|
Skanskología Tratando de despegarse del peculado en el caso Skanska, Néstor Kirchner echó a dos gerentes fuertemente sospechados de complicidad aun antes de que la Justicia los condenase, acaso pensando que los funcionarios no sólo deben ser honestos como la mujer de César, sino también parecerlo. Infortunadamente, ambos son tan cercanos al riñón oficialista, en especial al ministro de Planificación, Julio de Vido, que es difícil pensar que sus maniobras eran ignoradas por la jerarquía: Fulvio Madaro, expulsado del Enargas, había salido de la propia "pingüinera" santacruceña; y Néstor Ulloa era tributario de Eduardo Fellner, el gobernador de Jujuy que acompañara desde 2002 el ascenso de los Kirchner. Madaro debía controlar el gasto en el Gasoducto del Norte y Ulloa administrar el fideicomiso dentro del Banco Nación. La medida, que podría acarrearle costosos pleitos al Estado (o sea: a nosotros) si los jueces decidieran luego que los expulsados son inocentes, significa no obstante un giro copernicano: antes, el presidente había dicho que Skanska era una tramoya entre intereses privados, pero ahora admite que sus emisarios no podían estarle ajenos y, acaso peor, participaban activamente. Lo que Kirchner pasa por alto es que este tipo de coimas es típico en una economía dirigida, donde la patria contratista devora fondos públicos, en este caso de fideicomisos ajenos a todo control presupuestario. Ahora se insinúa otra investigación paralela, pues también en el caso del Gasoducto del Sur habría habido coimas. Las obras justipreciadas originariamente en 180 millones se habrían pagado 243 millones, dejando apetecibles diferencias entre los responsables. Hay que investigar lo actuado por Fulvio Madaro y Néstor Ulloa, pero también lo ordenado por Julio De Vido y Néstor Kirchner.
|
La Caridad sin Verdad sería ciega, La Verdad sin Caridad sería como , “un címbalo que tintinea.” San Pablo 1 Cor.13.1