Martes 5 de febrero de 2008
Católicos |
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A nosotros, los católicos, "la culpita" nos hace sentir en pecado mortal. A "Santa Hebe" la desaparición de un hijo le da valor celestial. Ante nuestro silencio, ella puede ir con 18 acompañantes a la Catedral, defecar en los confesionarios o, más prolija, instalar baños químicos ante el altar mayor. Ella con 18 piratas más de su misma índole, y su abogado, el líder maldito, pueden más que los millones de católicos que dice tener la Argentina. Más que aquellos que marchan a Luján o a San Nicolás. Permanecen seis horas, reciben el cheque de 4 millones que antes firmó Cristina Fernández de Kirchner, con destinos absolutamente inciertos y que nuestra esperanza rubia decide pagar, tal vez porque todos tenemos pecados veniales. A nadie se le ocurrió llamar por teléfono y pedir auxilio a la policía. O a la gendarmería. O a 1.000 católicos que los debe haber en la Capital sin corazón, para que también ellos tomaran su casa religiosa . 5.000 católicos y turistas pasan por día por la Casa de Dios. En las 6 horas de "la toma" hubo ausentismo. Hebe de Bonafini, la nueva vándala nacional tomó la Catedral, los baños químicos contienen su "pipi mágico" y hasta que yo sepa ningún católico fervoroso o no, dijo una letra, no ya una palabra. La heroína de esta toma dolorosa salió victoriosa con su cheque de 4 millones para una universidad de las Madres, que alega servir a la educación del odio y del rencor. Nosotros mudos, cobardes, tal vez perdedores de la fe volvimos a nuestras casas, a nuestras vacaciones. Tal vez convencidos de que Dios no existe. No se equivoque; somos los católicos argentinos los que no existimos. ¿Qué nos pasó, murió nuestra fe? ¿Ya los santuarios no son sagrados?. Ayer, una niña rubia de 11 años, rusa, me preguntó: "para que nacimos, Berni?", y yo le contesté "para dar, para servir, y aun en la mayor tolerancia evitar que nos defequen encima. Y además pagar..." Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres, paz a los hombres del Señor. Nunca pensé que me podía morir de vergüenza. La cruzada Kirchner-Hebe lo está consiguiendo. Bernardo Neustadt |