lunes, febrero 18, 2008

Guerra tensa la crisis con la Iglesia al calificar de «ayatolás» a los obispos

P. CERVILLA/S. SANZ
MADRID. No es una movilización del electorado, como intentó justificarse Rodríguez Zapatero, es una estrategia de tensión en toda regla lanzada con premeditación para agitar a los ciudadanos y sacar réditos electorales de una situación extrema. Se le deslizó al presidente en una conversación a micrófono, en teoría, cerrado y no ha tardado ni un día es ser seguida por los candidatos socialistas. Y nadie mejor que el que fuera vicepresidente de los gobiernos de González, Alfonso Guerra, para atizar el fuego de la tensión y abrir la veda de las descalificaciones, a una semana de la campaña electoral.
Alfonso Guerra lo tenía ayer fácil con la Iglesia católica, que siempre ha sido objeto de sus dardos envenenados, y no lo desaprovechó. Mientras Zapatero intenta limar asperezas con el Vaticano (reunión con el Nuncio la víspera), Guerra se lanzó en tromba contra los obispos, a los que comparó con los «ayatolás», ya que pretenden lo mismo que ellos cuando deciden «tachar a miles de candidatos a las elecciones. De otra manera, es lo que quieren los obispos aquí», comentó en una entrevista en la Ser.
Pero no se paró ahí el candidato socialista por Sevilla. Fue a más y afirmó que los obispos, a semejanza de los ayatolás, quieren que «el Gobierno haga de policía vigilante de que sus fieles no le cumplen. Si no le cumplen, qué le vamos a hacer». En su ataque a la Iglesia, intentó desprestigiar su papel y su pérdida de influencia, al subrayar que los obispos deben estar «más bien enfadados» porque antes tenían una situación «predominante» que «ya no tienen». Además, Guerra ironizó sobre los principios que defiende la Iglesia: «El problema es que la Iglesia dice «los católicos no se pueden divorciar», y los católicos se divorcian; «los católicos no pueden utilizar los preservativos», y los católicos lo utilizan. La sociedad ya va por otro lado, aunque vaya a misa».
Esta ofensiva anticlerical coincidió con los intentos de la vicepresidente primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, de quitar hierro a la polémica relación que mantiene el Ejecutivo con la Iglesia católica y que tuvo un primer acercamiento en la cena que mantuvieron la noche del jueves el presidente José Luis Rodríguez Zapatero con el Nuncio, monseñor Monteiro de Castro. Este encuentro, a juicio de Fernández de la Vega, fue «muy cordial» y se enmarca dentro del diálogo y el entendimiento que presiden las relaciones entre ambos estados.
La vicepresidenta se cuidó muy mucho de diferenciar la relación que mantiene el Ejecutivo con el Vaticano y con la Conferencia Episcopal Española. Respecto a la primera, insistió en la «cordialidad» y en que «no hay ningún problema»; sin embargo, de la jerarquía eclesiástica sí que afirmó que mantienen discrepancias con «algunas actuaciones de la Conferencia Episcopal Española».
La crisis no derivará en ninguna revisión de los acuerdos que mantienen ambos Estados, como así lo confirmó Fernández de la Vega, ya que no se expuso «ningún planteamiento de que fuera haber modificaciones en la política del Gobierno». Pero esta afirmación entró en contradicción con lo que Guerra también se atrevió a decir ayer, al asegurar que los obispos, con su actitud, van a forzar la revisión de los acuerdos entre la Iglesia y el Estado.
«Sensatez y cordura»
Por su parte, desde el principal partido de la oposición, su presidente, Mariano Rajoy, contrapuso ayer «la sensatez y la cordura» a la tensión que parece promoverse desde las filas socialistas. «La función de un político o gobernante no es tensar ni dramatizar ni excitar bajas pasiones, sino hacer propuestas para su país y mirar al futuro», señaló Rajoy durante la presentación del libro «Apuesta por España», cuyo prólogo lleva su firma.
Asimismo, el líder del PP quiso trasladar a los españoles que si en el mandato del ex presidente José María Aznar «se consiguió un progreso económico de verdad», también se puede repetir la historia tras el 9-M. «España no se puede permitir un gobierno que no atiende las necesidades reales de la gente», apuntó. En este sentido, parafraseó a Indalecio Prieto, un «socialista profundamente español», quien afirmaba que «lo que no soporta un país es el desgaste de su poder público y de su propia vitalidad económica al mantener el desasosiego, la zozobra y la intranquilidad».