan Bulán, el soberano turco-mongol de las estepas. Así lo relató Arthur Koestler, un judío nacido en 1905 en Budapest, quien estudió el fenómeno de los Khazars, un imperio que floreció de los Siglos VII al XI de nuestra Era. Ese reino, cuya capital estaba asentada en Atil, tenía un poder político extraordinario: se extendía desde el Mar Negro hacia el Mar Caspio, y sus fronteras laterales se erigían desde el valle del Cáucaso hasta el Volga. El rey Bulán, pues, deseoso de abandonar su paganismo para convertirse a una religión monoteísta, convocó a su presencia a un obispo, un imán y un rabino. “¿Cuál de vuestras tres religiones, la cristiana, la musulmana o la judía, está en el origen de las otras dos?”, les preguntó. Al oír las respuestas, Bulán se convenció de que el cristianismo y el islam provenían del judaísmo y decidió volverse judío, adoptando el título de “Cohen”. Ésta es la explicación que Hasdai Bar Shaprut, ministro judío del Califa de Córdoba, recibió a mediados del siglo X de un descendiente de Bulán, el rey José. Al enterarse de la existencia de un reino judío en el Cáucaso, Bar Shaprut había enviado al kahan de los khazares una carta en la que le decía: “Si ese reino existiera, yo dejaría honores y fortuna para ir a inclinarme ante el único rey netamente judío de este mundo”. La respuesta del rey José, redactada en forma legendaria, no resulta menos útil para entender los motivos políticos de la elección de Bulán. ¿Por qué razón esas tribus que acababan de hacerse sedentarias se convirtieron al judaísmo? Es que el territorio Khazar estaba entre dos fuegos: por el norte, los rus, vikingos rusificados que comenzaban a cristianizarse; por el sur, los musulmanes y Bizancio. El rey Bulán debe de haber pensado que para ascender socialmente necesitaba abrazar una religión prestigiosa, “civilizada”, no los dioses de a caballo de su pueblo guerrero. Pero, a la vez, al elegir el judaísmo se aseguraba cierta independencia: una especie de “tercera posición” con aspiraciones de predominancia y dominio sobre sus vecinos.
Los Khazares estaban ubicados “entre dos potencias mundiales principales: El Imperio Romano del este en Bizancio y los seguidores triunfantes de Muhammad”. Desde que el mundo fue entonces polarizado entre estas dos superpotencias, la Cristiandad, que representaba el modo de vida Occidental, y el Islam. El imperio Khazar representaba una tercera tendencia que sólo podría mantener su independencia política e ideológica negándose a aceptar a la Cristiandad y tampoco al Islam. No teniendo el deseo de ser dominado por cualquier de lo dos imperios, el rey Khazar —como se dijo— “abrazó la fe judía” en el Año De Cristo 740, ordenando a sus súbditos, obviamente paganos hasta el momento, hacer lo propio. Así evitaba subordinarse automáticamente tanto a la autoridad del Emperador Romano Bizantino como al Califa de Bagdad, manteniendo su independencia absoluta. De esa manera el judaísmo pasó a ser la religión estatal oficial de los Khazars.
Obviamente los motivos del rey en adoptar el judaísmo fueron meramente políticos y no religiosos. “Por tal razón, la gran masa de judaísmo moderno no es de origen semita sino caucasiano”, según la teoría de Koestler.
“Sus antepasados no migraron desde el valle del Jordán hacia el Volga, ni de Canaán al Cáucaso”, expresa el investigador. “La idea prevaleciente sobre las de migraciones judías que fluyeron por el mediterráneo a través de Francia y Alemania hacia el Este, para luego “retornar a Israel sería indefectiblemente errónea”.
Esta investigación fue denominada y publicada por Koestler “La Décimo tercera tribu” (“The Thirteenth Tribe”), y allí el autor refuta la noción de una “raza” judía propiamente dicha, asegurando con rigor científico que la mayoría de judíos del mundo contemporáneo no proviene de Palestina y no le reconoce —incluso— ningún origen semítico.
De hecho, su investigación demuestra que la mayoría de judíos se originaron en que hoy es el territorio eslavo, donde un gran número de campesinos y guerreros de la zona, tanto eslavos como magiares, se fusionaron con los turcomanos y mongoles —a raíz de los raptos y las violaciones— y adoptaron los ritos hebreos a través de la conversión compulsiva —bajo las órdenes del soberano— a quien le convenía la abjuración de los Cristianos lugareños, bajo los axiomas cismático-segregacionis
El imperio de los Khazares conquistó —con el tiempo— a los búlgaros, a los burtas, a la tribu de los ghuzz, a los magiares (actualmente los húngaros), a las colonias góticas y griegas de la Crimea, y las tribus eslavas en el bosque del noroeste.[5]
Según la enciclopedia judía, en el Siglo XVI cerca de un millón de Khazares dominaba la región —según cita Koestler— documentando que con el tiempo “la mayoría de los que profesaban la fe judaica o eran Khazares o provenían de sus conquistas”.
Como Koestler señala, los judíos cayeron en dos divisiones principales que subsisten hasta nuestros días: los “sefaradíes” y los “azkenazitas” (Sephardim y Ashkena-Zim).
Los Sephardim son los descendientes de los judíos que habían convivido en España hasta su expulsión, junto con los musulmanes, al final del siglo XV, y que más tarde se reacomodaron en los países de las orillas del Mediterráneo, hablando un dialecto en español antiguo, conocido como “ladino”.
Para tener una idea exacta, hacia1960, los Sephardim eran cerca de medio millón de personas, mientras que, hacia el mismo período, los Ashkenazim rondaban los 11 millones. Así, “en lengua vulgar, el judío es casi sinónimo con Ashkenazi”, según el autor.
Sin embargo —Koestler agrega— el término Ashkenazim es engañoso porque generalmente era aplicado sólo en Alemania, contribuyendo a la leyenda que el judaísmo moderno se habría originado en el Rin.
No hay, sin embargo, ningún otro término que se aplique a la minoría sefaradí del judaísmo contemporáneo, la cual surgió detrás de la conversión masiva al judaísmo del imperio Khazar.
Pero volviendo a la decisión del Cohen, tan astuta como riesgosa, que aislaba a los khazares en medio de dos mundos —cristianismo e islamismo— tuvo un éxito perdurable. El imperio khazar llegó a ser poderoso. Itil era un mercado abigarrado por el que transitaban comerciantes de Europa y de Asia. La hija de un kahan (Cohen, como se dijo) llegó a casarse con el emperador de Bizancio, Constantino V. Convertidos a un judaísmo extraño, con Biblia pero sin Talmud, los khazares sirvieron de tapón entre el norte y el sur. Hasta que la condición de intermediarios, que era su fuerza, provocó su pérdida. En 965, el príncipe ruso Sviátoslav -un gigantón de pelo rojo, con su aro de perlas y rubíes en una oreja, alimentado con carne cruda y hongos alucinógenos, que recorría la estepa seguido por su horda salvaje- destruyó la ciudad de casas redondas que imitaban las tiendas del tiempo en que los jázaros todavía eran nómades. Su acción no quedó sin castigo: cuando volvía de incendiar la hermosa Itil, jamás reconstruida, otra horda salvaje, la de los pechenegos, lo mató y festejó la victoria bebiendo en su cráneo.
Después de la destrucción de su Capital y el Imperio (entre los Siglos XII y XIII, los judíos khazares comenzaron a perder batallas ante los Caballeros Cristianos, y debieron emigrar de su reducto, donde eran odiados ancestralmente por su crueldad para con sus numerosos enemigos, desplazándose hacia Europa Oriental, principalmente hacia Rusia, Ucrania y Polonia, en donde los sorprendió el amanecer de la Edad Moderna, cuando las concentraciones máximas de judíos de esa procedencia fueron localizadas, viviendo auto-marginadas de la población “goy” por exigencias ancestrales del compendio de sus libros sagrados, entre ellos el Zohar («el libro del esplendor»), la inextricable Cábala («la magia recibida» [del cual provienen los principios masónicos] y el inhumano Talmud (que —a su vez— significa «instrucciones»), compuestos de la «Mishná» (código de leyes iniciáticas), y la «Guemará» (la interpretación de esas leyes por los “sabios” del “pueblo elegido”).
El desplazamiento judío se movió entre una dirección consistentemente occidental, desde el Cáucaso hasta Ucrania, pasando por Polonia, y asentándose residualmente en Europa Central”.
Si bien existen judíos de origen diferente, que confluyeron en una identidad hebraica mundial, “la masa de ese pueblo se originó del país de Khazar” en el sector que hoy es parte del Norte de Gruznia, y el extremo Sur de lo que luego fue la antigua Rusia, en la ex Unión Soviética.
Está “absolutamente documentado“, según Koestler, que, por ejemplo el elemento numérica y socialmente dominante en la población judía de Hungría durante la Edad Media fue de origen Khazar.
Un estudioso israelí contemporáneo, Abraham N. Poliak, un profesor de Historia Judía Medioeval de la Universidad de Tel Aviv citado por Koestler, declara que “…de los descendientes de judíos Khazar, hay un escaso número de personas que permanecieron en Khazaria, pero la gran mayoría emigraron hacia Europa Occidental, los Estados Unidos y otros países. Son quienes —para Israel— constituyen ahora la gran masa del judaísmo mundial”.[6] Para más detalles, léase “El Fantasma de los Jázaros”, de Alicia Dujovne Ortiz, que salió publicado en LA NACIÓN, el sábado 14 de agosto de 1999. http://www.lanacion.com.ar
Desde que millones de cristianos —sobre todo de los Estados Unidos de América— están convencidos de la veracidad del concepto que Dios dejó en heredad el territor de Israel, para la “tribu” bíblica de judíos del Oriente Medio, las investigaciones del Dr. Koestler se han tornado irónicas.
La mayoría de judíos hoy jamás fueron genéticamente ni nativos ni herederos de la “Tierra Santa” ni de cualquier otro territorio del actual mundo árabe. Por eso los israelíes no demuestran ningún apuro por desenterrar a un ancestro tan problemático. Sin embargo, la curiosidad científica ha logrado superar las barreras nacionales y, también, cierta molestia perfectamente comprensible frente al rastreo de “la raza”. El Museo del Ermitage de San Petersburgo acaba de reconstruir fragmentos de utensilios hallados en sitios khazares, donde se menciona varias veces la palabra Israel en caracteres hebreos. Más aún, se ha resuelto someter los huesos encontrados en esos sitios a pruebas genéticas. Estudios de ADN que evocan demasiado las prácticas de la preguerra alemana como para resultar simpáticos, pero que —pese a todo— revelarán el misterio del verdadero antepasado fantasma del presuntuoso y agresivo “pueblo elegido”.
Koestler, que originalmente publicó “La Decimotercera Tribu” en 1976, notó que, indagando en la genealogía del imperio Khazar se comienza a develar —en definitiva— el engaño más cruel que alguna vez se ha perpetrado en la tergiversación de la historia.
Aunque esta historia haya sido estudiada con anterioridad en la década del '30 —previo a las investigaciones de Poliak y de Koestler— por un historiador francés de origen ruso, Alexandre Baschmakoff, y en la Universidad de Tel Aviv, entre otros, en el fondo ni los israelíes ni los soviéticos demostraron mayor interés por sacarla a la luz. Los rusos hasta sepultaron bajo las aguas de una represa la fortaleza khazar de Sarkel. El científico ruso Mikhail Artomonov, en la década del '60 intentó reflotar el tema en la Universidad de Leningrado, pero fue silenciado pues la voluntad oficial era ocultar la presencia de un imperio importante anterior al poderío ruso de Kiev.
Muchos palestinos, afectados brutalmente por este hoax de nuestros días serían los primeros en estar de acuerdo con estos estudios. A la vista de estos descubrimientos, sería una ingenuidad inferir que lo único que separa la paz de la guerra es un rabino esperando que su Dios lo bendiga por su fe en el retorno del Mesías, a quien no quiso reconocer hace más de dos mil años y mandó a crucificar.
Misteriosamente, el libro de Koestler “se ha esfumado” de la biblioteca más prestigiosa del mundo (la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos), y sólo hay una mención en los registros informáticos: “desaparecida del estante”. El libro está agotado “permanentemente”, aunque puede conseguirse algún ejemplar usado por Internet, porque en realidad existe, aunque —sin duda— muchos intereses desearían que la investigación jamás se hubiese realizado. “The Thirteenth Tribe” by Arthur Koestler Binding: Paperback Publisher: Random House Date Published: 1976-07-01 ISBN-13:9780394402840.
Por fin, la Universidad Hebrea de Jerusalén rompió con la maldición de los khazares. Entre el 24 y el 28 de mayo de 1999, tuvo lugar en el Instituto Ben Zvi un coloquio internacional que reunió a especialistas como Peter Golden, de la Universidad norteamericana de Rutgers, para quien la conversión de los khazares se produjo de manera gradual. También disertó Norman Golb, de la Universidad de Chicago, quien reveló la realidad del proselitismo judío en la baja Edad Media, catequización luego completamente abandonada. Y hasta el Profesor Dr. Constantin Zuckerman, del Collége de France, manifestó que esa conversión no tuvo lugar alrededor de 740, como siempre se pensó, sino en 861, es decir, un siglo antes de la destrucción del imperio por el alucinado Sviátoslav. Como sea, fecha más o fecha menos, los propios judíos no tuvieron más remedio que reconocer —ya en plena era del ADN— que ni su religión ni su raza nada tienen que ver con el legado de Dios.
Un conferencista cesanteado
Luego de ellos mismos haberlo invitado a disertar en las últimas semanas, el lobby financiero de los EEUU desató una feroz persecución contra el Dr. Arun Gandhi, nieto del reconocido líder pacifista hindú, por haberse pronunciado contra Israel y reclamarle a los judíos que pongan fin a su constante victimización por el presunto “holocausto”.[7]
Arun Gandhi, de 73 años, era el fundador y presidente del “Instituto Gandhi para la No Violencia”, con sede en la universidad estadounidense de Rochester, y es padre de Tushas Gandhi, quien preside la Fundación Mahatma Gandhi con sede en Bombay, India. Fue quien logró recuperar las cenizas de su bisabuelo para poder verterlas en el río Ganges.
El pasado 7 de enero fue invitado por el diario The Washington Post a que escribiera un ensayo para aportar al tópico “Identidad Judía” que promocionaba el medio. El Dr. Gandhi decidió abordar el tema desde un enfoque diferente, dando su opinión sincera y crítica respecto a la conducta del judaísmo, sin tratar de ser “políticamente correcto”, sino pronunciando su verdadero pensamiento.
De este modo, escribió: “La identidad judía parece haber quedado atada al holocausto. El holocausto fue nefasto, sí, pero los judíos hoy no sólo quieren que los alemanes se sientan culpables sino que todo el mundo lo esté. Este es un muy buen ejemplo acerca de como una comunidad puede llegar a sobreactuar una experiencia histórica, al punto que termina despertando el rechazo y la repulsa de sus propios amigos. El mundo sintió pena, pero cuando un individuo o una nación se rehúsa a perdonar, esa compasión de los demás se trastoca y termina convirtiéndose en odio”.
La Biblia gira alrededor de los pueblos gentiles, judíos y paganos, no es pertenencia particular ni hereditaria de los judíos. Ese antiguo pueblo recibió la revelación, a partir de los Diez Mandamientos, para revelarlos al mundo. Por eso fueron llamados “el pueblo elegido”. En cualquier caso, en modo alguno para «apropiárselos».
Hoy en día, hay intereses, especialmente norteamericanos, demasiado naïf —o tal vez interesados—que financian el desplazamiento de judíos desde la diáspora a Israel para acelerar el “cumplimiento de la profecía” de la conversión de los judíos al Cristianismo, pero en Israel no cuestionan a esos grupos financieros, omitiendo su disentimiento con la idea final de las congregaciones episcopales.
En realidad buscan la dominación mundial, al igual que los Khazares, pero ya no les interesa que los gentiles se conviertan al judaísmo, y menos aún que los judíos se conviertan al Cristianismo, como es la intención del Sumo Pontífice, según el dogma de la Santa Iglesia.[8]
Las ayudas e indemnizaciones eternas son muy bien vistas y recibidas en Israel, sin cuestionamientos sobre la idea final —cual es la Conversión. No tienen el menor interés en ser Católicos. Su ideología no es ahora la destrucción de los pueblos gentiles, como cuando eran virulentos guerreros expansionistas, sino su sometimiento por otros medios.
La revolución de 1917 fue judeo marxista, y es un hecho histórico, desapareció la nobleza rusa y las Cruces fueron bajadas de las cúpulas y de los altares. Los bolcheviques asesinaron a 100 millones de personas, y más del 30 % de los revolucionarios eran judíos, lo que también es un hecho histórico.
En la Argentina donde vivimos también el 25% de los terroristas de los años ’70 eran descendientes de los Khazares, tanto en ERP como en Montoneros. Miriam Lewin lo era, Marcos Osatinsky, Horacio Verbitzky, Carlos Kunkel y demás… El Poder Judicial está infiltrado por los Rozanski o los Skidelski, campeones de los “derechos humanos” patibularios. La nueva oligarquía financiera de la patria también está repleta de “caucásicos”, a través de los Midlin, los Werthein, el grupo Esquenazi y muchos más. Y esto también es un hecho —lamentablemente— trágico, a la vez que innegable e histórico.
[1] Urgente24 08/02/2008
[2] "...Regresarán Inglaterra, Rusia, China, los protestantes y los judíos".
[4] The Thirteenth Tribe” by Arthur Koestler Binding: Paperback Publisher: Random House Date Published: 1976-07-01 ISBN-13: 9780394402840 ISBN: 0394402847
[5] Hayles, N. Katherine. Corporeal Anxiety in Dictionary of the Khazars: What Books Talk About in the Late Age of Print When They Talk About Losing Their Bodies MFS Modern Fiction Studies - Volume 43, Number 3, Fall 1997, pp. 800-820
[6] “The Kuzari: In Defense of the Despised Faithby” by Yehuda HaLevi translated and annotated by Rabbi N Korobkin Introductions by N. Daniel Korobkin and Kevin A. Brook ISBN 0-7657-9970-7 (1st printing: cloth/hardcover, 2nd printing: laminated hardcover, 3rd printing: laminated hardcover, 4th printing [Rowman and Littlefield]: laminated hardcover) 544 pages, 6"
[7]Arun Gandhi, nieto del líder pacifista de India, Mahatma Gandhi, fue forzado a renunciar a su cargo de presidente del centro de paz de Nueva York. Iton Gadol 27/1/08
[8] “The Jews of Khazaria” http://khazaria.com/
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