Nada impide ya a quienes siguen odiando seguir vengándose. Nadie lo impide porque, en este mundo, nada impide nada a los vencedores. Y ellos, por muchos que invoquen justicia y derecho, imponen su versión de los hechos por prepotencia de poder: el poder que les confiere haber vencido mediáticamente. Convencer a todo el mundo, incluido un presidente, de que sólo deben ser juzgados y condenados los asesinos de un lado, pero eximidos, indemnizados y glorificados los del otro, es parte de ese triunfo y es parte de ese poder. Si el justo clamor contra Von Wernich fuese, además, ecuánime, clamaría también contra los del otro lado. Pero calla. Para Kirchner ha sido un fallo ejemplar. Dios nos libre de la ejemplaridad jurídica de un proceso basado en puros testigos hostiles. Aunque tal vez Kirchner se estuviese refiriendo a una ejemplar docilidad.
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