ANIVERSARIO DE LA BATALLA.
Por Juan Luis Gallardo. “ La Prensa “ V- 92.
Diez años han transcurrido desde la noche en que el primer bote de goma, arriado desde la fragata “ Santísima Trinidad “ , embicó sobre la estrecha playa de Bahía Enriqueta, a unos cinco kilómetros de la capital del archipiélago de las Malvinas. Horas después, en un operación impecable que no costó ni una gota de sangre inglesa , pero sí la del teniente García Quiroga y la del cabo Urbina, amén de la vida del capitán Giacchino, se concretaba la ocupación de aquel poblado que se llama Port Stanley. Y que ha vuelto a llamarse Port Stanley hasta que seamos capaces de demostrar con hechos que su verdadero nombre es Puerto Argentino.
Muchas cosas ocurrieron entre aquel 2 de abril de 1982 y el 14 de junio es este año. Ocurrieron las cosas que ocurren en la guerra. Cosas duras , dramáticas, marcadas por la muerte, por la gloria, por la vergüenza. Marcadas por el coraje y por la cobardía. Pero, en cualquier caso , cosas que dejan huella en el destino de un país , que inciden para siempre en sus carácter. Relegarlas al olvido resultaría lamentable.
COSAS TRISTES PUEDEN PASAR EN LA PAZ.
Otras cosas pasaron a partir del 14 de junio. Pasaron cosas triste que pueden pasar en la paz. Entre las cuales no está presente la muerte. Tampoco la gloria. Pero sí la vergüenza. Y que exigen otra forma de coraje para afrontarlas, pues suelen dar lugar a otras formas de cobardía.
Días pasados, durante un almuerzo con el general Galtieri y el almirante Anaya , nos decía aquel que se niega a hablar de la Guerra de las Malvinas. Pues a su entender, debe hablarse de la Batalla del Atlántico sur. Ya que una guerra configura un ciclo completo, comenzado y concluido. Mientras una batalla es apenas un episodio dentro de una sucesión de ellos, cuyo final se desconoce. Por otra parte, el motivo del antiguo enfrentamiento no está circunscripto a las Malvinas, alcanzando sus dependencias insulares, al mar que las circunda y a su proyección antártica. Los presentes le dimos la razón al general Galtieri. Aunque nuestra Cancillería opine otra cosa.
EL SIGNIFICADO DE MALVINAS.
He defendido siempre la Guerra de las Malvinas. O la Batalla del Atlántico sur. Por varios motivos, a saber: porque ocupar el territorio usurpado significó una decisión soberana, adoptada en salvaguarda del honor nacional ; porque la misma unió al pueblo de la república , que acompañó unánime y con entusiasmo la patriada ; porque se combatió mucho mejor de lo que después nos contaron, infligiendo al enemigo fuertes bajas en hombres y material, cuya cuantía sólo podrá conocerse cuando se establezca el verdadero saldo de los combates librados; porque posibilitó actos heroicos y uno solo de ellos compensa muchas defecciones y neutraliza años de mediocridad ; porque, para hacer la pata ancha , se prescindió del apoyo soviético, aunque nos estuviéramos batiendo contra Inglaterra , los estados Unidos y la Comunidad Económica Europea , aliados entre sí para castigar la osadía de actuar por nuestra cuenta ; porque sirvió para que el país se llenara de banderas ; porque no hizo volver a rezar.
NEOLOGISMO MALSONANTE Y MALIDICENTE.
Nunca defendí en cambio las post guerra de las Malvinas. Porque, durante ella, se hizo de la deserción un hábito, traicionándose la sangre derramada. “ desmalvanizar “ fue así un neologismo malsonante y maloliente. Amén de suicida.
Digo que “ desmalvinizar “ fue suicida pues las victorias futuras se comienzan a construir muchas veces a partir de derrotas pasadas. Una pléyade de brillantes escritores resucitó el patriotismo francés luego del descalabro sufrido en 1870 . Las orugas de las “ panzerdivisionen “ triunfantes echaron a rodar desde los rieles que sostuvieron el vagón donde se firmó la capitulación de Versalles. La embestida en el Golfo Pérsico quiso vengar el Vietnam, a partir de su reivindicación por parte de Sylvester Stallone. No cerremos el camino entonces, a un éxito futuro, malparando el aliciente insisto en la decisión de borrar el fracaso.
OTROSI DIGO- A poco de rendirse Puerto Argentino acuñe una frase, que repetí frecuentemente desde entonces y que conserva intacta la vigencia: “ La historia se escribe con victorias.. y con derrotas ; lo imperdonable es mantenerse al margen de ella “