Un librito para recordar ( el 2do. ).El Director.
CARDENAL MINDSZENTY.
Héroe de la Fe.
Por KEVIN GRANT.
Editorial : “ Poco y bueno “, serie héroes.
3ra. Parte.
“ ENCARCELAMIENTO: OCHO AÑOS “.
Al avivarse el interés del mundo libre por la suerte del cardenal, los comunistas lo trasladaron al hospital de la prisión. Su verdugo, el sádico comandante era aquí el jefe. La cama en su celda estaba llena de insectos, pero al él le fue aquí mejor que antes del proceso e incluso le fue posible decir de nuevo la Misa. Después de dos semanas ,su madre obtuvo permiso para visitarlo.
Le fue denegado al Cardenal una copia del juicio así como la ayuda de un abogado para hacer la apelación. En carta al Arzobispo Josef Graz pidió auxilio. Pero la carta fue falsificada de tal manera que dio impresión de que él reconocía su “ crimen “ e instaba a los obispos a realizar un compromiso con el Estado.
Los hipócritas que le habían torturados ahora le prohibieron arrodillarse “ por motivos de salud “. Incluso el sueño lo invistieron en una tortura. Sus manos y su rostro quedar a la vista. Si los ocultaba por el frío o por los insectos ,lo sacudían y despertaban.
El único adorno de la celda era una imagen de Cristo crucificado que el Cardenal había logrado llevar consigo al ser encarcelado. La dedicatoria escrita a mano “ Devictus Vincit “ significa : “ Vencido, vence “. Consiguió conservar consigo esta imagen en todos los lugares a que lo llevaron sus torturadores.
En 1954 sólo tenía la mitad de su peso. Un día perdió el conocimiento, cayó al suelo y se hizo un herida en la cabeza.. Fue encontrado en un charco de sangre. En su siguiente visita, su madre asustada, volvió a pedir un tratamiento adecuado. Ahora se accedió al ruego..
Sólo la muerte de Stalin pudo hacer posible un cambio. En mayo de 1954 el Cardenal fue llevado de nuevo al hospital de la prisión de Budapest. Su estado mejoró, pero en 1955 enfermó de nuevo, y por cierto en un momento en el cual su muerte hubiera sido muy inoportuna para Rakosi, que ya no estaba en la cima del poder. Se llevó al Primado a un viejo chalet de Puspokszentiaszlo . Al llegar sufrió un colapso, pero pudo superarlo.
La nueva situación era extraña para él. Su madre podía visitarlo sin impedimento alguno. También el Arzobispo Grosz estaba allí internado. Y el Cardenal supo por él muchas cosas que habían sucedido durante sus años de cautiverio. Ahora se los llamaba “ huéspedes “. Como por la crudeza del invierno, ni los “ huéspedes “ ni los carceleros podían aguantar en el chalet, en noviembre llevaron al Prelado a un castillo cercano a la frontera checa.
El Arzobispo Grosz fue indultado, y al Cardenal se le ofreció un libertad vigilada. Pero el Pastor no quería desconcertar a sus ovejas y se negó a ello. “ Puesto ante la opción de escoger entre la muerte en prisión o la libertad al precio de un compromiso humillante, prefirió la muerte “. Pero todavía no había llegado la hora de su muerte.
LIBERTAD:CUATRO DIAS.
El 14 de octubre de 1956, el Cardenal tuvo conocimiento de la revolución que había estallado en Budapest. Sus carceleros quisieron alejarlo “ por razones de seguridad “. El rechazó el plan .En consecuencia , el régimen ya vacilante envió al director de la Oficina para Asuntos Eclesiásticos, Janos Horvath, para que le ofreciera protección y seguridad. También esto rechazó el Primado . Entonces sin más, sus carceleros lo dejaron libre.
Soldados revolucionarios lo llevaron consigo a Budapest. A medida que iba atravesando los diversos pueblos, las campanas tañían. A su paso tiraban flores y en la capital la gente acudió a su residencia. Kadar, ahora Secretario General del Partido y Ministro en el nuevo Gobierno de Imre Nagy, dio la bienvenida a la revolución. Hungría se declaró neutral y abandonó el Pacto de Varsovia
El Cardenal encontró a la Iglesia en estado deplorable. Durante sus años de cautiverio había vivido tiempos trágicos. Las escuelas habían sido secularizadas, los niños que asistían a clase de religión intimados. Las comunidades religiosas habían sido disueltas y alrededor de once mil de sus miembros expulsados de sus conventos. Casi todos los puestos de influencia estaban ocupados por “ sacerdotes para la paz “, a menudo de mala vida, que servían a los intereses del comunismo cada vez que viajaban al extranjero o participaban en congresos.
Pero, poco antes de medianoche, irrumpieron las tropas rusas, después de pillar en una trampa y prender a Maleter y otros oficiales, Serov, el Jefe de los Servicios Secretos Soviéticos, había llegado .Poco después iban a morir 30.000 húngaros. Tidy izó en el Parlamento la bandera blanca. El Cardenal se refugió en la Embajada de los Estados Unidos y el Presidente Eisenhower le concedió inmediatamente asilo político.
ASILO: QUINCE AÑOS.
Imre Nagy, Primer ministro en la breve fase de libertad, pidió asilo en la Embajada Yugoslava, Kadar, el nuevo lugarteniente de Moscú, prometió a Josip Tito una escolta segura para Nagy y sus compañeros. Pero apenas habían abandonado la Embajada, el autobús en que viajaban fue detenido por un tanque soviético y los ocupantes apresados. Nagy y Maleter fueron ahorcados .Lo mismo habían previsto hacer los soviéticos con Mindszenty , anunció en marzo de 1975 que el juicio de 1949 seguía siendo válido.
Las ejecuciones se cumplieron. Con amargura vio el Cardenal cómo sufría su pueblo y cómo Occidente se mantenía al respecto “ paralítico e impotente “. Su mayor consuelo fue el Papa PÍO XII, que incansablemente lo defendió a él y a su pueblo .A pesar de la amabilidad de sus anfitriones, la vida diaria del Primado en la Embajada era oprimente . Años tras año, día y noche, en un coche ante la Embajada hacían guardia los policías secretos, dispuesto a prenderlo en cuanto pusiera el pie fuera del edificio. El 6 de febrero de 1950 murió su madre, a los 86 años. El embajador italiano y el francés llevaron un ramo de flores del hijo al sepulcro. Vestidos con amplios trajes negros, asistieron muchos policías secretos, que no esperaban sino que el Cardenal se atreviera a acompañar a su madre en su último viaje.
En octubre de 1958 murió PIO XII. El nuevo Papa, JUAN XXIII, envió al confinado Cardenal su bendición paternal y lamentó profundamente no poder abrazarlo en Roma. En su primer mensaje el Papa habló de los “ sagrados derechos de la Iglesia que son pisoteados brutalmente “. Con gran nostalgia afirmó echar de menos a sus hijos e hijas perseguidos tras la Cortina de Hierro. En su Encíclica ” Pacem in terris “ expresó esa misma idea. Se iniciaron conversaciones con los soviéticos que condujeron en abril de 1963 a negociaciones también con Hungría. El papa ofreció al Cardenal Mindszenty un puesto en la Curia Romana. Bajo el Papa siguiente, PABLO VI, finalizaron las negociaciones con un tratado parcial que reportó a la Iglesia pocas ventajas. La “ Ventaja “ principal fue el nombramiento de seis obispos, la mayoría “ sacerdotes de la paz “, quienes aterrorizados o comprados no tenían otra voluntad que transmitir las órdenes de los comunistas .Pronto llegaron emisarios a la Embajada para ofrecer la amnistía al Cardenal Mindszenty . Tropezaron con una roca. El Cardenal rechazó el ofrecimiento, pues él no pedía amnistía sino rehabilitación.
Pero ahora el inflexible Primado obstaculizaba la política de distensión y los planes de los Estados Unidos. Surgieron rumores acerca de un supuesto agravamiento del estado de salud del cardenal, aunque él ahora se encontraba perfectamente .El 28 de septiembre de 1971 el mundo oyó asombrado que el cardenal se hallaba en camino a Roma por invitación del Papa, una vez que Budapest lo había “ indultado “
El trasfondo de la noticia era desconcertante. El Vaticano había llegado a un acuerdo con el régimen, y un enviado de la Santa Sede se lo comunicó al Cardenal. El podía conservar su título, pero debía renunciar a sus funciones, abandonar discretamente Hungría y evitar en su vida pública todo aquello que pudiera dañar las relaciones entre Roma y el régimen- Además , no podría publicar sus Memorias.
Comprensiblemente, el Cardenal se negó a firmar el documento. Se dirigió a Nixon y al Papa. Ambos le aconsejaron hacer concesiones. El Papa instó al Cardenal a ir a Roma sin hablar de condiciones. Sólo posteriormente pudo saber el Cardenal que éstas habían sido ya tomadas sin su consentimiento. De esta forma, la semilla de nuevos sufrimientos estaba arrojada cuando él cambio el asilo por el exilio.
( Continuaremos con la última parte : “ Exilio: primeros tres años “. El Director.)