lunes, julio 10, 2006

El padre Christian von Wernich

Ese fin… que justifican los medios
«Algunas veces has dicho que hay desaparecidos vivos.
¿Te consta que sea así?. -
Tengo la certeza de que hay muchos vivos. Lo baso en infinidad de datos que he ido recibiendo, poco a poco, en estos cinco años en que estoy junto a las madres de Plaza de Mayo. Por datos mismos que ellas han ido recabando y que nos han llegado. Tengo la certeza de que hay muchos, pero muchos, con vida, te diría que unos cinco mil…»
(Mona Moncalvillo, entrevista a Antonio Puigjané - Revista Humor - Agosto 1983)

Hace unos días, tuve la oportunidad de visitar en la cárcel al padre Christian von Wernich, uno de los tantos presos políticos que atestan los calabozos de nuestro país. Fue un martes soleado de lo último de noviembre, en las instalaciones que la Policía Federal tiene en Figueroa Alcorta y Cavia, frente al coqueto Paseo Alcorta.

Bombachas Ombú, alpargatas de yute, camisa verde y mate en mano, así salió a mi encuentro von Wernich, para compartir una tarde de charla frente a una pequeña imagen de San Jorge. Culto, de finos modales, voz recia, palabras justas y hablar pausado, pero preciso. Preocupado por la salud de un viejo amigo que tiene en Gualeguay con el que compartieron seminario, cristianamente resignado ante la extraña muerte de su sobrino Alejandro Morelli (murió misteriosamente, en un misterioso incendio, este año en Colón, Entre Ríos), indignado ante una situación de mentiras e injusticias que no alcanza a comprender, pero con esa fuerza interior sobrehumana que inspira la Fe; así encontré al padre von Wernich esa tarde, mientras hablábamos de bueyes perdidos y de injusticias encontradas.

Una nota mía, publicada hace unos meses en este Semanario, en esos vuelos de vida que los escritos emprenden por la red infinita e impredecible, fue la excusa para nuestro encuentro.

El caso del padre Christian von Wernich, es una parodia perfecta de la venganza política, que la justicia justifica con mentiras. Todo es tan patético en su causa, que si no fuera porque encierra tragedias de sangre argentina, movería a risa.
Es la novela Nunca Más la que habla de von Wernich, capellán de la policía bonaerense en épocas del fallecido Ramón Camps. Y habla por boca de un ex policía: Julio Emmed, quien, a principios del ochenta, cumplía una condena por robos varios. Y en la citada novela, Emmed cuenta (no lo hace bajo ningún juramento) y acusa. Acusa a von Wernich y a Miguel Etchecolatz en el caso del «Mono» Moncalvillo, hermano de la periodista arriba citada (hoy directora de Radio Nacional), y otros dos desaparecidos.

En el Juicio a las Juntas, que durante el gobierno de Alfonsín condenó a algunos miembros de las juntas militares del Proceso de Reorganización Nacional, y que absolvió al padre Chirstian von Wernich, la Cámara Federal llamó a declarar a Julio Emmed. Había gran expectativa, pues bajo juramento, un policía de la bonaerense declararía (por fin) los crímenes de la policía de Camps.

Emmed prestó juramento y, frente a la Cámara Federal en pleno, los dos fiscales, el público, las cámaras de televisión, y los periodistas de medio mundo que cubrían el espectáculo, le preguntaron si era verdad lo que había contado en la Conadep, antes, se le recordó que estaba bajo juramento.
Emmed tomó aire, y declaró que todo eso era mentira.
Silencio en la sala. Dijo que estando preso en la Unidad Carcelaria de Olmos (La Plata) cumpliendo una condena de 25 años, fue visitado por la Dra. Aguad y el Dr. Aragón, ambos de la Conadep. Y dijo que ellos le contaron de un plan que, en caso de acceder al mismo, podría darle, desde la libertad y la entrega de dinero, hasta el trasladado a una Unidad en Capital Federal (el traslado sí ocurrió a los dos días de esa visita).

Le ofrecieron 20.000 dólares, dijo Emmed, la libertad, la salida del país y la radicación en el exterior junto con su familia, pero debía declarar, a cambio, contra el comisario Etchecolatz y el padre von Wernich. Emmed dijo también en su declaración, que como no cumplieron con nada de lo que le habían prometido, tenía la obligación de decir la verdad. Declaró que todo lo contado en la Conadep era falso, y dijo estar amenazado por esa gente. Lo mismo declaró en el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, bajo juramento, el 24 de julio de 1.985, pero nadie lo tuvo en cuenta y, poco tiempo después de sus inconvenientes declaraciones… Emmed, murió asesinado en la cárcel. Silencio en las salas… en todas las salas, ante una muerte anunciada a los gritos.
LAS PATAS DE LA MENTIRA
Enterado que el día lunes 12 de diciembre de 2.005 iba a declarar el padre Christian von Wernich en los tribunales de La Plata, el periodista Diego García se fue temprano para ver como se «originaba» la noticia que mas tarde se vería por TV, se leería en los medios, y se escucharía en las radios y sus informativos. Pero Diego García fue testigo de cosas peores.
Dice García que vio cómo los periodistas arreglaban con una señora, para que ésta sostenga un cartel que los mismos periodistas habían escrito, ante la falta de escrachadores. Y cuenta García que, como la señora no pudo esperar, otro periodista sostuvo el cartel, de espaldas, mientras Crónica TV le hacía un primer plano. No conforme con escribir uno, el mismo periodista escribió otro cartel, cuenta Diego García, y lo pegó en la pared, con cinta que trajo un empleado del juzgado.
Pero, además del manifestante trucho con el cartel trucho, García fue testigo presencial de la manera en que los medios armaron la tergiversación de la noticia. Los medios todos, mintieron que el Padre «reconoció haber visitado centros clandestinos de detención». Cuando la declaración de von Wernich decía que «él como capellán, visitaba las comisaras o lugares oficiales de la Policía, pues ese era su ministerio y responsabilidad como Capellán Policial…». Todos los medios dijeron «centros clandestinos de detención», allí donde el padre dijo «Comisarías».
García vio cómo, un secretario de la Fiscalía salió a hacer declaraciones, tergiversando lo declarado por el padre. El padre von Wernich declaró que, «si alguna respuesta era del orden del secreto de confesión, él lo haría saber y no la contestaría». Pero todos los medios desinformaron diciendo que «el padre se amparó en el secreto de confesión para no contestar las preguntas». Así, mientras von Wernich desmentía sus acusaciones, Télam, Clarín y La Nación (y las principales radios), desinformaban con un discurso calcado de mentiras. Un discurso arbitrario y tan evidentemente falaz, que si uno compara lo declarado por von Wernich, y los cables de noticias que se publicaron ese 12 de diciembre: Vomita. Obviamente, desinformar con mentiras no es algo nuevo, y menos en el caso de von Wernich, quien fue detenido en octubre del 2.003, cuando el resentimiento de este gobierno montonero y la justicia obsecuente, comenzaban su embestida de persecución ideológica. Unos meses antes de aquél octubre, la efímera revista TXT fundada por el ya fallecido Adolfo Castello, y que tenía la fea costumbre de apretar públicamente con noticias y cronistas falsos, había denunciado a von Wernich (por entonces en Chile) con datos falsos; tan falsos, que hasta el Cardenal Primado de Chile Mons. Errázuriz, y el Obispo de Valparaíso, Mons. Duarte, se encargaron de desmentir públicamente.
Algo anda mal, cuando son noticia quienes tienen que informar. Pero algo anda peor, cuando los que deben informar, eligen desinformar con mentiras, intenté decirle aquella tarde a von Wernich. Él, mejor persona y cristiano que yo, me regaló un consejo: «Padre, perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden, rezamos en la oración que El nos dejara.
¡A vivirla pues plenamente!». Me fui envidiando su Fe…y pensando: qué difícil es vivir plenamente el cristiano Perdón.

Horacio Ricardo Palma
hdpalma@ciudad.com.ar