Y en lugar de la justicia la iniquidad”
Eclesiastes 3, 16-17
Lo que ya sabíamos y anticipamos, la “titeresca justicia popular”, dio su veredicto y lo festejó hasta con fuegos artificiales, bailes y papel picado. No se esperaba otra cosa pues, la mentira desbordada lleva al sistema perverso a presentarla como verdad.
Quiero agradecerle a todos, las manifestaciones de solidaridad y las oraciones que han elevado al Altísimo, para que pueda tener la paz y serenidad que tuve en la maratónica presentación de mi imagen por TV, durante los alegatos y sentencia en el final del “juicio popular”.
Esta paz y serenidad la viví, no solo por ser inocente, sino también cuando recordaba al Señor en sus sufrimientos en la Cruz o recordando sus palabras cuando dijo: “el servidor no es más grande que su Señor; si a Mi me persiguieron, también los perseguirán a ustedes” (Mt. 15, 20)
Mientras vivía este clima de paz, mis acusadores y detractores manifestaban, desde un corazón lleno de odio y venganza, preñados de mentira, su violencia como fruto de un sistemático plan de persecución a la Iglesia y a sus ministros.
Es un plan “diabólico” que agrava con “testigos” y “Judas”, que me acusan de toda clase de aberraciones en ese “miente, miente que algo quedará”. Ya en el salmo 35, 11-12 estaba anunciado: “se presentarán contra mi testigos falsos, me pedirán cuenta de cosas que ignoro, me devuelven mal por bien…”
Terminó el circo con una sentencia “temporal” –aunque dijeron “perpetua”-.
Y es “temporal” pues la “perpetua” será luego del Verdadero Juicio al que todos iremos al final de nuestra vida.
“Alguno de mis hermanos sacerdotes ya en Cuba o en la “ex cortina de hierro” fueron fusilados y murieron mártires de la fe para celebrar con pan partido y sangre derramada su última Eucaristía personal pro la redención y la libertad de su nación”, dijo el sacerdote albanes Antón Luli S.J. cuando fue liberado luego de 50 años de preso, pocos años atrás.-
Pero a mí, el Señor me pidió que abriera los brazos dejándome clavar en la cruz de otro modo: una condena “temporal” –que dicen es “perpetua”- con torturas psicológicas de todo tipo. En estos cuatro años que ya llevo encadenado en mi libertad y preso para los hombres, pero libre en el Señor, tengo la consoladora presencia de Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote hasta que Él me libere de las ataduras de éste mundo.
Aquellos que procuran despojarnos de todo, aquellos que usan la calumnia para arrancarnos del corazón el amor a Jesús y, a nuestros hermanos, jamás lo conseguirán pues no guardo ni guardaré rencor u odio.
La semilla de la VERDAD y de la FE, que sembraron los misioneros y regaron con su sangre los mártires en sus múltiples sitios de persecución religiosa y dramáticos sufrimientos a causa del sacerdocio de Cristo, continúa siendo regada, no ahora con la sangre de esos mártires sino, con la oración de todos ustedes.
Todos los que creemos y aceptamos a Cristo en nuestra vida y a María pidiéndole que nos acompañe en el diario caminar, decimos con convicción y alegría las palabras de San Pablo: “quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación? ¿La angustia?, ¿la persecución? ¿los peligros? El hambre? La espada? Ya lo dice la escritura: Por tu causa somos muertos todos el día y tratados como ovejas destinadas al matadero; pero en todo saldremos victoriosos gracias a Aquel que nos amó”
Al igual que todos ustedes estoy en oración por ellos, para que el Señor transforme esos “corazones de piedra” en “corazones de carne” y dejen de estar “preñados de maldad” para que den a luz no la malicia sino la paz y reconciliación de los argentinos.
Seguiremos unidos en la Eucaristía y en la diaria alabanza como acción de gracias así viviremos el AMOR y la VERDADERA JUSTICIA que nos llena de PAZ.
Los bendice y abraza en María Madre de la Verdad desde mi “monasterio – cárcel”
Padre Christian
Marcos Paz
18 de Octubre 2007