“ ...llegado a la doctrina modernista. “.
Ya hemos llegado en la doctrina modernista a uno de los puntos principales, al origen y naturaleza del dogma. Este, según ellos, tiene su origen en aquellas primitivas fórmulas simples que son necesarias en cierto modo a la fe, porque la revelación, para existir, supone en la conciencia alguna noticia manifiesta de Dios. Más parecen afirmar que el dogma mismo está contenido en las fórmulas secundarias.
Para entender su naturaleza es preciso, ante todo, inquirir qué relación existe entre las fórmulas religiosas y el sentimiento religioso del ánimo.
No será difícil descubrirlo si se tiene en cuenta que el fin de tales fórmulas no es otro que proporcionar al creyente el modo de darse razón de su fe. Por lo tanto, son intermedias entre el creyente y su fe: con relación a la fe, son signos inadecuados de su objeto, vulgarmente llamados símbolos; con relación al creyente, son meros instrumentos .Más no se sigue en modo alguno que pueda deducirse que encierren una verdad absoluta; pues, como símbolos, son imágenes de la verdad y, por lo tanto, han de acomodarse al sentimiento religioso, en cuanto éste se refiere al hombre ; como instrumentos, son vehículos de la verdad y, en consecuencia, tendrán que acomodarse, a su vez, al hombre en cuanto se relaciona con el sentimiento religioso. Mas el objeto del sentimiento religioso, por hallarse contenido en lo absoluto, tiene infinitos aspectos, que pueden aparecer sucesivamente, ora uno, ora otro. A su vez, el hombre, al creer, puede estar en condiciones que pueden ser muy diversas. Por lo tanto, las fórmulas que llamamos dogma se hallarán expuestas a las mismas vicisitudes y, por consiguiente, sujetas a mutación. Así queda expedito el camino hacia la evolución íntima del dogma.-
¡ Cúmulo, en verdad , infinito de sofismas, con que se resquebraja y se destruye la religión !.
11.No sólo puede desenvolverse y cambiar el dogma, sino que debe ; tal es la tesis fundamental de los modernistas, que por otra parte, fluye de sus principios. Pues bien por una de las doctrinas de las más capitales en su sistema y que infieren del principio de inmanencia vital, que las fórmulas religiosas, para que sean verdaderamente religiosas, y no meras especulaciones del entendimiento, han de ser vitales y han de servir a la vida misma del sentimiento religioso. Ello no se ha de entender como si esas fórmulas, sobre todos si sin puramente imaginativas., hayan sido inventadas para reemplazar el sentimiento religioso, después de haberlas modificado convenientemente, si lo necesitan, se las asimile vitalmente. Es tanto como decir que es preciso que el corazón acepte y sancione la fórmula primitiva y que asimismo sea dirigido el trabajo del corazón, con que se engendran las fórmulas secundarias. De donde proviene que dichas fórmulas, para que sean vitales, deben ser y quedar asimiladas a la fe del creyente y a su fe. Y cuando,, por cualquier motivo, cese esta adaptación, pierden contenidos primitivo, y no habrá otro remedio que cambiarlas.
Dado el carácter tan precario e inestable de las fórmulas dogmáticas se comprende bien que los modernistas las menosprecien y tengan por cosa de risa; mientras, por el contrario, nada nombran ni enlazan sino el sentimiento religioso, la vida religiosa. Por eso censuran audazmente a la Iglesia como si equivocara el camino, porque no distingue en modo alguno entre la significación material de las fórmulas y el impulso religioso y moral, y por que adhiriéndose , tan tenaz como estérilmente, a fórmulas desprovistas de contenido , es ella la que permite que la misma religión se arruine.
Ciegos, ciertamente, y conductores de ciegos, que inflados con el soberbio nombre de ciencia, llevan su locura hasta pervertir el eterno concepto de la verdad, a la par que la genuina naturaleza del sentimiento religioso : para ello han fabricado un sistema “ en el cual, bajo el impulso de un amor audaz y desenfrenado de novedades, no buscan dónde ciertamente se halla la verdad y, despreciando las santas y apostólicas tradiciones, abrazan otras doctrinas vanas, fútiles, inciertas y no aprobadas por la Iglesia, sobre las cuales- hombres vanísimos- pretenden fundar y afirmar la misma verdad- Gregorio XVI, enc.Singularis Nos, 25 junio de 1843.-
Tal es hermanos, el modernista como filósofo.
12. Si , pasando al creyente, se desea saber en qué se distingue, en el mismo modernistas, el creyente del filósofo, es necesario advertir una cosa, y es que el filósofo admite, sí, la realidad de lo divino como objeto de fe ; pero esta realidad no la encuentra sino en el alma misma del creyente, en cuanto es objeto de su sentimiento y de su afirmación :por lo tanto, no sale del mundo de los fenómenos. Si aquella realidad existe en sí fuera del sentimiento y de la afirmación dichos, en cosa que el filósofo pasa por alto y desprecia. Para el modernista creyente, por el contrario, es firme y cierto que la realidad de lo divino existe en sí misma con entera independencia del creyente , Y si se pregunta en qué se apoya, finalmente, está certeza del creyente, responden los modernistas : en la experiencia singular de cada hombre.
Continuaremos con “ 13….mientras se separan de los racionalistas…”.El Director.