Decenas de miles de personas rinden homenaje a las víctimas de ETA
Decenas de miles de personas -110.000, según la Comunidad de Madrid, y 78.559, según la Delegación del Gobierno- se concentraron ayer en la plaza de Colón de Madrid para rendir un emocionado homenaje a las víctimas del terrorismo y, muy especialmente, a las del sanguinario asesino José Ignacio de Juana Chaos, cuya pena acaba de ser reducida de doce a tres años por el Tribunal Supremo.
A pesar de las acusaciones de algunos miembros del Gobierno, que decían que el objetivo de la protesta era criticar a las instituciones judiciales, ayer, con el «máximo respeto» y sin criticar en ningún momento al sistema judicial, los manifestantes se limitaron a pedir el cumplimiento íntegro de las penas. A quien sí criticaron fue al Ejecutivo de Zapatero, por no estar con ellos en la plaza de Colón, y le calificaron de «cobarde y ruin» por negociar con ETA, por «utilizar la sangre» de sus familiares, dijeron, como moneda de cambio.
Pero si algo caracterizó la protesta, aparte del dolor por las víctimas, fue su marcado carácter español. Un aluvión de banderas teñían de rojo y gualda las calles del entorno y la concentración terminó con el himno nacional. De los mismos colores de la bandera eran las flores de los veinticinco ramos -uno por cada víctima de De Juana Chaos- que los familiares de los muertos depositaron con lágrimas en los ojos junto a una cruz blanca que presidió el acto. Además, en muchos momentos los asistentes gritaron «vivas» a España, sonoramente coreados.
Coronas de laurel y ramos
También sonó el himno militar de homenaje a los caídos por España «La muerte no es el final» y, sobre los ramos, se colocaron dos coronas de laurel con la bandera española en la que se podía leer: «Por ellos, por todos». Lo cierto es que muchas de las víctimas de este sanguinario asesino, y del resto de los etarras, eran guardias civiles y militares y, como tales, se les rindió el homenaje.
Entre los miles de asistentes se podían ver banderas de casi todas las comunidades autónomas y de la Unión Europea. Incluso, algunas -pocas- de Falange. Y los gritos más coreados fueron: «España, España», «No estáis solos», «Asesinos» y «Memoria, dignidad y justicia».
Junto al escenario estaban, con el corazón encogido, las viudas, los huérfanos, los hermanos y los padres y madres a quienes ETA les arrebató a sus hijos. Muy cerca de ellos, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, quien pidió al Gobierno que no ceda al «chantaje» del etarra. También acudieron Ángel Acebes, María San Gil, Ana Pastor, Ignacio Astarloa, Javier Mayor Oreja y José María Álvarez del Manzano, entre otros.
Tres víctimas de ETA, de los cuales dos eran supervivientes de atentados perpetrados por De Juana Chaos, sacaron fuerzas para relatar sus testimonios. Manuel González Bermúdez era uno de los 54 agentes de la Guardia Civil de Tráfico («ángeles de la carretera», los llamó) que viajaban el 14 de julio de 1986 en el autobús que De Juana Chaos voló por los aires en la plaza de la República Dominicana de Madrid, donde murieron doce de sus compañeros. Gracias a un acelerón del conductor, relató, la bomba sólo afectó a la parte trasera del autobús y «yo estoy hoy aquí con vosotros», después de muchos años de «ansiedad, desánimo, tristeza y antidepresivos».
González quiso dejar clara su defensa y máximo respeto a la institución judicial: «Este juramento va en mi corazón y durará hasta mi muerte». Sin embargo, criticó que no hubiera ningún miembro del Gobierno en la concentración: «Ellos son los que tenían que estar en primera fila y supone una gran ofensa para todas las víctimas del terrorismo». Sus críticas al Ejecutivo de Zapatero fueron seguidas de un ensordecedor abucheo.
«En mi nombre, no»
El segundo testimonio fue el del policía Gerardo Puente, cuyo compañero Esteban del Amo (Tedax) murió en junio de 1981 al intentar desactivar el coche-bomba que De Juana Chaos y los miembros del «comando Madrid» abandonaron en su huida en el aparcamiento de Felipe II, de Madrid, después de asesinar al militar Vicente Romero y a su conductor, Juan García, ante la mirada del hijo del primero. Gerardo Puente, que sobrevivió al atentado, terminó su relató con las siguientes palabras: «Rendición, en mi nombre, no».
También habló la madre de Silvia Martínez, la última niña, de apenas seis años, asesinada por ETA (agosto de 2002 en Santa Pola). Su intervención fue especialmente dura con el Gobierno, al que acusó de «no tener la suficiente valentía» para defender la memoria y la dignidad de las víctimas. Pero, sobre todo, reprochó a Otegi que se preguntara, tras el atentado en el que murió su hija, qué hacía una niña de seis años en un cuartel de la Guardia Civil. «Silvia estaba en su casa -afirmó-, en el hogar que sus padres habían formado para que fuera feliz y donde se le enseñaban unos principios morales que Otegi nunca tendrá». También tuvo reproches para el Gobierno: «Sabemos que muchos españoles están con nosotros y eso es lo que hace que, aunque tengamos un Gobierno cobarde y ruin, postrado ante los asesinos, mantengamos la esperanza».
Estaba previsto que el presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, Francisco José Alcaraz, cerrara el acto con un discurso en el que iba a pedir el cumplimiento íntegro de la condena para De Juana Chaos. Sin embargo, Alcaraz renunció a leerlo, ya que tal y como explicó, consideró que «ha sido suficiente» con el testimonio de las víctimas.