El gobierno aprovechó un furcio de Luis D'Elía, el piquetero que llegó a subsecretario del gabinete nacional después de haber asaltado una comisaría, para desembarcarlo, y así reducir su propia exposición, en un momento en que se precisa exhibir un perfil bajo tras la derrota en Misiones.
Néstor Kirchner, en 2003, recién llegado de Santa Cruz, se apoyó en D'Elía y otros para manejar la agitación social, usando el patoterismo y los cortes de calle para amedrentar a la clase media. Y en 2005 lo nombraron a D'Elía al frente de una recién imaginada para él subsecretaría del Habitat Social, encaminada a relocalizar las villas miseria, lo que D'Elía entendió como un modo de asentarlas en los terrenos usurpados donde ya se hallaban. Mientras, la sociedad no aceptaba y criticaba que integrase el gabinete alguien que asaltó la comisaría 24 de la Boca.
Pero no fue esto lo que causó la ruptura D'Elía-Kirchner, sino la orden que recibiera aquel de impedirle el paso hacia la Plaza de Mayo a la multitud que iba a escuchar a Juan Carlos Blumberg, a mediados de este año.
D'Elía sólo logró congregar a 200 fascinerosos en torno del Obelisco, mostrando que su poder de convocatoria declinaba, y no pudo romperle el acto a Blumberg, como querían en la Casa Rosada.
Ahora tuvo la osadía de concurrir a la embajada de Irán para manifestarse en contra del fallo del juez Canicoba Corral, pero no por artificial, quimérico y fantasioso (pide que comparezca un antiguo presidente persa, algo impensable), sino porque D'Elía comparte francamente la actitud antinorteamericana de Teherán.