La adhesión de gran parte de la comunidad internacional al Convenio para la Protección de Todas las Personas contra la Desaparición Forzada es un gran avance del derecho humanitario. El documento internacional recibió la adhesión de la Argentina a través de la firma de la senadora Cristina Kirchner en la visita a París que culmina hoy. Y el acto tiene un doble sentido, primero porque se hizo en Francia, país que lo impulsó. Y, segundo, no menos importante, porque todos los derechos que protege el convenio fueron violados en el pasado por Francia. Y, además, enseñó a violarlos. La letra del convenio ampara el derecho de no ser sujeto de la desaparición forzada con todas las consecuencias y obligaciones para los Estados. E intenta poner fin a la tortura, que representa para los familiares de los desaparecidos el desconocimiento y las circunstancias de tal macabro destino. Lo mismo que intenta poner un haz de justicia sobre las causas y compara a la desaparición como crimen de lesa humanidad. Pero es realmente novedoso que dicho convenio internacional reciba la adhesión argentina nada menos que en París, sin que el gobierno francés haya intentado una disculpa. Cuando cualquier historiador ha fijado su mirada en los hechos de violencia extrema de las décadas del 60 y 70 en la Argentina, las enseñanzas de la escuela francesa aparecen con absoluta nitidez. Los oficiales argentinos aplicaron en la «guerra interna» que enfrentaron las enseñanzas galas en las guerras por mantener sus colonias. No en vano en esas décadas se hablaba de la batalla de Dien Bien Fu, del 7 de marzo de 1954, que puso punto final a la dominación en Indochina.
Ya entrados los 60, Argelia fue un laboratorio vital para técnicas que se aplicarían en la Argentina, a saber: la infiltración y la destrucción de una organización celular; aplicar la cuadrícula en un territorio a dominar, es decir, la compartimentación en zonas y subzonas; los centros de detención clandestinos y la figura de «desaparecido». Y fueron los franceses los que perfeccionaron hasta sus máximos niveles «la question», es decir, la tortura. Tanto es así que cuando se descubre «la question» en manos de los franceses, Jean Paul Sartre llega a comparar los métodos franceses en Argelia con las torturas nazis. A pesar de sus métodos y el gran número de tropas profesionales, Francia perdió sus guerras coloniales. "Los franceses pierden las guerras, pero escriben la historia", dijo en una ocasión un alto militar argentino que se educó en Francia. Es cierto, la historia que intentan reflejar ahora es bien diferente de las vivencias y, además, transfirieron sus enseñanzas a los norteamericanos primero y otros tantos países después. Entre estos últimos estaba la Argentina. El general Paul Aussaresses supo decir durante el juicio al que lo sometió el juez Roger Le Loire que era un “general republicano” y su abogado agregó: “Fue un general que actuó en el marco de órdenes republicanas”. La «Batalla de Argel», del director Pontecorvo, fue una película que se pasaba en los casinos de los regimientos. Ahí se contaba el problema y también la solución de cómo terminar una organización celular. Hasta Juan Domingo Perón hizo una referencia a las enseñanzas francesas. Claro, contrariamente, se trataba de los métodos que aplicaban en la Argentina el PRT-ERP, FAR y Montoneros, entre otras organizaciones armadas. Basta recordar sus palabras y reprimendas a los diputados de la juventud peronista en febrero de 1974 (en ocasión de una entrevista en Olivos para hablar de las reformas al Código Penal), cuando les habló de las enseñanzas y experiencias que había mamado entre las barricadas del Mayo Francés de 1968, el año anterior al Cordobazo.
Plan Cóndor Con el grado de coronel, Aussaresses fue agregado militar de Francia en Brasil en 1975, durante el gobierno de Isabel Perón y el inicio del Plan Cóndor. La cercanía con la Argentina lo llevó a ser interrogado sobre la organización que formaron los servicios de inteligencia de Brasil, la Argentina, Bolivia, Chile y Paraguay para combatir a la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCN), coalición terrorista que integraban el PRT-ERP (Argentina), MIR (Chile), Tupamaros (Uruguay) y ELN (Bolivia). Es de recordar que la JCR se fundó en 1974, su primera aparición fue en Lisboa (Portugal) y que llegó a tener su propia fábrica de armas. Si bien Montoneros, como lo prueban los documentos, tenía una relación con el ERP, recién en 1976 estuvo a punto de aliarse en la Organización de Liberación Argentina (OLA). La caída de Roberto Roby Santucho abortó el proyecto. Los americanos tampoco fueron ajenos a los métodos para enfrentar la ola terrorista que sacudía a Latinoamérica. Basta ver las referencias a la Escuela de las Américas, en Panamá, en los libros de diferentes autores. El coronel francés Roger Trinquier fue profesor emérito en la Escuela de las Américas. Y no sólo eso: si uno se introduce en el salón de lectura, vía Internet, que ha abierto el gobierno de los Estados Unidos, sobre los documentos desclasificados de sus diferentes agencias, podrá leer cómo los americanos estaban al tanto de situaciones que ignoraban los argentinos. ¿Acaso no tenían derecho a eso? Es muy posible; para eso pagaban: todos los meses, una valija con dólares hacía el mismo recorrido, entre la la Embajada y avenida Callao y Viamonte, sede del Batallón 601. Argentinos en aprietos El interrogatorio a Aussaresses por el juez La Loire fue realizado en el marco de la investigación por la desaparición de ciudadanos franceses durante la vigencia del Plan Cóndor. Entre otros, la desaparición Maurice Jeger, el 8 de julio de 1975, un ciudadano francés naturalizado argentino que trabajaba en «La Gaceta» de Tucumán, hecho que puso en aprietos a dos argentinos. Uno es Carlos Federico Ruckauf, quien debió salir raudamente de París cuando la visitaba como canciller del gobierno de Eduardo Duhalde para no ser citado por el juez La Loire. El otro es el entonces joven oficial José Enrique del Pino, más conocido como "Carpincho", jefe de la custodia de Adel Vilas. En los dos casos, hay errores para ser citados. En el caso de Ruckauf, era ministro de Trabajo y ejercía su cargo a miles de kilómetros de Tucumán. Mientras que Del Pino no estaba en Tucumán ese día, porque el 5 de julio nació prematuramente su hijo Enrique y tuvo licencia prolongada mientras duró la etapa de incubación del recién nacido. Eso fue así, aunque la historia se escriba de otra manera en estos días. Como enseñaron los franceses EX GUERRILLEROS EN EL GOBIERNO K “Los crímenes de la guerrilla también son de lesa humanidad", dijo Luis Moreno Ocampo, fiscal de la CPI (Corte Penal Internacional) luego de la firma del Convenio para la Protección de Todas las Personas contra la Desaparición Forzada que sirvió para lanzar la probable candidatura a presidente de Cristina Fernández de Kirchner. La primera dama intentó erigirse en el adalid de la justicia y los derechos humanos en Francia, haciendo ostentaciones poco felices y propias de una mujer encandilada por las luces parisinas. Pero la frase de Luis Moreno Ocampo, el primer fiscal jefe de la Corte Penal Internacional, sirvió para recordar que los crímenes cometidos por la guerrilla también deben ser considerados "delitos de lesa humanidad". La aclaración de Moreno Ocampo es válida para recordar la extensa lista enquistada en el gobierno kirchnerista para comprobar los dichos de Moreno Ocampo: Kundel, Bonasso, Verbitsky, Mattarolo, Taiana, etc. Luis Moreno Ocampo participó junto a otros funcionarios de la ceremonia en la que Argentina ratificó la Convención Convención Internacional contra la Desaparición Forzada de personas. |